El Sínodo, la política y el catenaccio
Mundabor
Tomado del Bog amigo “La Espalda de Felipe”.
¡Gracias J. por esta valiosa traducción!
[…] Lo tengo clarísimo: no debería haber ningún compromiso en la lucha contra la herejía. Pero si no entendemos cómo funciona la política, no vamos a entender lo que está sucediendo.
Después de 40 años de experiencia puedo decir que la política del Vaticano es muy, muy italiana. Y no me refiero al estilo político italiano siglo XXI, sino más bien al del Siglo XX, es decir al estilo de la “Democrazia Cristiana”. Este tipo de política será muy difícil de entender para un anglosajón o para un alemán que, en realidad, nunca entendieron bien cómo funcionaba.
Este tipo de política evitaba las confrontaciones duras. En ella no hay grandes proclamas de victoria, ni de derrota, ni de alegría o decepción. Se basaba en el principio de que –en un mundo dominado por la política profesional a largo plazo– todos los actores sabían que tendrían que vivir juntos durante mucho tiempo, y que por lo tanto había ciertos límites invisibles que jamás se cruzaban, ciertas reglas no escritas pero muy reales de comportamiento. En este mundo, el ganador nunca humillaría al perdedor, y nunca correría el riesgo de iniciar una gran ofensiva –condición necesaria para ganar en grande–. La victoria podría ser clara, pero silenciosa, y nunca sería total. La derrota podría ser clara, pero nunca humillante, ni tampoco total. Los cuchillos no salían de las vainas. Un gran contraste con lo que vino después, a partir de los años noventa, en el panorama político italiano.
El Vaticano –nos guste o no– funciona como la “Democrazia Cristiana”. Todos los actores quieren estar allí –nos guste o no– para jugar en el largo plazo. Su manera de ganar y perder es –nos guste o no– diferente a la de los anglosajones o a la de los alemanes. No hay proclamas, no hay grandes anuncios. Es un asunto tanto interno como público. Todo el mundo sabe lo que ha sucedido, y esto es suficiente para ellos. Ellos lo dirán, pero no lo van a gritar. Los textos indicarán qué es qué. Pero ellos nunca se van a mandar a fondo en una dirección u otra. Esta clase de políticos tampoco buscarán la destrucción total del enemigo, porque temen las consecuencias que eso podría tener para ellos mismos. Van a ir por la victoria de todos modos, trazando una línea infranqueable para el enemigo. Pero no van a ir por la yugular. Ni siquiera si el enemigo es un comunista. Nunca me gustó el sistema. Pero nunca lo ignoré.
La Iglesia de hoy en la tierra, amigos míos, no es Esparta. Esta es una “Democrazia Cristiana” negra, roja y púrpura, en todos los niveles; y el jefe del partido milita en el lado equivocado.
Los extranjeros no consiguen entender esto. No comprenden los pasillos italianos. Ni siquiera entienden cuando los italianos –o los que piensan como ellos– están siendo verdaderamente inteligentes. Durante décadas pensaron que Italia –el sistema político más estable en Europa Occidental durante 50 años– era un país inestable, a causa de meros fenómenos a la que los italianos no daban ninguna gran importancia, como el hecho bien conocido de que en Italia todo el tiempo cambiaba el Primo Ministro. Tontos. Quisieron usar el Sistema Métrico Italiano midiendo con sus herramientas imperiales, y se sorprendieron al no llegar a ninguna parte.
Lo mismo está sucediendo ahora. Cualquiera que haya vivido en un sistema similar al de la “Democrazia Cristiana” o al de la blanda política italiana, entiende inmediatamente “qué es lo que ha ocurrido”, porque saben cómo funciona el sistema. Ellos saben quién ha ganado. Ellos saben cómo han ganado. Ellos saben que los perdedores saben perfectamente quién ha ganado. Y ellos saben también que no habrá aplanadoras ni desfiles. Saben que en estos días el enemigo está a cargo del asunto, y que entre los figurones del partido no hay ningún héroe. Ellos están pensando en el largo plazo.
Los otros, los que no conocen el sistema, me parece que están tratando de entender. Al igual que les pasa a los hinchas alemanes después del partido, que se quejan de que la victoria no fue un sonoro 3-0. No entienden que en el Sínodo, los jugadores se reunieron y decidieron que sería una victoria de 1-0, limitada, pero lo suficientemente clara, y que los tres puntos serían para ellos; pero nada de 3-0 o 4-0, porque los managers están con el otro equipo, y los jugadores no quieren perder su contrato. Nos guste o no, esta es la forma en que funcionan las cosas en la era del Concilio Vaticano II. Esta Iglesia no tiene espartanos. Doy gracias a Dios que todavía tiene, al menos, “Democristiani” inteligentes. Los “Democristiani”, por cierto, te van a jorobar llegada la hora de la verdad. Pero van a utilizar una gran cantidad de vaselina, y van a decir a la prensa que era sólo un supositorio, insertado en plena armonía con los deseos de la contraparte, y en un espíritu de colaboración y ayuda mutua fraternal.
Ahora, no me malinterpreten. Yo entiendo perfectamente lo que ha sucedido, y no lo apruebo. Para seguir con el símil futbolístico, creo que la herejía debería ser tratada de la misma manera que Alemania se ocupó de Brasil en el Mundial, golpeándolos hasta el punto de la humillación completa y la aniquilación.
Al mismo tiempo, yo no vivo en un mundo de fantasía. [Y] tengo que entender cómo funcionan estas cosas si quiero entender lo que está sucediendo. Por eso es que no voy a llamar derrota al texto final, simplemente porque falte en él el atronador rugido de un texto anti-herético.
No fue una derrota. Fue una victoria. Fue incluso una victoria clara. Incluso se quitó toda la basura del Instrumentum Laboris. Lo que no es, es el 3-0 o, lo que hubiera sido ideal, el 7-1. El Sínodo me recuerda el viejo catenaccio italiano [Nota de ST: en la jerga futbolística “catenaccio” (“cerrojo”) es un sistema de juego que consiste básicamente en formar una defensa de cuatro hombres y, aunque efectivo para ganar partidos, suscitó fuertes críticas principalmente por la “falta de fútbol” y su destrucción dentro de la cancha]: feo a la vista, vagamente cobarde, universalmente despreciado. Y muy, muy eficaz. Guárdate la belleza del deporte. Llévate a casa la victoria. Eso es todo lo que cuenta.
Pero por favor entendamos que vivimos en tiempos del Concilio Vaticano II. No pretendamos pensar que Pío X es el Papa. Un hereje es el Papa. Esta no es la Primer Cruzada. Esta es la “Democrazia Cristiana”. No se va a convertir en Esparta de un día para otro. Pero tampoco es el Partido Comunista.
Es posible –y yo ciertamente lo hago– criticar la debilidad de este enfoque suave, y decir que la herejía no se merece este enfoque suave. Es posible –y yo ciertamente lo hago– señalar los peligros de una política de este tipo, que deja a los herejes derrotados, pero todavía fuertes y peligrosos. ¡Cielos! ¿cuánto tiempo más va a vivir este Payaso Maldito? ¿Cuántos Cardenales y Obispos más nombrará? Por todos los medios, hay que condenar todo esto! Pero lo que no se puede hacer es transformar esta victoria en una perceptible derrota, lo que contribuye a su transformación en una verdadera derrota, sólo porque no se está satisfecho con lo que ha sucedido.
Escasa y sucia, pero victoria al fin: 1-0.
Después de mucho juego feo y desvergonzado catenaccio.
Pero los tres puntos, en casa.
M.
[Artículo original: https://mundabor.wordpress.com/2015/10/28/synods-politics-and-the-catenaccio/]
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