domingo, 13 de julio de 2014

Canonizaciones - Roberto de Mattei

Canonizaciones
Roberto de Mattei


Una entrevista de la Revista Mensual “Catholic Family News” al Prof.  Roberto de Mattei* en el pasado mes de Abril del 2014, donde a propósito de las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II se refiere al proceso de las canonizaciones en general con interesantes puntos de vista.


Catholic Family News: Profesor de Mattei, las inminentes canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo II suscitan, por varias razones, dudas y confusión. Cómo católico y como historiador, ¿cuál es el juicio que desea expresar?

Roberto de Mattei: Puedo expresar una opinión personal, sin pretensiones de resolver un problema complejo. Ante todo, estoy perplejo, hablando en general, por la facilidad con la que, en los últimos años, se inician y concluyen los procesos de canonización. El Concilio Vaticano I definió el primado de jurisdicción del Papa y la infalibilidad de su Magisterio bajo ciertas condiciones, pero no ciertamente la impecabilidad personal de los Soberanos Pontífices. En la historia de la Iglesia hubo buenos y malos Papas, y aquellos solemnemente elevados a los altares fueron pocos en número. Hoy, uno tiene la impresión de que, en lugar del principio de infalibilidad del Papa, existe el deseo de sustituirlo por el de su impecabilidad. Todos los Papas, o mejor dicho, los más recientes Papas, a partir del Concilio Vaticano II, son presentados como santos. No es por casualidad que las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II han dejado atrás la canonización de Pío IX y la beatificación de Pío XII, mientras que la causa de Pablo VI avanza. Casi parece que un halo de santidad debe envolver la era del Concilio y del PostConcilio, para “infalibilizar” una época histórica que vio la primacía de la praxis pastoral afirmarse sobre la doctrina de la Iglesia.


CFN:¿Usted sostiene, entonces, que los últimos Papas no han sido santos?

RdM: Permítame explicarme usando el ejemplo de un Papa que yo conozco bien, como historiador: Juan XXIII. Después de haber estudiado el Concilio Vaticano II, examiné en profundidad su biografía y consulté las actas de su proceso de beatificación. Cuando la Iglesia canoniza un fiel, no quiere solamente asegurar que el difunto está en la gloria del cielo, sino que lo propone como modelo de virtud heroica. Según los casos, se tratará de un perfecto religioso, párroco, padre de familia, y así sucesivamente. En el caso de un Papa, para ser considerado santo debe haber ejercitado la virtud heroica en el desempeño de su misión como Pontífice, como fue, por ejemplo, el caso de San Pío V o San Pío X. Y bien, en lo que se refiere a Juan XXIII, estoy seguro después de una cuidadosa consideración, de que su Pontificado fue objetivamente perjudicial para la Iglesia y entonces es imposible hablar de santidad en él. El Padre Dominico Innocenzo Colosio, uno que entiende la santidad y es considerado uno de los más grandes historiadores de la espiritualidad en los tiempos modernos, afirmó esto antes que yo, en un famoso artículo aparecido en la «Rivista de Ascetica e mistica».


CFN: Si, como usted piensa, Juan XXIII no era un Pontífice santo, y si, como parece, las canonizaciones son un acto Papal infalible, nos encontramos frente a una gran contradicción. ¿No hay riesgo de caer en el sedevacantismo?

RdM: Los sedevacantistas aplican un significado excesivo a la infalibilidad Papal. Su razonamiento es simplísimo: si el Papa es infalible y hace algo malo, eso significa que la Sede está vacante. La realidad es mucho más compleja y la premisa según la cual cada acto -o casi todo acto- del Papa es infalible, está equivocada. En realidad, si las próximas canonizaciones causan problemas, el sedevacantismo causa infinitamente mayores problemas de conciencia.


CFN: Sin embargo, la mayoría de los teólogos, especialmente los más seguros, los de la llamada “Escuela Romana”, apoyan la infalibilidad de las canonizaciones.

RdM: La infalibilidad de las canonizaciones no es un dogma de fe, y esta es la opinión de la mayoría de los teólogos, sobre todo después de Benedicto XIV, que la expresó además como doctor privado y no como Soberano Pontífice. En cuanto a lo que se refiere a la “Escuela Romana”, el más eminente representante de esa escuela teológica, que todavía vive, es Monseñor Brunero Gherardini. Y Mons. Gherardini ha expresado en la revista «Divinitas» dirigida por él, todas sus dudas sobre la infalibilidad de las canonizaciones. Se que en Roma, distinguidos teólogos y canonistas, discípulos de otro ilustre representante de la Escuela Romana, Mons. Antonio Piolanti, tienen las mismas dudas que Monseñor Gherardini. Ellos sostienen que las canonizaciones no cumplen con las condiciones establecidas por el Concilio Vaticano I para garantizar la infalibilidad de un acto Papal. La sentencia de la canonización no es en sí misma infalible, porque carece de las condiciones necesarias para la infalibilidad, partiendo del hecho de que la canonización no tiene como objetivo directo o explícito, una verdad de Fe o de moral contenida en la Revelación, sino solo un hecho indirectamente conectado con el dogma, sin ser propiamente un “hecho dogmático”. El campo de la fe y de la moral es amplio, porque contiene toda la doctrina cristiana especulativa y práctica, el creer y el obrar humano, pero una distinción es necesaria. Una definición dogmática nunca puede implicar la definición de una nueva doctrina en materia de fe o de moral. El Papa sólo puede hacer explícito lo que esta implícito en fe y moral, y es transmitido por la Tradición de la Iglesia. Aquello que los Papas definen debe estar contenido en la Escritura y en la Tradición, y esto es lo que garantiza la infalibilidad del acto. Esto ciertamente no es el caso para las canonizaciones. No es un accidente que la doctrina de las canonizaciones no esté contenida en los Códigos de Derecho Canónico de 1917 y de 1983, ni en los Catecismos de la Iglesia Católica, antiguos y nuevos. En referencia a este tema, además del mencionado estudio de Mons. Gherardini, hay un excelente artículo de José Antonio Ureta aparecido en la edición de marzo del 2014 de la revista «Catolicismo».


CFN: ¿Usted sostiene que las canonizaciones perdieron su carácter infalible, tras el cambio de procedimiento de canonización, querido por Juan Pablo II en el año 1983?

RdM: Esta posición es sostenida en el «Courrier de Rome» por una excelente teólogo, el P. Jean-Michel Gleize. Por otra parte, uno de los argumentos en los que el Padre Low, en el artículo sobre las  “Canonizaciones” de la «Enciclopedia Cattolica», basa su tesis de la infalibilidad, es la existencia de un enorme complejo de investigaciones y verificaciones, seguido por dos milagros que preceden a la canonización. No hay duda de que después de la reforma del procedimiento querida por Juan Pablo II en 1983, este proceso de comprobación de la verdad se ha convertido en mucho más débil y se ha producido un cambio de la concepción misma de la santidad. El argumento, sin embargo, no me parece decisivo porque el proceso de canonización ha cambiado profundamente a lo largo de la historia. La proclamación de la santidad de Ulrich de Augsburgo, hecha por Juan XV en el año 993, considerada como la primera canonización pontificia, se realizó sin ninguna investigación por parte de la Santa Sede. El proceso de investigación a fondo se remonta principalmente a Benedicto XIV: él fue responsable, por ejemplo, de la distinción entre canonización formal, de acuerdo con todas las normas canónicas, y canonización equivalente, cuando un siervo de Dios es declarado santo por la virtud de la veneración popular. Santa Hildegarda de Bingen recibió el título de santa después de su muerte, y el Papa Gregorio IX, a partir de 1233, comenzó la investigación para la canonización. Sin embargo, nunca hubo una canonización formal. Tampoco Santa Catalina de Suecia, hija de Santa Brígida, fue canonizada. Su proceso se llevó a cabo entre 1446 y1489, pero nunca se concluyó. Ella fue venerada como Santa sin haber sido canonizada.


CFN: ¿Qué piensa usted de la tesis de Santo Tomás, también expuesta en el artículo sobre las “Canonizaciones” del «Dictionnaire de Théologie Catholique», según la cual si el Papa no fuera infalible en una declaración solemne como la canonización, se engañaría a si mismo y a la Iglesia?

RdM: Es primer lugar debemos disipar un malentendido semántico: es un acto no infalible, no un acto equivocado que engaña necesariamente, sino solo un acto sujeto a la posibilidad de error. De hecho, este error podría ser muy raro o nunca sucedido. Santo Tomás, equilibrado, como siempre, en su juicio, no es “infalibilista” hasta el final. Él se preocupa con razón por defender la infalibilidad de la Iglesia, y lo hace con un argumento de razón teológica, por el contrario. Su argumento puede ser recibido en sentido amplio, pero admitiendo la posibilidad de excepciones. Estoy de acuerdo con él en que la Iglesia en su conjunto no puede errar. Esto no quiere decir que todo acto de la Iglesia, como el acto de la canonización, sea en sí mismo necesariamente infalible. El asentimiento que se presta a los actos de canonización es de fe eclesiástica, no divina. Esto significa que el fiel cree porque acepta el principio de que la Iglesia no suele errar. La excepción no cancela la regla. Un influyente teólogo alemán, Bernhard Bartmann, en su «Manual de Teología Dogmática» (1962), compara la veneración (culto) de un falso santo al homenaje tributado a un falso embajador de un rey. El error no quita el principio de que el rey tiene verdaderos embajadores y la Iglesia canoniza a los verdaderos santos.


CFN: Entonces ¿en qué sentido podemos hablar de la infalibilidad de la Iglesia en las canonizaciones?

RdM: Estoy convencido de que sería un grave error reducir la infalibilidad de la Iglesia al Magisterio Extraordinario del Romano Pontífice. La Iglesia no sólo es infalible cuando enseña de manera extraordinaria, sino también en su Magisterio Ordinario. Pero así como existen condiciones de infalibilidad para el Magisterio Extraordinario, también existen condiciones de infalibilidad para el Magisterio Ordinario. Y la primera de ellas es su universalidad, que se prueba cuando una verdad de fe o de moral se enseña de manera constante a través del tiempo. El Magisterio puede enseñar infaliblemente una doctrina con un acto definitivo del Papa, o con un acto no definitivo del Magisterio Ordinario, a condición de que esta doctrina haya sido constantemente mantenida y transmitida por la Tradición y por el Magisterio ordinario y universal. La instrucción «Ad Tuendam Fidem» de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 18 mayo de 1998 (nº 2) lo confirma. Por analogía, se podría argumentar que la Iglesia no puede equivocarse cuando ella confirma la verdad, constantemente en el tiempo, en relación con la fe, hechos dogmáticos, usos litúrgicos. Las canonizaciones también pueden caer en este grupo de verdades conexas. Se puede estar seguro de que Santa Hildegarda de Bingen se encuentra en la gloria de los santos, y puede ser propuesta como modelo, no porque ella haya sido solemnemente canonizada por un Papa, ya que en su caso no hubo nunca una canonización formal, sino porque la Iglesia reconoció su culto, sin interrupción, desde su muerte. Con mayor razón para los santos que tuvieron canonización formal, como San Francisco o Santo Domingo, la certeza infalible de su gloria en un sentido diacrónico (desarrollado en el tiempo) deriva del culto universal que la Iglesia les ha tributado y no por un  juicio de canonización en sí mismo. La Iglesia no engaña, en su Magisterio universal, pero se puede admitir un error por parte de las autoridades eclesiásticas circunscrito en el tiempo y el espacio.


CFN: ¿Le gustaría resumir su opinión?

RdM: La canonización del Papa Juan XXIII es un acto solemne del Soberano Pontífice, que deriva de la autoridad suprema de la Iglesia, y que debe ser considerada con respeto, pero no es un juicio infalible en sí mismo. El ejercicio de la razón, con el apoyo de un examen cuidadoso de los hechos, demuestra con toda claridad que el Pontificado de Juan XXIII no ha sido beneficioso para la Iglesia. Si tuviera que admitir que el Papa Roncalli ha ejercido la virtud de un modo heroico, cumpliendo su rol de Pontífice, me socavaría en el núcleo, los presupuestos racionales de mi fe. En caso de duda, me adhiero al dogma de fe establecido por el Concilio Vaticano I, según el cual no puede existir contradicción entre la fe y la razón. La fe trasciende la razón y la eleva, pero no la contradice, porque Dios, la Verdad misma, no es contradictorio. Me siento en conciencia capaz de mantener todas mis reservas en cuanto a este acto de canonización.



* El Profesor Roberto de Mattei enseña “Historia de la Iglesia” en la Universidad Europea de Roma, Facultad de Ciencias Históricas. Es Vicepresidente del Consejo Nacional de Investigación [Consiglio Nazionale delle Ricerche, CNR], y miembro de los Consejos de Administración del Instituto Histórico de la Edad Moderna y Contemporánea y de la Sociedad Geográfica Italiana. Es Presidente de la Fundación Lepanto y edita las revistas académicas “Radici Cristiane” y “Nova Histórica”. Además colabora con el Consejo Pontificio de Ciencias Históricas, y la Santa Sede le concedió la insignia de la Orden de San Gregorio Magno, en reconocimiento a sus servicios a la Iglesia. 
Entre sus obras más recientemente publicadas destacamos:
- El Concilio Vaticano II: Una Historia Nunca Contada (2012);
- Bendito Pío IX (2004);
- Guerra Santa, la guerra justa: el Islam y la Cristiandad en Guerra (2007);
- La Dictadura del Relativismo (2007);
- Turquía en Europa: ¿Beneficio o Catástrofe? (2009)



Fuente: 

Traducción:
Sagrada Tradición





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