En una entrevista realizada a Bergoglio por la indeseable carantoñera Elisabetta Piqué –y que dio a conocer en espaciosas páginas La Nación en su edición sabatina del 11 de marzo del corriente- llegado a uno de los tantos momentos envilecedores y ruines de la vatiparla, el entrevistado hace la siguiente reflexión: Compara la conducta iluminadora (“me abrió la puerta a revaluar lo que se decía entonces”) de su abuelita, que le enseñó a admirar y a respetar a los protestantes (en especial y nada menos que a los de la espantosa secta masónico-británica “Ejército de Salvación”) con la de “aquél párroco de Versailles, en Buenos Aires, que les quemaba las carpas a los evangelistas porque eran herejes”.
Ese párroco preclaro y glorioso, obviamente, como lo sabe absolutamente todo el mundo medianamente informado, y quienes vivimos los hechos, fue el padre Julio Meinvielle, a cargo de Nuestra Señora de la Salud, precisamente en el barrio porteño de Versailles.
Será esquemática mi respuesta.
-Dios se haya apiadado de la nona de Bergoglio, la cual –según este relato que ahora reflota su nieto- en toda comparación que se haga con el lobo que simulaba ser la abuela de Caperucita, sale gananciosa en simulacros, engañifas, asnadas turbias, ardides malos e ignorancias culposas.