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miércoles, 23 de junio de 2010

¿Tenemos al enemigo dentro? - P. Fernando Pascual

¿Tenemos al enemigo dentro?
P. Fernando Pascual


No podemos dejar que ese enemigo interior nos robe el tesoro más grande, más importante, más profundo que hemos recibido.


Sentimos dolor, rabia, ante tantos ataques a Cristo, a la Iglesia, al Papa, a los católicos. Vemos con pena profunda cómo “artistas” se burlan de la Cruz, cómo personajes de la vida pública dicen que los símbolos religiosos “sobran”, cómo se producen, aquí y allá, profanaciones de iglesias, ataques al Sacramento de la Eucaristía, destrucción de imágenes de la Virgen.

Vemos, tocamos, la acción de enemigos rabiosos que muestran su desprecio hacia la fe católica en la televisión, el cine, la radio, la prensa, la literatura, el internet. Pero a veces no nos damos cuenta de un enemigo interior, que entra en los hogares, que anida en los corazones, que destruye, poco a poco, el tesoro de la gracia en nuestras vidas.

Muchas veces el enemigo está dentro. Porque el peor daño que hacemos a nuestra Iglesia nace precisamente de la apatía, de la tibieza, de la incoherencia, de la cobardía, de la mundanidad en la que viven (vivimos, hemos de decirlo con pena) muchos católicos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

El relativismo como camino a la intolerancia - Fernando Pascual

El relativismo como camino a la intolerancia
P. Fernando Pascual, LC


El relativismo cree que la verdad, en uno o en varios ámbitos del saber, sería inalcanzable para los hombres. Por lo mismo, considera “teóricamente” a todas las opiniones como iguales.

Por ejemplo, negar que Dios exista valdría lo mismo que afirmar que Dios existe, pues ni los ateos ni los creyentes pueden probar que su postura sea “verdadera”.

En realidad, el relativismo desencadena una continua lucha de poder en la que se imponen los más fuertes sobre los más débiles. Porque si la verdad fuese inalcanzable, en el mundo de los hombres seguirán siempre en pie juegos de poder, más peligrosos cuando la verdad ha quedado relegada al ámbito de lo inalcanzable. Es entonces cuando “vale” sólo quien domina a los otros desde su punto de vista, que es lo mismo que decir desde sus deseos, sus gustos, su prepotencia, su avaricia, sus ambiciones, sean o no sean verdaderas, buenas o justas.

Es por eso que el relativismo, a pesar de sus apariencias inocentes y benignas, conduce al egoísmo y a la prepotencia, a la lucha y a la mentira, a la intolerancia y a la marginación del diverso.

El Evangelio, por el contrario, nos abre a la verdad, nos aparta del egoísmo, nos purifica de las mentiras.

Por eso también nos enseña el camino de la humildad, del servicio, del amor. Porque la verdad lleva a amar, y amar implica desear el verdadero bien del amado. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,34-35).

Existen, por desgracia, grupos dentro de la misma Iglesia que, en nombre de un falso diálogo, promueven el relativismo, y así se apartan de la verdad, de la justicia, del amor. Algunos de esos grupos han llegado al absurdo de apoyar la legalización del aborto o de la eutanasia, han defendido el “derecho” a la esterilización o a los anticonceptivos.

Cuando estamos lejos de Dios, que es amor, todo es posible, incluso apoyar los males más aberrantes. En cambio, cuando vivimos cerca de Dios, avanzamos hacia el Amor verdadero, y buscamos vivir según los Mandamientos del Señor.

Cada católico está llamado a enseñar ese Amor, a mostrar a los hombres el verdadero Evangelio de Cristo, que nos recuerda la entrega del Hijo, en la obediencia al Padre, para rescatarnos del pecado, para librarnos del error, para conducirnos a la Verdad, que es Amor.

Esa es la gran tarea de ayer, de hoy y de siempre: vivir en la Verdad, como Iglesia, bajo la guía de Pedro y de los Obispos sucesores de los apóstoles. Sólo desde esa Verdad que nos viene de Dios superaremos los riesgos del relativismo y podremos promover un diálogo lleno de amor y respeto hacia cada uno de nuestros hermanos los hombres.



martes, 26 de mayo de 2009

¿El consenso o la verdad? - Fernando Pascual

¿El consenso o la verdad?
P. Fernando Pascual, LC


Contrarios a la verdad son el error y la mentira. Contrarios al consenso son el disenso y, en ocasiones, la actitud violenta ante quienes tienen un punto de vista diferente del propio.

Parecería, entonces, que consenso y verdad no podrían oponerse, porque se colocan en ámbitos distintos.

Sin embargo, existe una tendencia a buscar el consenso por encima de la verdad o al margen de la verdad. Como si la verdad, la idea de poseer la verdad, fuese enemiga del consenso. Y como si el consenso fuese alcanzable con más facilidad si cada uno renunciase a ver su punto de vista como “verdadero”, para relativizarlo en el contexto de un mundo pluralista.

En realidad, el consenso más profundo y completo entre las personas se logra precisamente cuando encuentran la verdad. Es hermoso, en ese sentido, constatar cómo hombres y mujeres llegan a sentirse unidos entre sí precisamente desde el descubrimiento y la aceptación de una verdad que reúne, que crea comunidad.

También, hay que decirlo con dolor, a veces una mentira vestida con ropajes de verdad se convierte en fuente de consenso, de cohesión, de armonía. Pero la mentira, tarde o temprano, revela su debilidad y su engaño. Vivir en la mentira lleva al desengaño y al fracaso, aunque a veces ofrezca ilusiones pasajeras y un cierto sentido de seguridad frágil.

Por eso, en las discusiones sobre los grandes temas humanos, el consenso sólo merece ser alcanzado desde el compromiso sincero por buscar la verdad.

Al hablar sobre el cambio climático, la pena de muerte, el aborto, la dignidad humana, la existencia de otra vida, las distintas ideas religiosas, hay que dejar de lado compromisos fáciles o relativismos engañosos para ir a fondo: ¿quién tiene la verdad? ¿Quién está en el error?

No tiene sentido, por lo mismo, buscar el consenso por el consenso como si fuese la meta, pues la meta es la verdad, no el consenso. Igualmente, no es correcto criticar a quienes tienen un punto de vista firme y decidido simplemente porque así “van contra el consenso”. Lo que importa es saber confrontar las opiniones con la verdad, y descubrir cuál posición sea más verdadera y cuál, en cambio, sea más engañosa o errónea.

El relativismo no lleva a ningún consenso sano. Porque parte de una premisa falsa (aceptada, incluso impuesta, como “verdadera”), según la cual todos los puntos de vista valen lo mismo.

Así sólo se consiguen acuerdos y consensos vacíos y pobres, capaces de llevar a dramas humanos como el del aborto legalizado en muchos países, o al uso y destrucción de embriones humanos en los laboratorios, o a la política de cierre de fronteras que impide un justo intercambio de productos y que mantiene en su pobreza a millones de seres humanos.

Más allá del relativismo está el deseo sincero por buscar la verdad sobre el hombre, sobre el mundo, sobre Dios. Desde ese deseo será posible avanzar, poco a poco, hacia un consenso profundo y pleno. Un consenso que debe arrancar de una verdad indiscutible: todos los seres humanos tienen la misma dignidad y merecen respeto, desde su concepción hasta su muerte.

La búsqueda de la verdad es el mejor camino para conquistar consensos capaces de construir un mundo más justo y más fraterno, para unir a millones de seres humanos por encima de diferencias raciales, culturales o lingüísticas.




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