Dios, y no el dinero, es único bien que sacia al hombre,
dice Benedicto XVI
VATICANO, 24 Feb. 10 (ACI).- En su mensaje por la Campaña de la Fraternidad 2010 impulsada por la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), dado a conocer hoy, el Papa Benedicto XVI recordó que el único bien que sacia plenamente el corazón del hombre es Dios y no el dinero.
En el texto enviado al presidente de la CNBB, Mons. Geraldo Lyrio Rocha, el Papa explicó primeramente que la misericordia de Dios es infinita y es necesario testimoniar la reconciliación traída por Cristo a todos los hombres, como hizo el Santo Cura de Ars.
Seguidamente alentó a todos los católicos en Brasil a "unir sus esfuerzos para reconciliar a las personas con Dios, ayudándoles a liberarse de la esclavitud del dinero. Como recuerda la Campaña de Fraternidad Ecuménica 2010 –citando las palabras de Jesús– no se puede servir a Dios y al dinero’".
"Alegrándome con tal propósito de conversión, recuerdo que la esclavitud al dinero y a la injusticia ‘tienen su origen en el corazón del hombre, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal’. Por eso, los aliento a perseverar en el testimonio del amor de Dios, del Hijo de Dios que se hace hombre, de hombre agraciado con la vida de Dios, del único Bien que puede saciara el corazón de la gente pues, ‘más que de pan (el hombre) de hecho necesita a Dios’".
Con este importante anuncio, continuó el Papa, "conseguiréis hacer frente al ‘desierto interior’ del que hable al inicio de mi ministerio cetrino, invitando a la Iglesia en su conjunto a ‘ponerse en camino, para conducir a las personas fuera del desierto, a lugares de vida, de amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que da la vida, la vida en plenitud. Existimos para mostrarles a Dios a los hombres. Y así, donde se ve a Dios, comienza verdaderamente la vida’".
Tras recordar que si "la boca habla de lo que está lleno el corazón", Benedicto XVI exhortó a reconciliarse con el Señor "para que vuestras palabras sirvan sobre todo para hablar de Dios y a Dios".
Finalmente el Papa saludó a todos los hermanos del Brasil confiándolos a todos a “¡Jesucristo, único Salvador de todos!”.
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