lunes, 4 de mayo de 2020

Laico Argentino envía Carta a las Autoridades Eclesiásticas de su país

Carta a los Obispos Argentinos
Dr. Martín Lucero


Sr. Obispos. Sres. Sacerdotes de buena voluntad. 
Autoridades eclesiásticas de toda clase.

Soy un fiel de la arquidiócesis de Mendoza. 

En primer lugar, quiero agradecer infinitamente a aquellos de ustedes que han hecho posible a muchos el acceso a los sacramentos en medio de tantas prohibiciones, de diversas maneras y corriendo no pocos riesgos. 

También quiero agradecer con total honestidad, todas las iniciativas de transmisiones on line: retiros, misas, mensajes, charlas, etc. Soy testigo de cuánto bien se ha hecho en este sentido llegando a gente que de otro modo seguramente no hubiera podido ocurrir. 

Ahora bien. 

Luego de haber escuchado respuestas del clero, y en especial del Obispo de San Juan de Cuyo, Monseñor Carlos María Domínguez, y de Monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco, al video de fieles que solicitan que les “devuelvan la misa”, me surge la necesidad de realizar el siguiente aporte a la reflexión:


Suelen recordarnos los obispos que el cierre de las celebraciones es disposición de la autoridad pública, tanto nacional, provincial o municipal. Es cierto. Con relación a esto me gustaría suplicarles lo siguiente: 

No usen esto como excusa. Primero y principal, no traten de salir del aprieto diciéndonos a los fieles que “debemos obedecer a la autoridad” (Mons. Domínguez) ni que se trata de “la legítima autoridad” (como puntualiza Mons. Buenanueva), como si esto diera algún barniz de legitimidad a la prohibición totalitaria. 

Yo me animaría a cuestionar la legitimidad de una autoridad que, al menos a nivel nacional, es abiertamente promotora del aborto, de la contracepción, del homosexualismo, de la ideología de género y de la corrupción de los niños, por decir lo menos. No nos corran con lo de “autoridad legítima”. 

Y si acaso no están de acuerdo con lo anterior, al menos me gustaría discrepar en eso de que la decisión de suspender el culto es “legítima y razonable” como dice Monseñor Buenanueva. Incluso una autoridad legítima puede tomar decisiones ilegítimas. Inclusive desde el punto de vista estrictamente jurídico, impedir despóticamente a los ciudadanos profesar libremente su culto o circular por la ciudad siquiera con restricciones, son decisiones de dudosa constitucionalidad. 

Así, pues, el cliché de que debemos “obedecer a la autoridad” no tiene aquí cabida. Para no aburrir, invoco lo dicho arriba para demostrar por el absurdo que no siempre hay que obedecer [a] la autoridad. La misma Palabra de Dios que invoca el obispo de San Juan de Cuyo, nos instruye por boca de San Pedro y San Juan en una santa excepción: que, ante mandatos injustos, hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4, 19-20 y 5, 29). Sobre todo cuando de defender los derechos de Dios se trata.

Les suplico encarecidamente, no nos digan que se cerraron los templos en base a un fundamento evangélico: el de la caridad, el del amor al prójimo. Puede ser que eso funcionara al principio, cuando todavía ninguno sabíamos demasiado bien que era esto de una pandemia provocada por un virus nuevo y desconocido. Ya pasó suficiente tiempo y hemos visto una cantidad de comercios y establecimientos abiertos que son reputados esenciales por la autoridad, y seguros mediando las debidas precauciones higiénicas. En Mendoza como en tantos lugares, las medidas sanitarias de prevención evidentemente han funcionado. Pues apliquémoslas a las misas. 

Caridad es también y principalmente permitir el acceso al mayor bien a la mayor cantidad posible de gente. Me refiero a los sacramentos, el acceso a los templos y la cercanía con el sagrario.


Coincidiremos, estoy seguro, que estos son los mayores bienes. Y todo esto aún con algún riesgo de contagio. Tal como ocurre con tantas actividades que la bendita “autoridad legítima” considera “esenciales”; una de ellas la masacre del aborto. 

Ya que está tan de moda la palabra “creatividad”, se me ocurren varias alternativas pastorales que no se han visto o que no se han difundido lo suficiente en nuestra tierra, y que dejo plasmadas aquí como propuestas:

1. Celebren Misas con pocos fieles. 10, 20 o 30 según la capacidad del templo. Celebren, en la medida de lo posible, dos o tres misas por días. Releven, como sugirió un cura argentino, a los fieles del precepto dominical, y háganlo semanal. Pidan a los fieles asistir a misa una sola vez por semana, para que todos los que quieran puedan ir. Pongan reglas claras y fáciles de cumplir. Les garantizo que los fieles estarán tan felices que se adaptarán a lo que haga falta. 

2. Celebren Misas al aire libre, en las plazas, parques, en la calle. Estoy seguro que se podrá coordinar con las autoridades lo necesario para que esto se haga en orden. Con la gente en auto, si es necesario, como ha ocurrido en Estados Unidos, por ejemplo. 

3. Confiesen en los patios, en la calle, en las puertas de sus parroquias, con quien sea que pueda pasar por allí. Algún fiel pasará, se lo puedo garantizar. Tomen todos los recaudos: distancia, barbijo, alcohol en gel etc. Que el sacramento se celebre con el fiel de rodillas y el cura parado. O con el penitente de pie. No habrá ningún riesgo de nada. Si tan solo confiesan a 6 o 7 por día, alcanzará para ser absolutamente significativo desde lo testimonial, y tendrá un valor de eternidad en el plano sobrenatural, como todos sabemos. 

4. ¡Hagan procesiones! Con el sacerdote y dos o tres autorizados, nada más. Peregrinen a algún santuario cercano, o aunque más no sea den vueltas a la manzana con la Cruz o alguna otra imagen del Señor o de su santa Madre. Recen a Dios públicamente, debidamente revestidos a la vista de todos pidiendo por el fin de la peste, animando a todo el pueblo fiel que sufre varios males, entre ellos la falta del culto público. Les aseguro saldrán a rezar con ustedes desde las puertas de sus casas y desde los balcones, cuando no a vitorearlos y aplaudirlos. 

5. Salgan ostensiblemente vestidos con su atuendo sacerdotal y procesional por las calles de su barrio. Lleven en procesión al Santísimo Sacramento, con uno o dos colaboradores, nada más. Busquen un día y horario fijo. Bendigan a los vecinos que salgan a la puerta. Llévenles ánimo y la fuerza de Dios. Háganlo incluso desde la caja de una camioneta o camión, como se ha visto en otros países. Les aseguro que la autoridad municipal o policial los ayudará y hasta los apoyará, y sus fieles estarán eternamente agradecidos. Todos querrán acompañarlos, todos querrán ayudar. Será prácticamente imposible que alguna autoridad les diga que esto último es riesgoso. 

6. ¡Toquen las campanas de sus templos! Por Dios, retomen esta sana y santa costumbre. Varias veces al día. Al menos a la mañana, al mediodía y a las seis de la tarde. Inviten a todos a rezar piadosamente en familia el Regina Coeli, canto pascual y para repeler la peste, por cierto. Si no pudiéramos ir al templo, al menos el templo llegará a nosotros por el sonido del repique de campanas, a la vez que exorcizarán el aire de demonios (por ventura de coronavirus), como el pueblo sencillo solía creer hace no muchos años. 

Ya se que me dirán que varias o algunas de estas cosas no las permite la autoridad. ¡Pues pidan a la autoridad! En nombre de Dios y del pueblo que representan. Con evangélica insistencia. Tienen a todo el pueblo detrás suyo. Pidan con la misma actitud con que alertan sobre el crecimiento de la pobreza en el país, o como cuando en Mendoza se opusieron a la nueva ley de minería contaminante, donde Monseñor Colombo, en diciembre pasado, mandó carta abierta a los senadores y diputados provinciales, y hasta le dijo al gobernador por carta abierta, y luego personalmente, que diera marcha atrás con la reforma de ley que él mismo había impulsado y promovido. Por favor, con semejante osadía pidan a las autoridades la autorización del culto público. 

Hagan ver a nuestros gobernantes la absurda contradicción de habilitar prontamente los templos de la Iglesia católica con el objeto de convertirlos en grandes vacunatorios de las poblaciones de riesgo, precisamente porque eran lugares convenientes para tal fin desde el punto de vista sanitario, y, por otro lado, considerar que la asistencia de fieles a las iglesias puede ser una actividad peligrosa desde el punto de vista epidemiológico. 

Les aseguro que el pueblo fiel estará con ustedes, que defenderán a la iglesia como nunca, se encolumnarán detrás vuestro ante tan justa empresa. 





Tomado de






Comentario de Sagrada Tradición:
Los Obispos Argentinos suspenden el Culto Público porque es “muy riesgoso”, porque “toda vida vale”, etc. Pero no vemos a ninguno de estos Obispos protestar por usar Templos Católicos como vacunatorios. ¿Los que quieren rendir culto a Dios se pueden contagiar pero los que se van a vacunar en las iglesias no?

Tampoco estos Obispos, tan preocupados por la vida de los Argentinos, protestan por el clero que busca alimentos del Gobierno y los reparte –muchas veces sin las debidas precauciones que impone la situación– en ámbitos donde hay necesidad y en los salones parroquiales… ¿Es que en esa circunstancia no hay posibilidad de contagio? Nos apuramos a remarcar que repartir comida entre quienes están necesitados de ella es algo que está muy bien y no seremos nosotros precisamente quienes nos opongamos a ello. Pero… “no sólo de pan vive el hombre” dice el Señor. ¿O acaso Jesucristo ya no tiene autoridad entre nosotros?

Digámoslo sin rodeos: los Obispos Progres, que se han hecho con el poder en la mayoría de las Diócesis de Argentina, son –en palabras del Wanderer– “La Cámpora de Francisco”. Precisamente ellos, el clero K, son “socios” del Gobierno. Estos prelados vendieron –lo diremos en lenguaje bíblico, para no perder la cortesía– su primogenitura, su vocación y misión, “por un plato de lentejas”, por unos cuantos planes que les dará el Gobierno. No dicen ni pío porque están ideológicamente de acuerdo.

Antes, en la era Macri… al Estado “nada”, decían. Ahora, en la era Fernández-Fernández, al Estado “todo”: hasta la decisión de la suspensión del Culto. ¿Perciben estos bajos e ideologizados prelados que tanto Macri como Fernández-Fernández llevan adelante el mismo plan, culturalmente hablando? (Ideología de Género, Aborto, etc).

El catolicismo en Argentina no será igual después de la pandemia. Pues muchos se han dado cuenta ya de que sus “ilustrísimas cabezas” están llenas de Teología Liberal, al decir del P. Fortea. Y no insistan con los slogans vacíos de “Iglesia en Salida”, “Hospital de Campaña” u “Olor a Oveja”… porque si algo ha quedado claro hasta ahora es la cobardía de los Progre-Liberales a la hora de ejercer el Ministerio de Pastor.







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