viernes, 11 de diciembre de 2015

Una desobediencia al mandato misionero de Cristo

¿La Iglesia ha renunciado a Evangelizar a los Judíos?
Ernesto Domingo Álvarez


Especial para “Sagrada Tradición”


La “Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo” elaboró un documento llamado “Los Dones y la llamada de Dios son Irrevocables (Rom 11, 29)” que fue presentado ayer en el Vaticano.

Con la firma del Cardenal Kurt Koch y fechado el 10 de diciembre esta curiosa declaración de principios afirma en su número 40: «Es fácil entender que la así llamada “misión a los Judíos”, es para los Judíos una cuestión muy delicada y sensible, porque a sus ojos lleva implicada la existencia misma del Pueblo Judío. Esta cuestión se demuestra también ardua para los Cristianos, pues a sus ojos el significado de la universalidad salvífica de Jesucristo, y por consiguiente la misión universal de la Iglesia, tienen una importancia crucial. La Iglesia se ve así obligada a considerar la evangelización en relación a los Judíos, que creen en un sólo Dios, con unos parámetros diferentes a los que adopta para el trato con las gentes de otras religiones y concepciones del mundo. En la práctica esto significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos. Pero, aunque se rechace en principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos, aunque deben hacerlo de un modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de la Shoah» (ver aquí: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/relations-jews-docs/rc_pc_chrstuni_doc_20151210_ebraismo-nostra-aetate_sp.html#La_universalidad_de_la_salvación_en_Jesucristo_y_la_Alianza_irrevocable_di_Dios_con_Israel).

Aunque quedan las papas salvadas porque, en su Prefacio, este documento indica claramente que «no constituye un documento magisterial o una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica», sin embargo «pretende ser un punto de partida para un ulterior pensamiento teológico».

Ahora bien… ¿cómo puede ser “un punto de partida para un ulterior pensamiento teológico” este documento que declara que “la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos”?

¿Acaso el Espíritu Santo no inspiró a san Pedro Apóstol, la mañana de Pentecostés, para predicar el Evangelio a sus compatriotas judíos? Si este ejemplo de la Escritura ya no corre más, por favor, que nos lo digan… Quisiéramos saber que hombre puede corregir a Dios y su Revelación. 

No se dieron cuenta de que, en palabras del Beato Pablo VI, «existe un nexo íntimo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización. Mientras dure este tiempo de la Iglesia, es ella la que tiene a su cargo la tarea de evangelizar». Y que esta evangelización implica fundamentalmente la predicación, como sostiene el Papa Montini: «Sí, es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje… Por esto conserva también su actualidad el axioma de San Pablo: “la fe viene de la audición” (Rom 10, 17), es decir, es la Palabra oída la que invita a creer».

No leyeron la “Redemptoris Missio” de San Juan Pablo II, donde el diálogo interreligioso es ubicado dentro de la “Misión Ad Gentes”, es decir, en el marco de la misión de la Iglesia Católica hacia los Gentiles, hacia los que no conocen a Cristo… para, precisamente, anunciarles la Buena Noticia de Jesucristo “único Salvador del Mundo”?

«Pero ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán sin haber oído de El? Y ¿cómo oirán si nadie les predica?... Luego, la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra de Cristo» (Rom 10, 14.17).

Este documento –aunque no forme parte del magisterio de la Iglesia– es una muestra más de la absoluta decadencia de la inteligencia en la Jerarquía Católica, que se manifiesta cada vez como más distanciada de la Verdad y arrodillada ante los poderosos de este mundo. 

No olvidemos, para terminar, al Apóstol San Pablo: «Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9, 16).


[Se puede reproducir citando la fuente]





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