jueves, 8 de julio de 2010

Quieren derribar la Cruz del Valle de los Caídos

Quieren derribar la Cruz del Valle de los Caídos


Madrid (España), 7 Jul. 10 (AICA).- El Valle de los Caídos o la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos es un monumento español construido entre 1940 y 1958 situado en el municipio de San Lorenzo de El Escorial, en la Comunidad de Madrid (España). Se encuentra a 9 kilómetros al norte del Monasterio de El Escorial en la Sierra de Guadarrama, sobre el paraje del valle de Cuelgamuros. El conjunto pertenece al Patrimonio Nacional desde 1957, año de su apertura al público. Desde el 23 de noviembre de 2009 se halla parcialmente cerrado al público y sólo se pueden visitar el recinto y la tienda de la entrada, pero no la basílica.

En el complejo se hallan una abadía benedictina, parte de la cual se remodeló como hospedería para atender al turismo, una basílica de 262 metros de longitud para cuya construcción se excavaron 200.000 metros cúbicos de roca, donde se encuentran las tumbas de Franco, Primo de Rivera y ocho capillas donde están enterradas 40.000 personas, civiles y militares caídos en los frentes de la Guerra Civil, aproximadamente la mitad de cada bando.

Sobre la basílica se alza la más alta cruz cristiana del mundo con 150 metros de altura visible a más de 40 kilómetros de distancia.

Con el propósito de iluminar la actual polémica relacionada con el futuro de este monumento, publicamos el comunicado que acaba de hacer público la Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, con la firma de su presidente, Luis Suárez Fernández.


Comunicado ante la actual situación del Valle de los Caídos

La Hermandad de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, asociación civil nacida en 1984, ha venido manteniendo un prudente silencio durante estos meses, para no verse mezclada en el fragor de las informaciones en los medios, especialmente en Internet, en muchas ocasiones contradictorias y políticamente sesgadas, ni interferir en las negociaciones que pudieran estar desarrollándose a otros niveles. Pero tampoco queremos que este silencio responsable se pueda interpretar como desinterés o como sumisa aceptación de los hechos que se vienen sucediendo.

La operación viene de lejos. Durante los casi treinta primeros años del sistema democrático, con gobiernos de derecha o de izquierda, el Valle de los Caídos ha disfrutado de una relativa tranquilidad y ha sido uno de los monumentos más visitados, tanto por españoles como por extranjeros, entre los que destacan personalidades de todas clases, como los cardenales Roncalli y Ratzinger, después papas Juan XXIII y Benedicto XVI.

La ejemplar actitud de la Comunidad benedictina, dedicada única y exclusivamente a la oración por los muertos –por todos los muertos– allí enterrados, en unos casos, conocidos y por expreso deseo de sus familiares y, en otros, anónimos, recogidos de fosas comunes o carreteras, sin poder definir si pertenecían a uno u otro bando combatiente en la guerra civil, que allí vienen reposando desde hace cincuenta años, ha hecho posible la auténtica y necesaria reconciliación, bajo el signo de paz de la Cruz, en el espíritu inicial con que fue alzada, y que alienta la esperanza de que desaparezcan los odios y los enfrentamientos civiles entre españoles.

Pero, ha sido precisamente esa Cruz, esa gigantesca Cruz, que preside la sierra madrileña, la que parece que resulta intolerable para el actual gobierno socialista y sus socios de la izquierda radical, la casi extraparlamentaria Izquierda Unida, y la de los grupos independentistas catalanes que, en varias ocasiones, han expresado su deseo de que desaparezca físicamente, en su obsesión por borrar cualquier signo del pasado que les recuerde una guerra perdida. Quisieran hacer como los talibanes o como los antiguos faraones que, en su insana soberbia, apenas llegados al poder, ordenaban picar o destruir toda referencia a lo anterior.

Parece que de nada ha servido la referencia que, en la denominada “Ley de Memoria Histórica” se dedica al Valle, otorgándole la condición de lugar de culto y reconociéndole de aplicación las normas relativas a los cementerios, aunque prohibiéndose la celebración de cualesquiera actos políticos en su recinto, ni tampoco los acuerdos vigentes entre la Iglesia Católica y el Estado español.

Desde hace ya varios meses, Patrimonio Nacional, al que administrativamente está adscrito el Valle, viene ordenando cierres alternativos de la Basílica, no admitiéndose la visita de particulares individuales ni de grupos de operadores turísticos, permitiéndose la entrada, exclusivamente, para asistir a la misa diaria de las 11 de la mañana, impidiendo, de tal modo, disfrutar de una de las obras más singulares e importantes de España.

Primero fueron unas supuestas obras que nadie sabía en qué iban a consistir, ignorándose, también, su fecha de inicio, duración prevista y presupuesto de ejecución y, ahora, se aduce la excusa de la controvertida restauración del conjunto de “La Piedad”.

Nada se sabe del futuro inmediato de la colosal obra arquitectónica y artística que asombra a propios y extraños, sin distinción de razas, religiones o ideologías, pero todo parece indicar que la presión de sectores de la izquierda más radical del arco político español y los compromisos electorales contraídos con ellos, la indiferencia e inhibición de sectores de la derecha, así como de las Instituciones culturales, históricas y artísticas que temen ser tachadas de “franquistas”, pueden desembocar en un hecho sin precedentes en esta España supuestamente democrática, que sólo podría encontrar parangón en otros del pasado siglo, de infeliz memoria, a los que es seguro que no desean retornar la mayoría de los españoles.

Actos de revancha, de intransigencia o de inhibición, como éste, merecerían no sólo la repulsa internacional sino también una firme respuesta, a todos los niveles, de los españoles, hartos ya de tanta coacción y tanto complejo. No obstante, es nuestro deseo y esperanza, que se restablezca la cordura y se mantenga el Valle como un lugar de oración y concordia, sobre todo para las familias de los que allí están enterrados, y que pueda ser visitado en libertad, por todos aquellos que lo deseen, como ocurre con todos los monumentos y obras de arte del mundo, creados por las distintas generaciones.





1 comentario:

  1. Quienes se dedican a manejar material o espiritualmente a las masas suelen tener un léxico redentor y utópico, que unas veces puede ser convertido en realidad y otras es impensable tal cosa. Pero por causas que nadie explica no son las palabras las que atraen y convencen, ni mucho menos, son los símbolos los que hacen que los humanos nos comportemos con pautas inconscientes que el raciocinio no comprende. Y una de dichas pautas es la atracción o repulsa de los símbolos. Los humanos no vamos detrás de las ideas, vamos detrás de los símbolos. Los humanos no odiamos o amamos a las personas, las odiamos o amamos por los símbolos que representan.

    Hablando en plata tal como pensamos, si odiamos una idea y a la persona que la tiene la matamos o desaparecemos, y tal cosa no sirve de nada pues otros cogen el relevo de la idea y con ella continúan. Incluso quien es anulado es semilla de nuevos portadores de dicha idea. Pero si en inteligencia eliminamos los símbolos de la idea, es imposible pasado el tiempo que nadie las mantenga.

    Y eso es lo que hacen todos aquellos inquisidores, o talibanes, que en su irracional comportamiento además de odiar a las personas odian los símbolos que las representan, y por más que engañen mostrando amor a la humanidad, a una mitad de ella la odian. Odian a quienes tienen enfrente, y de no tenerlos por haber desaparecido, odian los símbolos que los recuerdan. Y de poder, desaparecen a las personas y sus símbolos; de no encontrar personas que puedan desaparecer, desaparecen todos sus símbolos.

    Y así es la Memoria Histórica del mundo, en particular la de todos aquellos que viven locos. En el Valle de los Caídos quienes lo quieren desaparecer odian, pues así lo demuestran, a la creencia que allí se muestra, y también odian a quienes lo hicieron. Odian los símbolos de la religión y de las personas. Creo que en su razonamiento están locos pues de razonar en democracia todo lo respetarían.

    So. Andrés Castellano Martí. Gracias.

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