Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro
Periodista y estudioso de literatura el primero, canonista y profesor de bioética el segundo, los autores son expresión autorizada del mundo católico. Representan acabadamente la preocupación de muchos bautizados, laicos y clérigos, sobre las palabras y los gestos del Papa Francisco que traen confusión y acrecientan la crisis de la Iglesia.
[A modo de introducción, anexamos las siguientes palabras de Flavio Infante, quien tradujo este artículo de Gnocchi y Palmaro del italiano al español]
A fuerza de combatir, la lucha se vuelve más cuesta arriba y arrecia la tentación de desistir. Jesús fue tentado cuando llegaba al término de su cuaresma, y no falta la lección de aquellos santos que debieron enfrentar las más arduas pruebas -la llamada «noche del espíritu»- cuando ya entreveían la cima, el día pleno. Según consta por tan admirables ejemplos, es entonces cuando más urge la perseverancia.
En la situación de anomalía sin descuentos en que se encuentra la Iglesia, no nos está siendo ahorrada -incluso entre las voces críticas de este Pontificado, tan dolorosamente singular- alguna que otra señal de cansancio. Al fin de cuentas el sol sigue saliendo cada día, y un Papa proclive a escandalizar en cada parada no alcanza a detener la costumbre rotatoria de los astros. Y entonces se cierne la tentación de absorber la anomalía en la regla, y de atenuar la horrísona verba Papal por el recurso a alguna que otra dicción correcta, y de reconocerle incluso algunas virtudes -que, sin duda, las ha de tener. Estas cosas no atemperan nada; en rigor, no hacen más que confirmar el tenor de las falencias que, exhibidas como triunfos, acaban por herir gravemente la dignidad Papal en el hombre que de momento la inviste.
Para provecho y aliento en la contienda, ofrecemos la traducción de un artículo aparecido ayer en el diario “Il Foglio” (http://www.ilfoglio.it/soloqui/20109) y reproducido en varios sitios italianos. Ellos nos recuerdan que hay un contexto aún más amplio que el párrafo del que se entresaca alguna afirmación malsonante de Francisco, y que incluso el párrafo que se trae en su defensa puede ser un testigo comprometedor. Que de nada sirve meter el sensus fidei en el alambique para ahorrarle mortificaciones, y que el análisis urge la síntesis, sin escapatorias.
Flavio Infante
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ESTE PAPA NO NOS GUSTA
Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro
Sus entrevistas y sus gestos son una colección de relativismo moral y religioso, la atención del circuito mediático-eclesial va a la persona de Bergoglio y no a Pedro. El pasado se invierte.
Cuánto haya costado la imponente exhibición de pobreza de la que el Papa Francisco fue protagonista el 4 de octubre en Asís, no es cosa que se sepa. Cierto es que, en tiempos en los que está tan de moda la simplificación, se nos ocurre que la histórica jornada ha tenido muy poco de franciscano. Una partitura bien escrita y bien interpretada, si se quiere, pero privada del quid que hizo que el espíritu de Francisco, el santo, resultara único: la sorpresa que desaira al mundo. Francisco, el Papa, que abraza a los enfermos, que se apretuja con la multitud, que bromea, que improvisa discursos, que asciende al Panda, que abandona a los cardenales durante el almuerzo con las autoridades para ir a la mesa de los pobres, era cuanto menos descontado que pudiera esperarse, y ocurrió puntualmente.
Naturalmente con gran concurso de prensa católica y paracatólica lista a exaltar la humildad del gesto y soltando un suspiro de alivio porque, esta vez, el Papa habló del encuentro con Cristo. Y de la prensa laica diciendo que, ahora sí, la Iglesia se pone a tono con los tiempos. Toda buena mercadería para el titulador de medio calibre que quiere cerrar de prisa el diario y mañana se verá.
No hubo ni siquiera la sorpresa del gesto clamoroso. Pero incluso ésta sería bien poca cosa, en vistas de cuanto el Papa Bergoglio ha dicho y hecho en sólo medio año de Pontificado concluido con los guiños a Eugenio Scalfari y con la entrevista a Civiltà Cattolica.