martes, 7 de septiembre de 2010

León XIII, según Benedicto XVI

León XIII, según Benedicto XVI


El Papa emprendió hoy su primer viaje, luego de las vacaciones de verano, que lo llevó por unas pocas horas a Carpineto Romano, donde celebró la Santa Misa con ocasión de los doscientos años del nacimiento del Papa León XIII, Vincenzo Gioacchino Pecci.

En la homilía pronunciada por Benedicto XVI en el pueblo natal del Papa más longevo de la historia, quedó de manifiesto la particular admiración y veneración del actual Pontífice por su ilustre Predecesor. Luego de identificar el tema de la liturgia del día en “el primado de Dios y de Cristo”, el Papa afirmó que “el Sumo Pontífice León XIII fue un hombre de gran fe y de profunda devoción. Esto es siempre la base de todo, para cualquier cristiano, incluido el Papa. Sin la oración, sin la unión interior con Dios, no podemos hacer nada…”.

Como una primera cualidad del Papa Pecci, Benedicto XVI señaló “el amor de Dios y de Cristo, al que no debe anteponerse absolutamente nada”. Hablando de su abundante Magisterio, compuesto por numerosísimas Encíclicas y Cartas Apostólicas, Benedicto XVI explicó que “están aquellas de carácter propiamente espiritual, dedicadas sobre todo al incremento de la devoción mariana, especialmente mediante el santo Rosario. Se trata de una auténtica catequesis, que marcó desde el comienzo hasta el final los 25 años de su Pontificado. Pero encontramos también los Documentos sobre Cristo Redentor, sobre el Espíritu Santo, sobre la consagración al Sagrado Corazón, sobre la devoción a san José, sobre san Francisco de Asís”.

En segundo lugar, el Papa señaló la “sabiduría cristiana”, un aspecto que “se verifica en la acción pública de todo Pastor de la Iglesia, en particular de todo Sumo Pontífice, con las características propias de la personalidad de cada uno”. “Todo pastor – explicó Benedicto XVI – está llamado a transmitir al Pueblo de Dios no verdades abstractas sino una «sabiduría», es decir, un mensaje que conjuga fe y vida, verdad y realidad concreta. El Papa León XIII, con la asistencia del Espíritu Santo, fue capaz de hacer esto en un período histórico que está entre los más difíciles para la Iglesia, permaneciendo fiel a la tradición y, al mismo tiempo, enfrentándose con las grandes cuestiones abiertas. Y lo logró precisamente sobre la base de la «sabiduría cristiana», fundada en las Sagradas Escrituras, en el inmenso patrimonio teológico y espiritual de la Iglesia Católica y también en la sólida y límpida filosofía de Santo Tomás de Aquino, que apreció en grado sumo y promovió en toda la Iglesia”.

Al referirse al magisterio social de León XIII, del que destacó no sólo la Encíclica Rerum novarum sino también “otras múltiples intervenciones que constituyen un cuerpo orgánico, el primer núcleo de la doctrina social de la Iglesia”, Benedicto XVI reflexionó sobre “el impulso de promoción humana aportado por el cristianismo en el camino de la civilización, y también sobre el estilo de tal aporte, conforme a las imágenes evangélicas de la semilla y de la levadura: dentro de la realidad histórica, los cristianos, actuando como ciudadanos individuales o en forma asociada, constituyen una fuerza benéfica y pacífica de cambio profundo, favoreciendo el desarrollo de las potencialidades internas a la realidad misma. Esta es la forma de presencia y de acción en el mundo propuesta por la doctrina social de la Iglesia, que apunta siempre a la maduración de las conciencias como condición de transformaciones válidas y duraderas”.

Luego de hacer referencia a la difícil realidad europea en el momento en que León XIII fue elevado a la Cátedra de Pedro, Benedicto XVI afirmó que “el magisterio de la Iglesia, a su nivel más alto, fue impulsado y ayudado por las reflexiones y por las experiencias locales para elaborar una lectura global de la nueva sociedad y de su bien común”. “De hecho, fueron decenas y decenas de santos y beatos, desde fines del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX, que buscaron y experimentaron, con la fantasía de la caridad, múltiples caminos para realizar el mensaje evangélico dentro de las nuevas realidades sociales. Sin duda fueron estas iniciativas, con los sacrificios y las reflexiones de estos hombres y mujeres, las que prepararon el terreno de la Rerum novarum y de los otros documentos sociales del Papa Pecci”.

Hacia el final de la homilía, Benedicto XVI elogió aún más a su Predecesor al afirmar que “un Papa muy anciano, pero sabio y clarividente, pudo introducir de este modo en el siglo XX a una Iglesia rejuvenecida, con la actitud justa para afrontar los nuevos desafíos. Era un Papa todavía política y físicamente «prisionero» en el Vaticano pero, en realidad, con su Magisterio, representaba a una Iglesia capaz de afrontar sin complejos las grandes cuestiones de la época contemporánea”.

Finalmente, y luego de hacer una referencia a su propia Encíclica social, Caritas in veritate, el Vicario de Cristo se despidió de los conciudadanos de su Predecesor dejándoles el “mandamiento siempre antiguo y siempre nuevo: amaos como Cristo nos ha amado, y con este amor sed sal y luz del mundo. Así seréis fieles a la herencia de vuestro gran y venerado conciudadano, el Papa León XIII. ¡Y así sea en toda la Iglesia! Amén”.








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