Bergogliocentrismo
Fray Gerundio de Tormes
Me he librado de una buena, al recluirme en mi celda y aislarme del mundo exterior durante esta Semana Santa. Mis novicios me han puesto al día de los temas eclesiales y de las andanzas vaticanas durante este tiempo sacro, y veo que las cosas van de mal en peor. Esta semana de terrorismo yihadista, ha sido también una semana de terrorismo bergogliano. Si todos los izquierdistas, junto con el Pontífice, convienen en que este tipo de terrorismo se lo tiene bien merecido Occidente por imponer su ideología (dicen unos) y por vender armas (dice otro), yo tengo derecho a creer que el desastre doctrinal provocado en la Iglesia de estos días, viene también causado por los traficantes de la Palabra de Dios. O sea, los que ponen la palabra de Dios a disposición de los teólogos-terroristas, para que con ella asesinen a las almas de tantos cristianos que están perdiendo la fe. Ni más ni menos.
Es conocida la doctrina de San Pablo acerca de los pastores como administradores de los misterios de Dios. Fieles administradores, exige el Apóstol. Y a su discípulo Timoteo, le insiste con vehemencia que guarde el depósito. No cabe duda que guardar el depósito, exige también la fidelidad. Es que el depósito de la fe es tan grande y profundo, y tan consolidado está después de veinte siglos de luchas externas e internas, que hay que guardarlo con tesón y lealtad.
Bergoglio sin embargo -en contra de San Pablo-, es como un mal hijo dilapidador de la herencia. Y con prisas. Se está cargando todo lo recibido, a la velocidad del rayo. Se lo carga él, pero lo soportan, admiten y justifican todos los que están a su lado y tienen el deber y la obligación de cantarle las cuarenta por sus terrorismos eclesiales. Bergoglio no cuida la herencia patrimonial, sino que la despedaza. Y en lugar de centrarse en el depósito de la fe, se centra en sí mismo y en su peculiar concepción de la Iglesia para destruir, arruinar y desguazar el legado que juró solemnemente administrar. Y nadie le dice ni pío.
Basta ver de qué manera ha conseguido desviar la atención de los misterios de la Semana Santa hacia Sí Mismo. Y lo pongo con mayúsculas, porque solamente un personaje con megalomanía patológica o pecaminosa, se esforzaría en presentar los misterios de nuestra salvación, como un conjunto de decires y haceres puramente personales, como si fueran de su propiedad y regozijándose al aplastar todo síntoma de Tradición. Esto es el Bergogliocentrismo. Este es el virus que nos azota hace tres años, aunque para algunos decir esto sea motivo de excomunión, (esa misma excomunión en la que no creen si se trata de herejías doctrinales, claro).