Cada vez peor
Mons. Héctor Aguer
La filosofía ha acuñado la siguiente observación sobre los procesos, lo que vale especialmente para los de cambio: motus in fine velocior, es decir: el movimiento se acelera hacia el final. La indicación ha de ser entendida, más allá de la física, referida a la identidad, la cualidad metafísica del proceso en las proximidades del fin, del cumplimiento hacia el cual el proceso se dirige. Pensemos, como ejemplo, en una revolución: la ley que la rige indica que la situación es cada vez peor, los flancos negativos muestran aumentado su perfil de mal. Valga esta visión aristotélica para el pontificado del Papa Francisco, que ostenta su condición dañina a medida en que se prolonga como la edad del pontífice. La aceleración es, en este caso, algo tan connatural que parece descuido. Ocurre esta circunstancia por todos los medios privilegiados por la acción papal: el papel de la mujer en la Iglesia, y la sociedad; la mayor “inclusión” de las parejas homosexuales; el ecumenismo, y el diálogo interreligioso; y la teología del pueblo.
Comencemos recordando las reacciones que produjo la declaración Fiducia supplicans, hasta en conferencias episcopales enteras. La africana ha sido, quizá, la más severa: públicamente se ha dicho que en África no se bendecirá a las “parejas” homosexuales. Intentando una posible aclaración, acaba de salir un nuevo texto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Se asegura en él que hay diversos tipos de bendiciones; la declaración se refiere a bendiciones breves, de apenas unos segundos, y es, de quince o veinte; una tal bendición no se debe negar a nadie. Esta instancia incurre en una actitud bien conocida en el actual pontificado: la deliberada confusión oculta tras el disimulo. Veamos lo que puede apreciarse en los distintos sectores. El feminismo, en primer lugar. Es verdad que ha habido, en este campo, un hecho elogioso, la desaprobación de la subrogación materna (alquiler de vientres), reprobada como contraria a la dignidad de la mujer, y del niño en gestación. Ha dicho claramente: “es imprescindible no naturalizar esta práctica perversa, ni mucho menos romantizarla”. Pero continúa el propósito de sumar mujeres a las estructuras de gobierno de la Iglesia. Ahora ha incluido una mujer en el grupo de nueve cardenales que constituye su equipo de consejo, en consonancia con el Camino Sinodal, en el que el feminismo vaticano se ha instalado. El contraste no podría ser mayor con las clarísimas observaciones de San Pablo, que ponía el papel de la mujer en lo que corresponde a su condición de esposa, y de madre, en la que se cumple su vocación. En cambio, no contempla ninguna actividad en la organización de las comunidades, al contrario, le reserva el silencio en las asambleas: que calle y aprenda. De allí la interpretación tradicional: mulieres in Ecclessia taceant. El papel actual de la mujer ha sido expuesto ampliamente por San Juan Pablo II, en especial, en su carta apostólica Mulieris dignitatem.
Se nota el propósito perseverante de una mayor “inclusión” de la “pareja” homosexual, una iniciativa desplegada por el Cardenal Fernández. Se ha publicado un nuevo escrito del Dicasterio para la Doctrina de la Fe ordenado a “clarificar” la Declaración Fiducia supplicans. La precisión al respecto dice que existe un diverso tipo de bendiciones, como ya lo hemos señalado. El caso de la citada Declaración se trata de bendiciones breves, una bendición así no se debe negar a nadie. Aquí, también, el disimulo encubre la confusión. Porque el problema no está en la duración, es a quién se bendice, en el caso a una “pareja” de homosexuales. Una persona homosexual puede ser bendecida, y se la debe exhortar a la castidad, como indica el Catecismo de la Iglesia Católica. De la bendición a la “pareja” se podría seguir la afirmación de la licitud del maridaje homosexual, sobre todo teniendo en cuenta que según Fiducia supplicans a la bendición no debe anteceder un juicio moral.