viernes, 1 de abril de 2016

Un Dilapidador de la Herencia

Bergogliocentrismo
Fray Gerundio de Tormes


Me he librado de una buena, al recluirme en mi celda y aislarme del mundo exterior durante esta Semana Santa. Mis novicios me han puesto al día de los temas eclesiales y de las andanzas vaticanas durante este tiempo sacro, y veo que las cosas van de mal en peor. Esta semana de terrorismo yihadista, ha sido también una semana de terrorismo bergogliano. Si todos los izquierdistas, junto con el Pontífice, convienen en que este tipo de terrorismo se lo tiene bien merecido Occidente por imponer su ideología (dicen unos) y por vender armas (dice otro), yo tengo derecho a creer que el desastre doctrinal provocado en la Iglesia de estos días, viene también causado por los traficantes de la Palabra de Dios. O sea, los que ponen la palabra de Dios a disposición de los teólogos-terroristas, para que con ella asesinen a las almas de tantos cristianos que están perdiendo la fe. Ni más ni menos.

Es conocida la doctrina de San Pablo acerca de los pastores como administradores de los misterios de Dios. Fieles administradores, exige el Apóstol. Y a su discípulo Timoteo, le insiste con vehemencia que guarde el depósito. No cabe duda que guardar el depósito, exige también la fidelidad. Es que el depósito de la fe es tan grande y profundo, y tan consolidado está después de veinte siglos de luchas externas e internas, que hay que guardarlo con tesón y lealtad.

Bergoglio sin embargo -en contra de San Pablo-, es como un mal hijo dilapidador de la herencia. Y con prisas. Se está cargando todo lo recibido, a la velocidad del rayo. Se lo carga él, pero lo soportan, admiten y justifican todos los que están a su lado y tienen el deber y la obligación de cantarle las cuarenta por sus terrorismos eclesiales. Bergoglio no cuida la herencia patrimonial, sino que la despedaza. Y en lugar de centrarse en el depósito de la fe, se centra en sí mismo y en su peculiar concepción de la Iglesia  para destruir, arruinar y desguazar el legado que juró solemnemente administrar. Y nadie le dice ni pío.

Basta ver de qué manera ha conseguido desviar la atención de los misterios de la Semana Santa hacia Sí Mismo. Y lo pongo con mayúsculas, porque solamente un personaje con megalomanía patológica o pecaminosa, se esforzaría en presentar los misterios de nuestra salvación, como un conjunto de decires y haceres puramente personales, como si fueran de su propiedad y regozijándose al aplastar todo síntoma de Tradición. Esto es el Bergogliocentrismo. Este es el virus que nos azota hace tres años, aunque para algunos decir esto sea motivo de excomunión, (esa misma excomunión en la que no creen si se trata de herejías doctrinales, claro).

Si aplicamos el virus bergogliocentrista a cualquier actividad del Papa, podremos comprobar que el desplazamiento de Jesucristo es notorio, y el giro copernicano hacia “las nuevas costumbres de Francisco”, “la nueva visión de Francisco”, “la nueva Iglesia de Francisco”, hasta “los nuevos zapatos de Francisco”… pasan de largo ante la consigna paulina de ser administradores de los misterios de Dios. Aquí lo importante es Francisco, sus decires y sus haceres.

La maravillosa liturgia del Jueves Santo centrada en la Misa In Coena Domini, ha desaparecido de la escena y ha pasado a un segundo plano. La ha convertido en SU peculiar lavado de los pies. La prensa no-religiosa se fija en la variedad multicultural de los pies lavados. La prensa religiosa adepta y obsequiosa, se fija en la multiplicidad de la misericordia con esos 24 pies (12 + 12 formas de culturalidad). Puestos a eso, podía haber lavado solamente un pie de 24 personas y entonces las posibilidades de variedad y no-discriminación hubieran sido mucho más amplias. Incluso los que estamos hasta la cogulla de este pontificado, nos fijamos también en el lavatorio de pies y el desprecio de facto de la Cena del Señor, para clamar al Señor por esta situación que padecemos. Pero el caso es que el centro del Jueves Santo es Bergoglio y no Jesús.

Bergoglio no tiene empacho en inventarse un nuevo Pueblo de Dios en el que están salvados musulmanes, judíos, budistas y chamanes. Solamente los tradicionalistas no entran en este Pueblo.

El Vía Crucis del Coliseo, en lugar de ser tomado como la meditación de las estaciones de la Pasión del Señor, se transforma por obra y gracia del virus metastásico bergogliano en un Vía Crucis humano, rastrero, olvidado del pecado y centrado en el mundo. Ellos hablan del mundo, porque son del mundo. El pecado que denuncia Francisco ante las cámaras de televisión el Viernes Santo, es causado por los doctores de la letra -¿a quién se referirá? ¿adivinan?-, que son denunciados por el que practica la misericordia. Que es él, naturalmente. Otra versión pasional del más acusado bergogliocentrismo.

Si alguien tiene ganas de sufrir, que repase la oración escrita por Francisco para la noche de Viernes Santo. Verá cómo está todo encajado y bien hilado. Una leve referencia al pecado, ninguna referencia a los pecados de la humanidad que reniega de Cristo. Ninguna referencia al aborto, a la lujuria imperante, al divorcio, a los pecados de la carne, a la homosexualidad, a la ideología de género, al adulterio, al escándalo, a los pecados de deshonra a Dios…

Ahora se nos ha unido otro herejillo de medio pelo, predicador -le llaman- de la Casa Pontificia. Encumbrador de Lutero, el colega. Seguramente debe ser la voz de su amo, porque hasta se atreve a dictar sus herejías en presencia del propio Francisco. Será que están de acuerdo, digo yo.


–Oye, Cantalamessa: este Viernes Santo, dí algo sobre Lutero y su maravillosa intuición anticatólica para que la gente empiece a entretenerse, que está encima el año 2017 y tenemos que ir preparando a la chusma.

–Sí, buana. Lo expresaré con garra y donaire, diciendo lo que los católicos debemos al Reformador. Ya verá Su Santidad cómo se enfadan los vinagretas.

–Muy bien, ¡este es mi chico!


Sí. Este chico con hábito de franciscano (el hábito no hace al hereje), se cargó solemnemente la doctrina de varios siglos. Y no pasa nada. Y automáticamente, el Viernes Santo se convierte en una nueva ocasión para la herejía. Y se habla en el Viernes Santo solamente de esto. La Muerte del Señor, desviada por el virus bergogliano.

Y los cardenales presentes, callando. Y los ausentes, mirando a otro lado. Todos, administradores de los misterios de Dios por definición. Todos, dilapidadores de los misterios de Dios por acción. Viva la misericordia.

El virus bergogliano es peor que el Evola. Este sí que le gusta a la ONU. El Bergogliocentrismo se impone. Los misterios sobrenaturales desaparecen; de hecho han desaparecido ya de las teologías al uso: desde las cátedras de universidades pontificias católicas, hasta las banquetas de las catequesis de los pueblos.


El comienzo del mes de Abril nos traerá más de lo mismo. Aparte del video del Papa, con su peculiar visión sobrenatural, esperamos el comienzo de la nueva serie producida por el Vaticano: La Familia según Bergoglio, la nueva Exhortación Apostólica con la que se nos quiere castigar. De nuevo, la familia cristiana quedará empañada por el virus y el Bergogliocentrismo atacará de nuevo.

Hasta que el Señor quiera. Sólo Él, es el verdadero antídoto.








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