miércoles, 27 de enero de 2010

“Teologías deicidas” de Horacio Bojorge - Alfredo Sáenz

“Teologías deicidas” de Horacio Bojorge
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ


Felicitamos al querido P. Bojorge por esta magnífica obra (“Teologías deicidas”, R. P. Horacio Bojorge, S.J., Ediciones Encuentro, Madrid, 2000), donde la profundidad del pensamiento se une con la belleza de la expresión, así como la lucidez de su inteligencia se desposa con el coraje de su corazón sacerdotal. Este libro está en el mismo nivel de sus dos espléndidas obras anteriores sobre la acedia. Su autor sigue ejerciendo el doble oficio que, según Santo Tomás, compete al sabio, exponer la verdad y reprobar el error. Creemos que para todos los que se interesan en los grandes temas de nuestro tiempo, en especial los atinentes a la crisis de la Iglesia, este libro es de lectura obligada.

Juan Luis Segundo es un jesuita uruguayo que murió hace cinco años (1996), cuyo pensamiento ha suscitado la admiración de amplios sectores del catolicismo hispanoamericano y europeo. El P. Bojorge lo analiza en el presente libro con singular agudeza. Si bien él es también, como Segundo, miembro de la Compañía de Jesús, entiende que el amor a la Orden no lo exime de llevar a cabo una crítica incisiva. Primero es la verdad. Bojorge se empeñará en mostrar cómo el pensamiento de Segundo se inscribe dentro de la gran corriente del naturalismo moderno. Los aplausos que recibe el teólogo uruguayo se deben a que representa de manera acabada el pensamiento de la modernidad acerca de la fe y de la Iglesia. “A lo largo de este informe se podrá ver que el perfil del pensamiento de Juan Luis Segundo es el de los pensadores gnósticos y modernistas” (p. 15). En él confluyen elementos del naturalismo, el modernismo, el existencialismo, la teología de la muerte de Dios, la teología progresista, la teología de la liberación. Segundo ha sabido hacer una brillante síntesis de todas estas corrientes. Bojorge nos ofrecerá en este libro, si bien de paso, un utilísimo análisis de tales tendencias, cuyo conjunto pareciera implicar una resurrección del viejo gnosticismo.

Señala el autor el estilo sinuoso y resbaladizo de Segundo. Aquí parece afirmar algo, luego establece distingos o matices sobre lo que acaba de afirmar; sugiere sin decir, lo que hace difícil conocer su pensamiento real. Es el estilo que San Pío X atribuía a los modernistas: “No proponer con orden metódico sus doctrinas ni formando un todo, sino esparcidas y separadas entre sí, para que se los tenga por indecisos, cuando por el contrario son muy firmes”. Lo que pasa es que, como dice Bojorge, a Segundo “lo ponen nervioso las certezas de la revelación y de la fe”. Como si el tener certezas fuese signo de cuadriculatura mental, y el alentar dudas, señal de profundidad.

Destaca el autor los errores de Segundo en lo que toca a los conceptos de Revelación y de teología. En cuanto a la Revelación, pareciera correr siempre el peligro de verla desde la inmanencia, confundiendo teología con antropología. Un peligro semejante se advierte en su concepto de teología. Como se sabe, la teología es una ciencia que toma sus principios de la revelación, principios que deben ser aceptados por la fe. Santo Tomás nos lo expresa de manera admirable: “La doctrina sagrada es ciencia, porque procede de principios que nos son conocidos por medio de la luz de una ciencia superior que es la de Dios y de los bienaventurados...; así como la música cree los principios de la aritmética, la doctrina sagrada cree los principios revelados por Dios” (Sum. Theol. I, 1, 2, c). Más adelante prosigue diciendo que la teología no toma sus principios “de las otras ciencias como superiores; sino que se sirve de ellas como inferiores y siervas, del modo como los arquitectos se sirven de las auxiliares; y si se hace tal uso de ellas, no es por defecto ni por incapacidad, sino solamente por la fragilidad de nuestro entendimiento, que, de las cosas que se conocen por la razón natural, de la cual proceden las otras ciencias, es levantado más fácilmente a las cosas superiores, que son el objeto de esta ciencia” (I, 1, 5, ad 2). Como su nombre lo indica, la teología tiene a Dios por tema central: “No se ocupa por igual de Dios y de las creaturas. Se ocupa de Dios principalmente; y de las creaturas en cuanto se relacionan con Dios, como con su principio o fin” (I, 1, 3, ad 1). La fe es el punto de partida y de llegada de la teología, es el ambiente en que se baña, su habitus operativo.

Totalmente diverso es el punto de vista de Segundo. Según él, no hay que convencerse primero de las verdades que nos trasmite la fe tradicional, ya que lo que realmente es incuestionable e indiscutido son “los criterios del mundo moderno”, como él mismo lo dice. De ahí que se oponga al “fijismo dogmático” que caracteriza a la teología tradicional. El Magisterio es el principal responsable de este inmovilismo del pensamiento católico. Todo lo que diga el Magisterio y el común sentir del pueblo católico deberá ser pasado por la criba de su adaptación a la modernidad. El “dogma” al que se adhiere Segundo es el que libera de lo que no es moderno. Un eximio ejemplo de la tesitura esclavizante del Magisterio lo encuentra en el Syllabus, donde queda bien clara la “condenación que la Iglesia hace, sin talante dialogal alguno, de todas y cada una de las tentativas humanistas de la época”. Nada le hubiera gustado, por cierto, la reciente decisión de Juan Pablo II de beatificar a Pío IX, heroico testigo de la fe, frente a los errores del mundo moderno, aún a costa de enfrentarse con el antagonismo mancomunado de los poderes masónicos de la época.

Bojorge va analizando los errores de Segundo, a partir de los conceptos que sustenta acerca de la Revelación, la fe y la teología. El teólogo uruguayo muestra un interés excesivo por la salvación intramundana, sin que parezca entusiasmarle demasiado la salvación trascendente. La raíz de esta idea la encuentra en el monismo. Para él, la teología católica tradicional es “dualista”. Lo que ahora se impone es acabar con las famosas distinciones entre profano-sagrado, natural-sobrenatural; historia humana – historia de la salvación, tiempo-eternidad. De ahí que aunque su teología política se formule como “teología de la esperanza”, dicha esperanza no tiene ya por objeto la vida eterna sino la transformación de la sociedad desde sus propias entrañas, una suerte de autorredención.

En estricta dependencia de lo anterior emerge otro error de Segundo: el historicismo, o la fe en la historia. A su juicio, la proclamación de los dogmas no ha sido sino un intento de frenar la historia, un remedio excogitado contra la “aceleración de la historia”. Segundo no se interesa tanto por el ser –natural y sobrenatural- y lo verdadero, sino por el acto y lo actual. Sólo los que acatan el curso de la historia son hombres “históricos”, no los que por motivos “superiores” buscan “frenar” un proceso, aduciendo que conduce a la ruina. Sólo es libre el que se suma al proyecto universal; no el que procura enfrentarlo, viéndose tachado por ello de “restaurador” o “restauracionista”. De ahí que a Segundo le parezca ridículo llamar “filosofía perenne” a la filosofía medieval de Santo Tomás, “título harto significativo de una tentativa para detener la historia”. Hablar del “depósito” de la fe es para él una actitud fundamentalista.

Quizás sea éste uno de los puntos más controvertibles del P. Segundo, deudor, en el fondo, del espíritu gnóstico. Porque, como escribe Bojorge, “la gnosis se presenta hoy como estando al servicio de un cierto intento de manipular la fe cristiana con fines intrahistóricos, pragmáticos, políticos”. La fe, en lugar de ponerse de rodillas ante Dios, se pone de rodillas ante la historia; la fe debe justificarse ante el mundo de hoy, en lugar de que el mundo de hoy se justifique ante el Dios eterno de la fe. Es un principio importante en él, “la necesidad de justificar la fe y sus contenidos ante la mentalidad moderna”. En la visión de Segundo, cuando Dios se revela no busca comunicar una verdad que sea aceptada por todos, sino para que sea puesta al servicio de la solución de los problemas históricos. No una verdad que deba ser contemplada, sino una verdad fáctica, hacedora de historia.

Si nuestro teólogo se irrita ante la concepción tradicional de la teología como reina de la filosofía y de las otras ciencias, él intenta lo contrario, convirtiendo, no ya a la teología, sino a la misma fe, en servidora de la Historia, fides ancilla historiae. Se encubre aquí una idea típicamente modernista; la revelación no es algo que viene de lo alto, sino algo que brota del hombre, de la historia del hombre, de su inmanencia vital. Bojorge llega a decir que Segundo parecería aceptar una especie de “fe en la revelación histórica”, que brota de la historia y se pone al servicio de la historia, relativizando toda intervención histórica de Dios. Y así quiere “someter la fe, la Iglesia, el dogma, Dios, unciéndolo al carro de la Historia” (p. 231). Para Segundo, lo que no interesa a la historia es superfluo. Pone el ejemplo del dogma de la Inmaculada Concepción, “una fórmula dogmática vinculada sólo al plano religioso; cuesta ver que tenga relación con alguna liberación humana”. Hay que seleccionar las verdades según los intereses de hoy. ¿Con qué principios de discernimiento se hará tal selección?. Un principio extrateológico, que parte del mundo moderno, una suerte de “revelación inmanente”.

Por lo demás, no deja de ser grave esta sumisión de lo trascendente a su eficacia en lo inmanente. El culto a la eficacia, sobre la contemplación, parece suponer que no es el hombre quien se pone de rodillas delante de Dios, sino Dios delante de los hombres. Dios pasa a ser un instrumento para la promoción del hombre, lo que, por otro lado, como bien señala Bojorge, resulta paradójico cuando a la vez “el secularismo se opone celosamente a que la fe católica rija la política y arroja permanentemente sobre ella la sospecha de esconder aspiraciones totalitarias” (p. 230). Resultan reveladoras a este propósito las tergiversaciones de los textos que a veces encontramos en Segundo, en algunos casos por omisión, como cuando traduce la magnífica expresión de San Ireneo “la gloria de Dios es el hombre que vive”, pero no añadiendo lo que el Santo agrega, “la vida del hombre es ver a Dios”.

Por cierto que, afirma Bojorge, al oponerse la Iglesia a una teología que sólo busca la “eficacia”, no pretende en modo alguno ignorar la influencia real que debe tener la doctrina católica en el campo temporal. Ello y no otra cosa es la Cristiandad: la impregnación evangélica del tejido social. Pero no es esto último lo que busca Segundo, como se ve cuando contrapone el culto de Dios con la justicia social, cual si aquél fuera algo alienante. Dios vino a nosotros para traer el cristianismo, el Evangelio y el culto, pero también la Cristiandad. Un verdadero cristiano tiende a “hacer Cristiandad”. Claro que teniendo siempre en cuenta que lo primero es la glorificación de Dios; lo segundo, el orden temporal cristianizado, es la añadidura, el resto, según el lenguaje de Cristo.

Coherentemente con su idea de la reducción del catolicismo a la historia, a lo que pide “el hombre de hoy”, a su eficacia, en los escritos de los años 60 y 70 optó Segundo por el marxismo, que en aquellos momentos parecía la expresión más radical del “mundo moderno”, en desafío a la enseñanza del magisterio. Pero fue una actitud de gabinete, ya que existencialmente se sentía muy lejos de los pobres concretos. Su público predileccionado fueron siempre los burgueses. Él mismo así lo reconoce. Sea lo que fuere, el marxista estaba en el oleaje de la historia, y por ende los marxistas eran “cristianos anónimos”, cristianos aunque no lo supieran, aunque repudiasen el cristianismo y lo combatiesen. Por eso los principales dardos de Segundo se dirigen, no a los enemigos de la Iglesia, sino a los católicos que se resisten a captar “el sentido de la historia”. Se muestra tan intolerante con el creyente, a quien no le ahorra ironías o frases ofensivas, como simpático con el “hombre de hoy”, por el que entiende preferentemente el ateo o el creyente en crisis de fe. Todas sus “sospechas” y sus acusaciones no van hacia el mundo incrédulo, sino sólo hacia la Iglesia, su fe, su culto, hacia los creyentes, hacia toda teología que no sea la de la liberación. Para el autor, el estilo zumbón e irónico de Segundo es el ejemplo típico de las burlas nacidas de la acedia.

Acertadamente trae Bojorge a colación una cita de Augusto del Noce: “Resignados a una era poscristiana producen una teología eutanásica...; estos discursos de los teólogos parecen no tener ya más utilidad que mantener la importancia de los teólogos en un mundo en que ya nadie cree en Dios”.

Antes de integrar las filas de estos pseudoteólogos preferimos estar con los sencillos de corazón, con los fieles que forman el pueblo cristiano, gente de fe. Bien decía San Hilario que muchas veces los oídos de los fieles son más católicos que los labios de los pastores y de los teólogos. Tienen el instinto de la fe, del que parecieran haber perdido hasta la noticia estos teólogos de salón. Como afirma Bojorge, “lo que la racionalidad ilustrada no alcanza a ver, lo ve la sabiduría de los fieles comunes” (p. 343).





P. Alfredo Sáenz



Fuente: Revista Gladius 19 (2001) 52, pp. 198-201.





jueves, 21 de enero de 2010

Hay planteos que se suscitaron en 1810 y que todavía siguen sin resolverse - Entrevista al doctor en Historia Fernando Enrique Barba

Hay planteos que se suscitaron en 1810 y que todavía siguen sin resolverse
Entrevista al doctor en Historia Fernando Enrique Barba
Luciana Mateo



LA PLATA (Corresponsal).- El 25 de mayo se cumplirán 200 años de la revolución argentina que confluyó en la formación de un primer gobierno patrio. Para celebrarlo, desde los Ejecutivos nacional y provincial tienen previsto realizar una serie de festejos y la concreción de obras de infraestructura a lo largo de todo 2010.

Sin embargo, para el historiador platense Fernando Enrique Barba, “todavía se discute si ésa es la fecha inicial de la argentinidad o si es simplemente un paso previo a la independencia”. Así y todo, considera que “la del 25 de mayo es la fecha más importante de la historia argentina, porque es el momento en que se forma un primer gobierno”.

Durante esta entrevista con LA CAPITAL, el doctor en Historia tiró por tierra varios mitos, cuestionó la enseñanza histórica que se brinda en las escuelas argentinas y ratificó la importancia de la fecha porque, entre otras cuestiones, “gran parte de las polémicas y luchas que se plantearon después, como porteños versus gente del interior, nacieron ese año”.

- ¿Cómo se iniciaron estas “polémicas y luchas” que menciona?
- Se produjo la incorporación de los diputados del interior a la Junta y se formó lo que se conoce como Junta Grande. Esta Junta duró poco porque en septiembre de 1811 el “morenismo”, aunque Moreno ya había fallecido, dio el primer golpe de Estado, disolvió la Junta Grande, dejó a los diputados como una Junta de observación que duró muy poco y en noviembre fue expulsada. Es decir que el gobierno nacido en Buenos Aires no aceptó compartir el gobierno con la gente del interior. Ahí se formaron los Triunviratos, constituidos por gente de Buenos Aires, aunque hay que reconocer que durante el Segundo Triunvirato se llamó a Asamblea General Constituyente, en el año XIII. Este fue un paso muy importante, primero porque convocaban de nuevo a las provincias a formar parte del Gobierno. Y segundo porque la Asamblea era Constituyente, y dictar una Constitución significaba declarar la independencia.

- ¿Qué cambios económicos trajo la revolución de 1810?
- La independencia, la separación de hecho de 1810 trajo grandes beneficios a la economía de Buenos Aires. Porque al permitirse el libre comercio, los productos que tenían poco valor, como los derivados del ganado vacuno, comenzaron a tener una importancia extraordinaria. Buenos Aires comenzó a generar riqueza pero era una riqueza que quedaba dentro de la provincia, que no se compartía. Y al resto de las provincias, este libre comercio impuesto por Buenos Aires les era perjudicial, porque al abastecerse Buenos Aires en forma barata de productos extranjeros, los productos del interior ya no llegaban a Buenos Aires; entonces la protesta de la gente del interior fue, no porque llegaran productos europeos al interior -que llegaban caros por lo que tardaba el transporte- sino que sus productos sólo llegaban a Buenos Aires. Hay planteos que se suscitaron en 1810 y que todavía siguen sin resolverse: los desequilibrios regionales existían y siguen existiendo, es cierto que algunas regiones se desarrollaron más que otras, pero también es cierto que en un país tan extendido geográficamente es muy difícil compaginar los intereses de todos. Antes, esto se manifestaba en guerras civiles y ahora en cambios de gobernadores. Estamos en un Bicentenario, es importante recordar qué es lo que se propone, pero también es importante ver todo lo que falta por hacer y tratar de que el reparto sea más parejo.

- O sea que los desequilibrios regionales han sido una constante durante los últimos 200 años...
- Claro, cuando uno estudia ve ciertas constantes. Por supuesto que después, a partir de 1880, cuando se incorporó toda la Pampa Húmeda a la producción agropecuaria, hubo regiones que se vieron beneficiadas, pero es lo mismo que ya planteaba Pedro Ferrer en 1830: él decía que determinados tipos de comercios sirven para determinados tipos de regiones o provincias, y que hay muchas que no pueden participar. Y ahora pasa lo mismo. Los que pueden participar de la soja, de la ganadería o del trigo, participan, los que no pueden y no tienen otras economías alternativas siguen sufriendo las desigualdades. En teoría, el asunto de la coparticipación debería tapar un poco estos desequilibrios, pero no es tan fácil. Todo esto genera a su vez la migración de las zonas pobres hacia las zonas ricas. En los últimos 30 años, por políticas equivocadas en forma sucesiva, se ha llegado a la formación de un gran conurbano de gente pobre. Esa desintegración del interior hizo que se formaran estos grandes núcleos. Esto se produce porque no hay un reparto equilibrado de la riqueza y no se fomenta el desarrollo del interior como medio para evitar la despoblación. Porque la gente que tiene trabajo en su pueblo se queda en su pueblo. Siempre hubo gente que no trabaja, pero en los últimos años se ha producido un desequilibrio muy grande. Son problemas que se vienen arrastrando pero que cada vez se van haciendo más grandes.

- ¿Cuáles eran los objetivos en 1810? ¿Había una idea de Nación?
- Sí, yo creo que sí, es clarísima. Hubo de todo, porque cuando se produce un hecho como éste, hay intereses de todo tipo, pero Moreno y su grupo tenían muy claro que de acá se iba a la independencia. Sobre Saavedra se ha inventado un cuento que dice que era conservador, pero fue Saavedra el que puso al ejército en contra del Virrey Cisneros y a favor de la gente. Entonces, no era muy conservador que digamos... También había intereses económicos muy fuertes. De los 9 miembros de la Junta, 6 estuvieron de una u otra forma relacionados con el decreto de autorización a los ingleses para comerciar libremente firmado en 1809.

- ¿Qué pasaba en el resto del mundo en esa época?
- En esos años el mundo estaba convulsionado. Cuando uno hace un estudio de los años previos, el clima revolucionario de América del Sur era muy fuerte. La Europa de Napoleón era un lío, el poder realista en el Alto Perú era fuertísimo. porque los grandes ejércitos estaban en el Alto Perú y en Paraguay. Acá no había nadie, estaban las tropas que habían quedado de las invasiones inglesas, pero en Paraguay había 8 mil soldados de línea.

- Con respecto a las ideas que sostienen que en 1810 concurrió gran cantidad de gente con paraguas a la plaza, ¿es real o forma parte de la mitología?
- En ese época había muy pocos paraguas y eran carísimos, eran un elemento de lujo. Eso forma parte de un cuadro que se hizo en 1860. Por otro lado la gente que entró a la plaza era la que tenía autorización para pasar; estuvo digitado quiénes entraban a la plaza y quiénes no. O sea que los amigos del Virrey no podían pasar, pasaban los que apoyaban a la revolución. Había doscientos y pico de personas. Para la época eran muchas.

- ¿Qué piensa acerca de cómo se enseña la historia de la revolución de mayo en las escuelas argentinas?
- Hoy los chicos no saben nada del tema. Cuando doy clases, digo: “Esto yo lo sé, no porque sea profesor de historia, esto lo estudié en la primaria”. Este es el único país en el que la historia nacional se da poco y nada y se enseña más lo extranjero. A cualquier país que vayas, la historia nacional la saben todos. Yo creo que esto forma parte de un plan, porque es muy clarito: cuando uno no sabe de dónde viene, tampoco sabe a dónde va. Una forma de despersonalizar un país es quitarle sus símbolos. ¿Cuánta gente canta el himno? A los chicos les da vergüenza cantarlo. Todo esto forma parte de una enseñanza que ha deteriorado los valores nacionales, la enseñanza de la historia nacional.

- ¿Qué le parecen los festejos por el Bicentenario planeados por los gobiernos nacional y provincial?
- Si se van a hacer bien, me parece bien. Con la conmemoración por las invasiones inglesas (al Río de La Plata) hubo una repercusión muy grande. A mí me gustó porque en menos de un mes, seis personas me vinieron a pedir libros sobre las invasiones, o sea que despertó el interés de la gente. Yo creo que viene bien.

- En 1910 también hubo festejos, pero se trataba de una Argentina diferente...
- Sí, éramos potencia y hubo unos festejos espectaculares. Pero había gente pobre lo mismo. En 1904, terminando el segundo gobierno de Roca, se hizo un estudio que decía que para ese año, que seríamos un poco más de 4 millones de habitantes, producíamos comida para 30 millones, y había gente que pasaba hambre. Ahora producimos comida para 300 millones, somos 40 millones y sigue habiendo hambre.

- ¿Qué queda de los ideales de Mayo?
- Que hay que revivirlos. Desgraciadamente los políticos argentinos se han encargado de deshacer lo que tenía que ser un gran país, que tiene de todo, pero tenemos una clase dirigente que primero cuida sus intereses, evidentemente. Acá no hay una clase dirigente capaz de hacer un proyecto a 10 años, gobierne quien gobierne. Y eso que tenemos una mano de obra altamente calificada, que, comparada con la de otros países, es magnífica. Acá falta espíritu de grandeza y hacer un gran plan de desarrollo, porque tenemos todo, pero falta la grandeza. Y a la Argentina le faltan estadistas.


“En América no hay pueblos originarios”

A lo largo de la entrevista, Barba se manifestó en contra de algunos supuestos que circulan en la sociedad: “Acá los indios también mataron gran cantidad de gente. Rosas, durante una campaña, trajo dos mil quinientos y pico de cautivos blancos que estaban en manos de indios. Entonces no eran tan mansitos”, sostuvo el historiador. Y remarcó que los aborígenes “cuando venían, mataban y se llevaban todo”.

Asimismo aseguró que “en América no hay pueblos originarios, hay pueblos que llegaron primero”. Y baso sus dichos en que “el hombre no es originario de América. Acá vinieron de todos lados, siguiendo las líneas costeras y hubo otros que entraron directamente por (el estrecho de) Bering.


Perfil

Fernando Enrique Barba es titular del doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, de la que además es egresado.

Durante la entrevista realizada en la oficina que ocupa en esa unidad académica, el historiador manifestó su admiración por el ex presidente Arturo Frondizi (1958-1962), a quien calificó de un “tipo que tenía muy claras las pautas para desarrollar un país”. Contó además que en su juventud apoyó la gestión del gobernante radical, pero que en determinado momento se retiró de las filas del frondizismo porque “había prometido determinadas cosas y después las hizo al revés”.

Barba ha realizado gran parte de su carrera en el Archivo Histórico de la Provincia y ha participado como miembro activo de numerosos congresos nacionales e internacionales sobre su especialidad. Actualmente es vicepresidente primero de la Academia Nacional de Historia.


Fuente: Diario La Capital de Mar del Plata,
edición impresa del lunes 28 de diciembre de 2009, páginas 8 y 9.



lunes, 18 de enero de 2010

Critican a gobierno de Madrid por no ayudar a objetores a EpC

Critican a gobierno de Madrid por no ayudar a objetores a EpC


MADRID, 14 Ene. 10 (ACI).- La plataforma Madrid Educa en Libertad criticó al gobierno madrileño de Esperanza Aguirre por no hacer algo por defender a los padres objetores a Educación para la Ciudadanía (EpC), y por usar la sentencia del Tribunal Supremo (TS) para decir que "no puede hacer nada".

La plataforma se refirió a las declaraciones de la consejera de educación de la Comunidad de Madrid, Lucía Figar. Según Madrid Educa en Libertad, la funcionaria afirmó que el gobierno "que preside Esperanza Aguirre no puede hacer nada más por los objetores a EpC, una vez que el TS afirmó que no cabía la objeción de conciencia frente a estas asignaturas".

Madrid Educa en Libertad recordó a Figar que "no ha hecho absolutamente nada para defender a los padres objetores", cuando en realidad la administración podría responder por escrito "para que, en caso de denegarles su derecho, puedan acudir a los tribunales".

"Hay que recordar que, a pesar de lo afirmado por Figar, tras las sentencias del Supremo sobre objeción a EpC, otros tribunales (como el Superior de Justicia de Castilla y León) han dictado centenares de sentencias que eximen a los alumnos objetores de cursar las asignaturas de EpC", expresó.

La plataforma también pidió dar instrucciones para que los alumnos objetores no sean coaccionados y para que los centros educativos respeten las sentencias del TS de febrero de 2009 "que prohibían expresamente adoctrinar o 'imponer criterios sobre cuestiones morales controvertidas' ".

Según Madrid Educa en Libertad, "en el último trimestre de 2009 varios padres madrileños han presentado recurso ante el Tribunal Superior de Justicia en defensa de su derecho a objetar a EpC. Hasta la fecha, el Tribunal madrileño no se ha pronunciado sobre este derecho recogido en la legislación española e internacional".


Video de Profesionales por la Ética "Ni un paso atrás"





España: ¡ni un paso atrás en la defensa de la vida y la familia!



martes, 12 de enero de 2010

Reformar estructuras es importante pero no es lo fundamental, señala Arzobispo mexicano

Reformar estructuras es importante pero no es lo fundamental,
señala Arzobispo mexicano


MÉXICO D.F., 08 Ene. 10 (ACI).- El Arzobispo de León, Mons. José Guadalupe Martín Rábago, señaló que antes que reformar las estructuras sociales, se debe primero revertir el deterioro de la conciencia y del sentido ético de las relaciones sociales, pues ello es la raíz de los males que aquejan al país.

En un mensaje por año nuevo, el Prelado dijo que las reformas estructurales son buenas y necesarias, pero como en el caso de la lucha contra el crimen, de poco servirá un cambio de estructuras "si de parte de los responsables de impartir justicia no hay honestidad y legalidad. El clamor generalizado es ‘debemos combatir la impunidad’".

"Hay un clamor generalizado que pide un nuevo estilo de hacer política y de tener servidores públicos verdaderamente comprometidos en el bien común", afirmó.

Por ello, el Prelado llamó a "discernir con sabiduría las luces y las sombras de nuestra Patria en este momento difícil" y a considerar los graves desafíos del momento como "oportunidades para alcanzar la transformación de las mentalidades y de las estructuras".

Mons. Martín Rábago advirtió que "cuando la dignidad de la persona humana se ha opacado, cuando la vida humana ha perdido su sacralidad, cuando es más importante el tener que el ser, entonces se privilegia la ganancia económica a como dé lugar, sin importar la cuota de sufrimientos y de muerte requerida para alcanzar tan perversos objetivos".



lunes, 11 de enero de 2010

Obispos de México y Argentina a favor del verdadero matrimonio

Obispos de México y Argentina a favor del verdadero matrimonio
Aciprensa / Noticias Globales


Obispos de México cierran filas a favor de verdadero matrimonio:
No a uniones homosexuales


MÉXICO D.F., 07 Ene. 10 (ACI).- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), defendió la institución familiar fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer y llamó a un mayor debate sobre la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio aprobada en el DF, que está causando controversia en la sociedad mexicana.

Según informó el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), el Secretario General del Episcopado, Mons. Víctor René Rodríguez, señaló que los obispos también manifiestan su apoyo al Arzobispo de México, Cardenal Norberto Rivera y a "toda iniciativa que la Arquidiócesis de México lleve a cabo en relación de este tema, causa de controversia en la sociedad y en el seno familiar".

"La institución familiar es la responsable de procrear y propiciar que los niños tengan el referente de un padre y una madre para su educación y desarrollo como personas", recordó.


Solidaridad con Cardenal

En ese sentido, obispos de diferentes estados mexicanos expresaron su solidaridad con el Cardenal Rivera Carrera, por defender los principios familiares y los derechos de los menores.

El Arzobispo de Guadalajara, Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, señaló que ha sido lamentable la aprobación de las uniones homosexuales en el DF y la posibilidad de adoptar niños. "Es la cosa más absurda: daña profundamente a los posibles adoptados porque les distorsiona totalmente su capacidad de identidad", advirtió.

Indicó que la Iglesia respeta a todas las personas y su derecho de llevar la vida que les parezca, pero indicó que es incorrecto que las leyes invadan los ámbitos de una institución divina como es el matrimonio. "Hay muchas formas de formar asociaciones, pero que no le digan matrimonio porque eso es invadir un ámbito que no le pertenece al Estado", expresó.

Por su parte, el Arzobispo de León, Mons. José Guadalupe Martín Rábago, señaló que la actitud de los diputados del DF "no es digna de ser aprobada" porque atentaron contra la "sana antropología" de la sociedad mexicana. Mons. Alberto Suárez, Arzobispo de Morelia, añadió que los legisladores no respetaron la propia antropología humana.






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Quieren impedir predicar la doctrina católica
P. Juan C. Sanahuja



Mons. Baldomero Martini, obispo de San Justo (Pcia. de Buenos Aires) enfrenta una denuncia por discriminación a raíz de una carta que dirigió, el 4 de noviembre pasado (2009), a la Cámara de Diputados de la Nación, en la que expuso la doctrina católica ante los intentos de legalización del mal llamado “matrimonio” homosexual. Denunciado ante el INADI (Instituto Nacional contra la discriminación, la xenofobia y el racismo), Mons. Martini respondió enérgicamente acusando a ese organismo oficial de impedir predicar la doctrina cristiana. Es la segunda vez que la inquisición gay actúa contra un obispo en Argentina, (vid NG 755).


La carta a la Cámara de Diputados

En la carta a la Cámara de Diputados, sobre los proyectos referidos a la pretensión de legalizar las uniones del mismo sexo con el status jurídico del matrimonio, el obispo de San Justo y su obispo auxiliar, Mons. Damián Santiago Bitar, afirman que “resulta obvio decir que cada cosa diferente debe tener su propia denominación. Por ejemplo, no se puede llamar perro indistintamente al gato y al perro; puesto que son dos animales diferentes. Ambos son mamíferos, vertebrados y cuadrúpedos, pero ¿qué duda cabe que un perro es un perro y un gato es un gato?, son dos realidades diferentes. Con relación a estos proyectos de ley, nos vemos en la obligación de explicar a los diputados firmantes de los mismos que, así como un perro no es un gato ni viceversa, la unión estable de un varón y una mujer abierta a la vida -desde siempre conocida como matrimonio, que deriva del latín matri munus, o sea “el oficio de la madre”-, es algo completamente diferente a cualquier otro tipo de unión con connotaciones sexuales. En las convivencias homosexuales va de suyo que no hay madre posible, ni nadie que realice su misión, tampoco hay marido ni mujer, no hay esposos, no hay hijos... En síntesis, no hay nada que tenga que ver con el matrimonio”. (…)

Continúan los obispos diciendo: “El bien común depende de las familias fundadas en verdaderos matrimonios. Y es esa función insustituible de bien común, la que justifica la regulación especial y privilegiada del matrimonio y la familia. En cambio, las uniones del mismo sexo, no sólo no edifican el bien común, sino que lo dificultan seriamente. Significan por definición: menos matrimonios, menos hijos, menos familias. Si ese efecto negativo fuera promovido por las leyes, ya no se podría hablar de “bien” común, sino que habría que calificarlo como una legislación que promueve el “mal común”. Lamentablemente debemos constatar que estamos en presencia de una decadencia moral, que cuando es profunda y estable, termina afectando la capacidad de percibir la realidad tal cual es. Por lo tanto, el bien común exige no legalizar ni promover estas uniones antimatrimoniales”.


Ni matrimonio ni uniones civiles

Mons. Martini y su obispo auxiliar, también refutan en la carta los argumentos utilizados para atentar contra el orden natural legislando sobre el “matrimonio homosexual”. Los argumentos esgrimidos por los obispos también son válidos frente al error malminorista de los que pretenden conformar al homosexualismo político con la inicua figura jurídica de las “uniones civiles”, aunque el lobby gay ya declaró que pretenden los mismos nombres y los mismos derechos, es decir, el mismo régimen que el verdadero matrimonio, incluyendo la adopción.

Ni razones de seguridad social, ni aquellas que hacen referencia a la adquisición y disposición de los bienes, justifican la legalización de uniones antinaturales. Todos los ciudadanos están protegidos por la legislación general que les garantiza esos derechos, dicen los obispos.

Recordamos que los homosexuales pretenden derechos especiales. La orientación sexual no crea derechos. (Vid. Declaración de la Santa Sede de 2006 en la ONU, NG 777)

Los obispos también recuerdan a los diputados que a todos nos juzgará el Justo Juez y que en el Juicio Universal, “no habrá inmunidad parlamentaria que valga”.


La denuncia y la respuesta del obispo

El 5 de noviembre, un particular denunció ante el INADI que “las declaraciones del eclesiástico en referencia al matrimonio de personas del mismo sexo resultan ser altamente discriminatorias”. El INADI aceptó la denuncia y emplazó al obispo a que en el término de 10 días ofrezca su descargo.

Mons. Martini respondió que el INADI es “un organismo de tercera o cuarta categoría”, que incurrió en “una flagrante violación al tratado de derecho internacional público suscripto entre la República Argentina y la Santa Sede”, que garantiza la predicación de la doctrina católica a todos los obispos y autoridades eclesiásticas. Martini reclamó además que “se tomen las medidas pertinentes, también contra los funcionarios del INADI que resulten responsables de tal violación”.

En la respuesta al INADI, el obispo afirma: “Que mis palabras se enmarcan en la enseñanza de la Iglesia es una verdad de Perogrullo. Basta leer en la Sagrada Biblia, tanto en el Antiguo Testamento, donde en el primer libro, el Génesis, se menciona la destrucción, por mano divina, de las ciudades de Sodoma y Gomorra, por la práctica de la homosexualidad por parte de sus habitantes. En el Nuevo Testamento son también muchas las referencias al tema, entre ellas las expresiones de San Pablo en la Carta a los Romanos. Pasando a textos más recientes del Magisterio Universal de la Iglesia, menciono el Catecismo de la Iglesia Católica (n° 2357 a 2359), y los documentos emanados de la Congregación para la Doctrina de la Fe, titulados: Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, del 1° de octubre de 1986; Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, del 23 de julio de 1992; y Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, del 31 de julio de 2003. Ofrezco como prueba de mis dichos, todos estos documentos, que prueban de modo indubitado, que las declaraciones que se me atribuyen, no son otra cosa que una divulgación de la doctrina de la Iglesia Católica”, y, citando al Catecismo de la Iglesia Católica n° 2358, dice: “‘Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta’. Va de suyo que hay discriminaciones que son justas. Por ejemplo, un ciego no puede pretender ser el arquero de la selección nacional de fútbol; y si lo pretendiera, no se le debería permitir tal deseo, sin que tal impedimento pueda ser calificado de ‘discriminatorio’ ”.






jueves, 7 de enero de 2010

Arzobispo pide a sacerdotes santidad, radicalidad y sana doctrina

Arzobispo pide a sacerdotes santidad, radicalidad y sana doctrina


SEVILLA, 05 Ene. 10 (ACI) .- En su primera carta pastoral dirigida a los presbíteros por el Año Sacerdotal, el Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, instó a los sacerdotes a ser ejemplos de santidad y cercanía con el Señor, así como a desprenderse de la tibieza y a enseñar la sana doctrina católica en comunión con la Iglesia sin admitir ningún tipo de disenso.

En su extensa carta, el Prelado comenta que si bien el materialismo y el utilitarismo hacen complicado vivir la "atmósfera de tensión moral que exige el Evangelio", la cuestión principal a la que la Iglesia ha de hacer frente hoy "no se encuentra en la sociedad, en el laicismo militante, en la orientación inmanentista de la cultura o en las iniciativas legislativas que prescinden de la ley natural, todo lo cual ciertamente obstaculiza nuestra misión y nos hace sufrir. El problema no es tanto externo, sino interno; es un problema de casa y no sólo de fuera".

Seguidamente resalta que "muchos de los males de los que en tantas ocasiones nos lamentamos está en nosotros, los sacerdotes". "Si fuéramos más santos, más celosos, más ejemplares y apostólicos, místicos y testigos al mismo tiempo, con una fuerte experiencia de Dios, florecería más la vida cristiana de nuestro pueblo, que necesita del acompañamiento cercano de sacerdotes santos", agrega.

"No es la sociología o las tendencias culturales del momento presente las que deben marcarnos el paso fijando nuestra identidad y nuestro papel en la Iglesia y en la sociedad, pues lo harán siempre a la baja, laicizando o desnaturalizando la sacralidad de nuestro ministerio de acuerdo con los criterios de la cultura secularizada", indica y destaca que "nuestro sacerdocio está marcado con el sello del sacerdocio de Cristo, para participar en su función de único Mediador y Redentor".

El Arzobispo advierte luego que "el aburguesamiento espiritual y la tibieza es la situación espiritual más peligrosa que puede acechar a un cristiano, y mucho más a un sacerdote, porque el tibio no es consciente de su situación ni de los peligros que le amenazan. En consecuencia, no siente la necesidad de convertirse". Tras este planteamiento, se dirige a los sacerdotes de Sevilla, a los que aconseja que se sacudan "la tibieza que nos esteriliza y que hace también estéril nuestro ministerio".

El Prelado propone luego una serie de medios espirituales para evitar este mal como la confesión frecuente, la Eucaristía, el Rosario, entre muchos otros y se refiere luego a la enseñanza correcta de la doctrina católica.

En todas las ocasiones que un sacerdote tiene para hacer esto, prosigue, "no podemos olvidar la comunión con la Iglesia. La Palabra es de Dios, no es nuestra, como no es nuestra la doctrina, que es de la Iglesia. El Pueblo de Dios tiene derecho a escuchar de los labios de sus sacerdotes la Palabra íntegra, sin adulterarla, sin arrancar páginas. Tiene derecho igualmente a que le entreguemos la doctrina genuina, sin reduccionismos, en comunión estrecha con el Magisterio del Papa y de los Obispos".

Por ello, "no son admisibles las mutilaciones selectivas, de acuerdo con los dogmas seculares de la nueva cultura inmanentista, como tampoco lo es, como recientemente nos ha dicho el Papa, tamizar la doctrina auténtica del Concilio Vaticano II por nuestra sensibilidad, por nuestras opciones personales o desde posiciones ideológicas ajenas a la Tradición viva de la Iglesia, pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino la Palabra sacrosanta e intemporal de Jesucristo, de la que la Iglesia es su depositaria e intérprete".

"Otro tanto cabe decir del respeto que debemos observar por las normas litúrgicas, en la celebración de la Santa Misa y en la administración de los sacramentos, pues ni la Eucaristía ni los sacramentos son nuestros, sino de la Iglesia. No caben, pues, arbitrariedades ni protagonismos, que sólo corresponden al Señor", concluye.


Para leer la carta completa ingrese a:
http://www.archisevilla.org/images/pdfs/PASTORAL_ASENJO_SACERDOTES_DIC09.pdf



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