lunes, 18 de abril de 2016

Enrique VIII al final tenía razón...

¡Señor! Date prisa en Socorrernos...


El vaticanista Antonio Socci comenta acertadamente: “la exhortación apostólica [del Papa Francisco, Amoris Laetitia,] es un gesto claro de desafío a dos mil años de magisterio católico. Y en los ambientes católicos (traumatizados) domina un silencioso desconcierto”.

Psicológicamente surge el desconcierto en el alma humana, delante de ciertas aberraciones extremadamente escandalosas, y provocan el silencio de los justos: Jesús calló delante de Caifás, porque no tenía sentido comentar las insensateces del Sumo Sacerdote, legítimo heredero de Aarón, pero prevaricador: “Jesus autem tacebat” (Mt 26, 63).

Socci reporta también el comentario de un periodista “bergogliano”: “Francisco cierra las cuentas con el Concilio de Trento” (¡sic!). 

Y comenta: “Ningún papa tiene el poder de renegar la Ley de Dios y el Magisterio constante de la Iglesia. En realidad, Bergoglio, con su documento, cierra también las cuentas con el Evangelio. Porque las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio son clarísimas”. 

martes, 12 de abril de 2016

¿Fornicationis Laetitia?

¡No se lo puede tomar en serio!
Carlos Rah Neriano


El Luteranismo ha ganado Roma.


Decía el gran Cardenal Journet -citado por Antonio Socci en una de sus últimas publicaciones-: «en lo que se refiere al axioma "en donde se encuentre el Papa ahí se encuentra la Iglesia", es válido siempre y cuando el Papa se comporta como Papa y Patriarca de la Iglesia, si este no es el caso ni la Iglesia está en él ni él está en la Iglesia» (http://adelantelafe.com/papa-quiere-ocupar-lugar-dios/). 

Acaba de ser publicada la Exhortación Apostólica PostSinodal "Amoris Laetitia" del Papa Francisco, que habrá que abordar teniendo en cuenta la célebre advertencia de Journet... 

Leamos el fruto exquisito de la "sabiduría pastoral" del "jesuitismo setentista argentino" -de bajo vuelo- que en el numeral 305 del documento (anti)magisterial declara descaradamente:
305. Por ello, un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas» [349]. En esta misma línea se expresó la Comisión Teológica Internacional: «La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión» [350]. A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia [351].

Y leamos atentamente la nota 351, donde declara cual puede ser la "ayuda" que la Iglesia les puede dar:
[351] En ciertos casos, podría ser también la ayuda de los sacramentos. Por eso, «a los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor»: Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 44: AAS 105 (2013), 1038. Igualmente destaco que la Eucaristía «no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» ( ibíd, 47: 1039).

viernes, 1 de abril de 2016

Un Dilapidador de la Herencia

Bergogliocentrismo
Fray Gerundio de Tormes


Me he librado de una buena, al recluirme en mi celda y aislarme del mundo exterior durante esta Semana Santa. Mis novicios me han puesto al día de los temas eclesiales y de las andanzas vaticanas durante este tiempo sacro, y veo que las cosas van de mal en peor. Esta semana de terrorismo yihadista, ha sido también una semana de terrorismo bergogliano. Si todos los izquierdistas, junto con el Pontífice, convienen en que este tipo de terrorismo se lo tiene bien merecido Occidente por imponer su ideología (dicen unos) y por vender armas (dice otro), yo tengo derecho a creer que el desastre doctrinal provocado en la Iglesia de estos días, viene también causado por los traficantes de la Palabra de Dios. O sea, los que ponen la palabra de Dios a disposición de los teólogos-terroristas, para que con ella asesinen a las almas de tantos cristianos que están perdiendo la fe. Ni más ni menos.

Es conocida la doctrina de San Pablo acerca de los pastores como administradores de los misterios de Dios. Fieles administradores, exige el Apóstol. Y a su discípulo Timoteo, le insiste con vehemencia que guarde el depósito. No cabe duda que guardar el depósito, exige también la fidelidad. Es que el depósito de la fe es tan grande y profundo, y tan consolidado está después de veinte siglos de luchas externas e internas, que hay que guardarlo con tesón y lealtad.

Bergoglio sin embargo -en contra de San Pablo-, es como un mal hijo dilapidador de la herencia. Y con prisas. Se está cargando todo lo recibido, a la velocidad del rayo. Se lo carga él, pero lo soportan, admiten y justifican todos los que están a su lado y tienen el deber y la obligación de cantarle las cuarenta por sus terrorismos eclesiales. Bergoglio no cuida la herencia patrimonial, sino que la despedaza. Y en lugar de centrarse en el depósito de la fe, se centra en sí mismo y en su peculiar concepción de la Iglesia  para destruir, arruinar y desguazar el legado que juró solemnemente administrar. Y nadie le dice ni pío.

Basta ver de qué manera ha conseguido desviar la atención de los misterios de la Semana Santa hacia Sí Mismo. Y lo pongo con mayúsculas, porque solamente un personaje con megalomanía patológica o pecaminosa, se esforzaría en presentar los misterios de nuestra salvación, como un conjunto de decires y haceres puramente personales, como si fueran de su propiedad y regozijándose al aplastar todo síntoma de Tradición. Esto es el Bergogliocentrismo. Este es el virus que nos azota hace tres años, aunque para algunos decir esto sea motivo de excomunión, (esa misma excomunión en la que no creen si se trata de herejías doctrinales, claro).

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