martes, 15 de septiembre de 2015

Los Inmorales nos han Igualado

Se acerca otra vez el Sínodo de la Familia 
(o Miniconcilio de la Familia Talmúdica-Masónica)
Ernesto Domingo Álvarez


Se prepara la Revolución para Octubre


Especial para SagradaTradición.- El Cardenal Reinhard Marx, Presidente del Episcopado Alemán y miembro del Consejo de los ocho Cardenales que están ayudando al Papa Francisco con la reforma de la Curia y el gobierno de la Iglesia universal, está contento porque le han metido su metralla en el “Instrumentum laboris” Sinodal-Miniconciliarista que busca la “apertura” de la Iglesia a nuestro “mundo moderno”, montándose sobre las enseñanzas heréticas del también Alemán Cardenal Walter Kasper. En ese “Instrumentum laboris”  se hablan ambigüedades e infamias, como el vergonzante número 78 que exige a la Iglesia “adoptar una comunicación clara y cautivadora, abierta, que no moralice, juzgue y controle” (sic!). O el bochornoso número 137, criticado por 50 expertos moralistas católicos del mundo, que señalan firmemente que este parágrafo debe ser rechazado y reemplazado por un fuerte respaldo a la enseñanza de la Humanae vitae y una clara explicación de la relación entre la conciencia y las normas morales objetivas como enseña la Veritatis splendorel texto parece poner en cuestión la Tradición de la Iglesia y la enseñanza explícita de la encíclica Veritatis splendor (nn. 79-82. 115)” (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=24835).  

Además, ha dicho el obstinado Kasper –y por si todo lo anterior fuera poco, esta vez el tema central del Sínodo 2015 será el de la contra-natura (sic)... que en el Sínodo del año pasado tuvo un papel secundario, pero que –siempre según él– ahora no será así: tendrá tratamiento especial (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=24123).  

Según la manía relativista-dictatorial de estos nuevos “intérpretes” del “partido del mundo” dentro de la Iglesia, hay que ir al Sínodo dispuestos al “debate” para el “consenso” sobre los temas de divorcio, adulterio, homosexualidad, etc., pero hay que hacerlo “sin moralizar, juzgar o controlar” es decir sin preconceptos (sic)... 

Ahora bien ¿qué quiere decir esto a ciencia cierta? Traduzcamos: en lenguaje herético-modernista significa ir al debate pero “no” con la postura de la Doctrina Moral Católica, sino con la postura liberal-marxista-pseudocatólica-sincretista de los hermanos talmúdicos-masónicos. Es decir, con el encargo de sustituir las enseñanzas de Jesucristo y su Evangelio por la nueva religión popular del “pluralismo democrático”, adoptada por tantos pseudocatólicos despistados y en vías de ser asimilados al Nuevo Orden Mundial que fomentan los hermanos mayores y los hermanos tres puntos.

¿Es que vamos a incorporar suplantaciones a nuestro Credo Católico, porque el ecumaníaco-relativista-dictatorial-heresiarca Kasper junto con otros heterodoxos –algunos de ellos sospechados de invertidos– así lo desean? ¿Desde cuándo un católico puede hacer doctrina “a la carta”, según su gusto y placer, según sus preferencias o diversidades? ¿Acaso los católicos tenemos que estar pendientes de lo que nos digan Teólogos, Obispos y Papas de cada época para saber cual es nuestra Fe? ¿No tenemos la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia que Cristo nos legó para saber en qué creemos?

Y no es que esto de poder advertir los errores que atentan contra la Fe Revelada en el discurso de muchos eclesiásticos sea sólo para iluminados... Basta con leer lo que dicen estos modernos cultores del totalitarismo relativista trasvestido en “diversidad” y confrontarlo simplemente con el Catecismo. Si hay contradicción, es señal de que algo está mal. Y, según creo, el Catecismo no puede estarlo... 

Llegados a este punto, parece bueno y oportuno preguntarnos ¿qué hacer frente a esta enorme crisis de la Iglesia y gran confusión generalizada? Ante todo, es crucial evitar seguir documentos, normativas o frases de moda, por más que provengan de encumbrados miembros de la Jerarquía... pero cuya doctrina entre en clara incoherencia o lisa y llana contradicción con la doctrina del Evangelio tal como la Iglesia siempre la ha enseñado. Y no solamente “evitar seguir”... También denunciar esos textos por falsificar el mensaje cristiano y adaptarse al mundo, en contra de lo que exige el Evangelio.

Y si, tal como se empeñan en subrayar los del “partido del mundo” en la Iglesia, sólo se proponen cambios en la “disciplina” y no en la “doctrina”... ¡no les crean! Cualquier cambio en la pastoral que contradiga los principios doctrinales del Evangelio, termina siendo antes o después un cambio en la misma “doctrina”, aunque no se lo haga “oficialmente” y/o no nos percatemos de ello. Porque si la pastoral se debe organizar necesariamente de acuerdo a la doctrina del Evangelio, porque la doctrina del Evangelio es verdadera... modificar la pastoral va en detrimento de ella. En clave cristiana, hay que salvar la ortodoxia y la ortopraxis. Salvo que queramos vivir esquizofrénicamente la fe... lo cual es posible. Pero esto nos empuja irremediablemente hacia una vivencia patológica de la fe... lo cual también es posible. Y como ya señaló gravemente el Cardenal Müller: toda división entre la “teoría” y la “praxis” de la fe sería el reflejo de una sutil “herejía” cristológica de fondo... (http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22684). Entonces: ¡no se puede alterar la pastoral sin que finalmente sufra perjuicio el mismo Evangelio!

Además, los católicos no creemos en ningún otro Evangelio que no sea el transmitido desde los tiempos apostólicos. El Espíritu Santo nos dio la Revelación –Tradición y Escritura–, y la autoridad para interpretarla en el Magisterio Eclesiástico, que no está por encima sino al servicio de esa misma Fe Revelada. 

Así comprendemos mejor por qué no puede haber “una nueva interpretación” del Evangelio y de la doctrina engendrada por Él, que contradiga la interpretación de siempre en sus elementos esenciales y fundamentales, pues esto sería como afirmar que Dios y la Iglesia “cambian de opinión según la ocasión”... ¡Y eso no es posible! Pondría a Dios y a la Iglesia por mentirosos. Y los haría poco confiables. En aquello que es esencial y que se encuentra divinamente revelado no hay posibilidad de cambio sin rebajar despectivamente la Buena Noticia que nos presentó Jesucristo. ¿Entonces? Entonces digamos ¡no! al pseudo-magisterio camaleónico de los herejes actuales, aunque estén ocupando los peldaños más altos de la jerarquía de la Iglesia.

¿Soberbia? ¡No! Prudencia. Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, leemos en el Nuevo Testamento (cf. Hechos 5, 29). Y si existen sospechas serias de que “estos hombres” –aunque miembros de la jerarquía– están “mundanizados” y sus enseñanzas están en contradicción con lo que la Iglesia enseñó en forma constante durante dos mil años... ¿cómo darles crédito entonces? Sería infidelidad a Jesucristo y a su Evangelio. ¿O acaso no asistió el Espíritu Santo a la Iglesia durante XX siglos? ¿O sólo desde hace apenas 50 años los católicos sientes su soplo?

¿Es esto un “lío”?, podría alguien preguntarse lícitamente... ¡Sí! Lo es... ¿Provocado por quién? Principalmente –creo no exagerar– por el que mandó hacerlo... Quien además, con sus recientes “Motu Proprio” sobre las “nulidades matrimoniales”, a embarrado la cancha de una manera fenomenal. Está prohibido llamarlo divorcio… ¡pero cómo se le parece! Advierte, al respecto, el prestigioso vaticanista italiano Sandro Magister que: “En el proceso ordinario [que promueve Francisco] la novedad principal es la abolición de la obligatoriedad de la doble sentencia de nulidad. Con una sola bastará, como ya se había permitido de manera experimental entre el 1971 y el 1983 a los tribunales eclesiásticos de los Estados Unidos, si bien después hubo que revocar dicha concesión a causa de la gran cantidad de nulidades concedidas por los tribunales y la mala fama de «divorcio católico» que de ello se derivaba” (http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1351131?sp=y). Tal grave situación tuvo que ser zanjada por San Juan Pablo II, quien abolió tan traumática experiencia y promulgó luego el Código de Derecho Canónico de 1983. Pero -vaya situación ahora- lo que se abolió por ser una experiencia demoledora de la institución matrimonial, hoy se vuelve a proponer -reciclada y con el apoyo de la prensa- como la novedad que salvará a los católicos divorciados vueltos a casar...

Por supuesto, si faltaba algo y tal como todo lo hacía suponer, el Cardenal Burke no ha sido invitado al Sínodo...

Ante semejante crisis y deriva eclesial, es necesario que confiemos en Dios y también que hagamos nuestra parte. Tal como san Francisco de Asís dijo a sus frailes en su lecho de muerte: “Yo hice mi parte, que el Señor les muestre la suya”. 

Pueda ser que los Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica -no sólo los laicos- también se sientan interpelados por las palabras del Santo de Asís.





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