Su traición al pueblo provida de Argentina es una vergüenza mundial
Ernesto Domingo Álvarez
No nos sorprende. Francisco y Alberto Fernández son aliados. Quedó demostrado cuando Monseñor Marcelo Sánchez Soron[g]o les "organizó una Misa" y les dió la Sagrada Comunión al Presidente y su compañera transitoria en el Vaticano. Y a esta indigna alianza se plegó todo el Episcop[e]do argentino, salvo honrosas y pocas excepciones.
Los Obispos argentinos no movieron un dedo, como se evidenció en la concentración frente al Congreso Argentino el pasado 28 y 29 de diciembre: prácticamente no había "Curas Progres"; no estaban los "Curas Villeros"; no estaban los "Curas de la UCA" (apenas uno con el cartelito y unos pocos muchachos... a 200mts del escenario celeste). Por lo menos no se los vió. En fin, no había Curas "Rojos", ni Curas "Rosas" (que en nuestro país son legión). Sólo los que tienen sus atributos bien puestos, ¡a Dios gracias! que todavía quedan muchos.
El "olor a oveja" de estos pseudo-pastores Rojos y Rosas -y porqué no "Arcoiris"- ha trastocado en "olor a sangre de niños abortados": así huelen los multicolores traidores Jerarcas Católicos. Huelen a sangre inocente que clama a Dios desde la tierra. Y huelen también a cobardía. A pastoralismo. A setentismo. A apostasía.
Muchos de ellos, además de minimizar el crimen abominable del aborto, apoyan la contranatura fomentando la idea de que Dios acepta ese pecado nefando sin problemas y que pueden seguir ejerciéndolo sin remordimientos de conciencia. ¿Será para justificar sus propias conductas? Así está Argentina, de la mano de quien fuera durante muchísimos años Cardenal Arzobispo de Buenos Aires y actual Obispo de Roma. Pero claro: quienes somos nosotros para juzgar.