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lunes, 13 de junio de 2016

¿Fiestita herética para todos y todas?

¿Quién es la "obispa" que visitará Francisco para celebrar la herejía luterana?


La “obispa” de Suecia, Eva Brunne, que reúne toda la corrección política progre-liberal, fue en su momento quien decidió quitar las cruces de las iglesias donde hospedó “refugiados”… para que los inmigrantes musulmanes se sientan bienvenidos. ¡Curiosa forma de evangelizar! [http://www.actuall.com/laicismo/una-obispa-lesbiana-quiere-retirar-las-cruces-de-las-iglesias-de-suecia-para-atraer-a-los-musulmanes/].

Ella, lesbiana activa y declarada, fue elegida en Estocolmo como "obispa" a los 55 años de edad. Convive con su "compañera", Gunilla Linden, y crian un niño de 3 años... "hijo de éstas", dice la prensa. [http://protestantedigital.com/internacional/23280/Suecia_eligen_obispa_luterana_a_una_lesbiana_con_pareja]. 

Pero aunque esta deriva liberal-progresista de los hijos desviados de Lutero en Suecia les hace perder fieles... por ahora parece preocuparles muy poco. ¡Quizás sea porque plata no les falta! Veamos, de todos modos, un poco de su historia y algunas estadísticas.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Una desobediencia al mandato misionero de Cristo

¿La Iglesia ha renunciado a Evangelizar a los Judíos?
Ernesto Domingo Álvarez


Especial para “Sagrada Tradición”


La “Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo” elaboró un documento llamado “Los Dones y la llamada de Dios son Irrevocables (Rom 11, 29)” que fue presentado ayer en el Vaticano.

Con la firma del Cardenal Kurt Koch y fechado el 10 de diciembre esta curiosa declaración de principios afirma en su número 40: «Es fácil entender que la así llamada “misión a los Judíos”, es para los Judíos una cuestión muy delicada y sensible, porque a sus ojos lleva implicada la existencia misma del Pueblo Judío. Esta cuestión se demuestra también ardua para los Cristianos, pues a sus ojos el significado de la universalidad salvífica de Jesucristo, y por consiguiente la misión universal de la Iglesia, tienen una importancia crucial. La Iglesia se ve así obligada a considerar la evangelización en relación a los Judíos, que creen en un sólo Dios, con unos parámetros diferentes a los que adopta para el trato con las gentes de otras religiones y concepciones del mundo. En la práctica esto significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos. Pero, aunque se rechace en principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos, aunque deben hacerlo de un modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de la Shoah» (ver aquí: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/relations-jews-docs/rc_pc_chrstuni_doc_20151210_ebraismo-nostra-aetate_sp.html#La_universalidad_de_la_salvación_en_Jesucristo_y_la_Alianza_irrevocable_di_Dios_con_Israel).

Aunque quedan las papas salvadas porque, en su Prefacio, este documento indica claramente que «no constituye un documento magisterial o una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica», sin embargo «pretende ser un punto de partida para un ulterior pensamiento teológico».

Ahora bien… ¿cómo puede ser “un punto de partida para un ulterior pensamiento teológico” este documento que declara que “la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos”?

¿Acaso el Espíritu Santo no inspiró a san Pedro Apóstol, la mañana de Pentecostés, para predicar el Evangelio a sus compatriotas judíos? Si este ejemplo de la Escritura ya no corre más, por favor, que nos lo digan… Quisiéramos saber que hombre puede corregir a Dios y su Revelación. 

miércoles, 18 de mayo de 2011

Card. Koch: “El motu proprio es sólo el comienzo de este nuevo movimiento litúrgico”

Card. Koch: “El motu proprio es sólo el comienzo de este nuevo movimiento litúrgico”


Presentamos nuestra traducción de la relación del Cardenal Kurt Koch en el congreso sobre el motu proprio Summorum Pontificum que se ha celebrado en los pasados días en Roma.


“La reforma de la liturgia no puede ser una revolución. Ella debe intentar tomar el verdadero sentido y la estructura fundamental de los ritos transmitidos por la tradición y, valorizando prudentemente lo que está ya presente, los debe desarrollar ulteriormente de manera orgánica, yendo al encuentro de las exigencias pastorales de una liturgia vital”. Con estas iluminadas palabras, el gran liturgista Josef Andreas Jungmann comentó el artículo 23 de la constitución sobre la sagrada liturgia del concilio Vaticano II, donde son indicados los ideales que “deben servir de criterio para toda reforma litúrgica” y de los que Jungmann dijo: “Son los mismos que han sido seguidos por todos aquellos que con perspicacia han pedido la renovación litúrgica”. Diversamente, el liturgista Emil Lengeling ha afirmado que la constitución del concilio Vaticano II marcó “el fin del medioevo en la liturgia” y llevó a cabo una revolución copernicana en la comprensión y en la praxis litúrgica.

He aquí mencionados los dos polos interpretativas opuestos, que constituyen el punto crucial de la controversia desarrollada en torno a la liturgia después del concilio Vaticano II: ¿la reforma litúrgica postconciliar debe ser tomada a la letra y entendida como “re-forma” en el sentido de una restauración de la forma originaria y, luego, como una ulterior fase dentro de un desarrollo orgánico de la liturgia, o bien esta reforma debe ser leída como una ruptura con la entera tradición de la liturgia católica e incluso la ruptura más evidente que el Concilio haya realizado, es decir, como la creación de una nueva forma?. El hecho de que los padres conciliares entendieran la reforma sólo en el sentido de la primera afirmación ha sido profundamente mostrado sobre todo por Alcuin Reid. Sin embargo, en amplios círculos dentro de la Iglesia católica se ha impuesto cada vez más la segunda interpretación, que ve en la reforma litúrgica una ruptura radical con la tradición e intenta incluso promoverla. Este desarrollo condujo, en la comprensión y en la praxis litúrgica, a nuevos dualismos.

Es cierto que el motu proprio podrá hacer realizar pasos adelante en el ecumenismo sólo si las dos formas del único rito romano en él mencionadas, es decir, la ordinaria de 1970 y la extraordinaria de 1962, no sean consideradas como una antítesis sino como un mutuo enriquecimiento. Ya que el problema ecuménico se encuentra en esta fundamental cuestión hermenéutica.

Un primer dualismo afirma que antes del Concilio la Santa Misa era entendida sobre todo como sacrificio y que después del Concilio ha sido redescubierta como cena común. En el pasado se ha hablado naturalmente de la Eucaristía como de un “sacrificio de la misa”. Hoy, sin embargo, este aspecto no sólo es menos conocido sino que ha sido incluso dejado de lado o sencillamente olvidado. Ninguna dimensión del misterio eucarístico se ha vuelto tan discutida después del concilio Vaticano II como la definición de la Eucaristía como sacrificio, sea como sacrificio de Jesucristo, sea como sacrifico de la Iglesia, al punto de que existe el peligro de que un contenido fundamental de la fe eucarística católica pueda terminar completamente en el olvido. Contra tal dualismo, el Catecismo de la Iglesia Católica mantiene unido lo que es inseparable: “La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor”.

Un ulterior dualismo en torno al cual tiende a polarizarse la visión de una liturgia preconciliar y de una liturgia postconciliar sostiene que, antes del Concilio, era sólo el sacerdote el sujeto de la liturgia mientras que, después del Concilio, la asamblea ha sido elevada al rol de honor de sujeto de la celebración litúrgica. Ciertamente, es indiscutible que, en el curso de la historia, el rol originario de todos los fieles como co-sujetos de la liturgia ha ido poco a poco menguando y que el oficio divino comunitario de la Iglesia primitiva, en el sentido de una liturgia que veía partícipe a toda la comunidad, ha asumido cada vez más el carácter de una misa privada del clero. La existencia de una continuidad de fondo entre la antigua liturgia y la reforma litúrgica puesta en marcha por el concilio Vaticano II brilla por la visión amplia y profundizada por la constitución litúrgica, según la cual el culto público integral es ejercido “por el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, por la cabeza y por sus miembros” y toda celebración litúrgica debe ser considerada, por tanto, como “obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia”. El Catecismo agrega luego: “algunos fieles son ordenados mediante el sacramento del Orden para representar a Cristo como Cabeza del Cuerpo”.


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