martes, 14 de septiembre de 2010

Catequesis del Padrenuestro: Dios, Padre y Madre - Pedro Rizo

Catequesis del Padrenuestro: Dios, Padre y Madre
Pedro Rizo


En la emisión del pasado lunes, 14 de junio de 2010, Radio María transmitió desde un pueblo de La Coruña una misa en la que el celebrante citó a Dios como padre y madre. Teología feminista muy defendida por personajes de triste fama. Lucha de clases encubierta, tesis-antítesis hegeliana que en su síntesis busca distraer la fe hacia su autodestrucción. A este feminismo teológico se oponen mis comentarios al Padrenuestro, oración guía de nuestra religión a la cual algunos insensatos manosearon con ilegítimas traducciones.

[Vuelvo a decirles que mis credenciales son sólo las de un cristiano corriente, sin otra teología, ¡hay tantas y tan dispares!, que la heredada de la Iglesia enseñada; obviamente, la tradicional multisecular. Creo, además, que la que no respete este origen es indiscutiblemente otra teología, por tanto otra fe y otra iglesia… aunque la vistan de seda].

Me parece necesario advertir en detalle sobre lo que, en mi opinión, se persigue con estas propuestas.

La destrucción de la Eucaristía.- Llamar madre a Dios no viene de un supuesto despecho de las mujeres que quieren ser sacerdotisas, sino más cierto de falta de fe, espiritualidad y sentido común, con fuertes cargas de soberbia. Feminismo teológico muy querido en bastantes órdenes y conventos. Revisemos, pues, antes de pasar al tema del título, esta ambición de algunos teólogos y religiosas. Y contemplemos, primero, que el sacerdocio católico no tiene nada que ver con la mujer. Porque en la Iglesia Católica el único sacerdocio lo ejerce Cristo mismo, que es Cordero de Dios y no cordera, víctima macho según instruían las Escrituras (Lev 1, 3; 10) para los holocaustos. Víctima que se purgaba los pecados contra Dios (Lev 1, 4). De modo que al realizarse el ministerio sacerdotal “in persona Christi”, lo cual significa que es Él, y sólo Él, el que sacrifica a través del sacerdote de la Iglesia, se concluye que el sacerdote debe ser hombre y no mujer. Elección definitiva a considerar tanto si como víctima cuanto como oferente.

Obvio resulta que en estos juegos asoma el rabo el gran mentiroso, el demonio, que bien sabe que si la mujer se ordenase sacerdotisa, automáticamente despojaríamos a la Misa de su condición de sacrificio.

La paganización del Dios verdadero.- Con similar argumento Dios no puede ser llamado madre porque la razón del nombre no la da el género sino la fuente creadora. Así, enseñados por la naturaleza vemos que el hombre es emisor de vida y la mujer es cáliz receptor; que del hombre viene la semilla primera a la cual la mujer, como la tierra, nutre y desarrolla en su útero. Este símil, aun entendible para las criaturas que somos, ni siquiera puede aplicarse al Todopoderoso, causa primera de todo lo que existe en los cielos y en la tierra. Si a Dios, desde el entendido que se sugiere, le llamáramos madre, o padre-madre, le estaríamos suponiendo una dependencia o necesidad de cooperación que el sentido común no puede atribuirle. Se desvanecería por completo la idea de único Dios, ya no sería Dios verdadero. En ese falso ecumenismo que a Juan Pablo II tanto agradó, terminaríamos por aceptarle entre incontables dioses. Esto último es el objetivo más ambicioso. Porque siendo uno más ¿qué valor tendría?. Ninguno. En especial ya no sería el Dios que en su Evangelio tanto escuece al que fue su pueblo elegido, sino otro menor al que se puede apartar de las profecías del Antiguo Testamento.

En resumen, los objetivos que a mi juicio esconden las quintas columnas del feminismo son estos: Por la excitación de la lucha de clases, primero, una síntesis destructora del Santo Sacrificio de la Misa. Segundo, por el género, eliminar en su cimiento la idea de un Dios Único.







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