martes, 21 de octubre de 2014

La Amenaza Bergoglio - César Uribarri

La Amenaza Bergoglio
César Uribarri


Reproducimos a continuación un acertado y valiente artículo publicado originalmente en “El Blog de César Uribarri” del Portal amigo “InfoVaticana”. 


Desde el inicio de su Pontificado el Papa Francisco ha buscado un giro copernicano no sólo en la vida de la Iglesia, sino en la vivencia de la fe. Desde un subjetivismo camuflado en misericordia, Bergoglio ha izado a lo más alto de la Iglesia un equipo de leales que tienen en común la capacidad de destrucción subrepticia de la doctrina. Francisco no se ha servido nunca de declaraciones directas sino de construcciones lingüísticas en las que late una continua invitación a abandonar los rigorismos dogmáticos para abrirse a la realidad moderna, pero todo en una clave moralista en la que se apela a la subjetividad del oyente. Motivo por el cual ni se perciben enfrentadas las verdades doctrinales ni se apela a ellas para establecer un suelo desde el que juzgar el mensaje. Tal moralismo en el lenguaje, acompañado de gestos existenciales en el mismo Papa, son el campo abonado para la siembra del giro copernicano que se pretende. Y en esa estrategia el Sínodo Extraordinario de octubre de 2014 se quiso como la primera y fundamental piedra en esa demolición, pero no está tan claro que lo hayan conseguido.

La primera pregunta es si hay o no una batalla en el seno de la Iglesia. Y de haberla en qué términos y de qué alcance. A esto la respuesta es sí. Sí hay una batalla crudelísima entre los que tratan de adaptar el Evangelio a la realidad de un mundo que ha apostatado y los que pretenden salvar el núcleo del dogma. El sínodo está siendo clara evidencia de su alcance. Pero los sucesos que llevan ocurriendo más de un año obligan a una segunda pregunta: cuál es el papel del Papa en esta batalla. Y atreverse a responder exige dejar de lado toda construcción mental previa para ceñirse a los hechos. Y los hechos son tozudos: es el Papa Francisco quien está impulsando estos cambios. Y cambios que se acercan peligrosamente no sólo a un cisma, tal es la fricción que está causando en esas dos posturas enfrentadas, sino a la validación de la herejía. La comunión a los divorciados vueltos a casar no sólo puede ser una espita que haga saltar toda la antropología y moral cristiana sino que es la terrible puerta a la negación de las enseñanzas de Cristo.

Pero el Papa, el mismo que ha hecho gala de una dureza total contra los elementos que considera enemigos de sus planteamientos (como es el caso de los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada o de Mons. Livieres) parece querer jugar al doloso juego de que sea la voz universal de la Iglesia la que “demande” los cambios aperturistas, para que él sea, solamente, el obligado instrumento que deba dar el placet-de-hecho al recorrido pastoral que, vox populi vox Dei, dinamite el dogma de la Iglesia. Esta estrategia de nuevo ha sido reconocida por el Cardenal Kasper cuando afirma que “es claro lo que (el Papa) quiere y eso es evidente. El quiere una parte importante del Episcopado con él y lo necesita. Él no puede hacerlo en contra de la mayoría del Episcopado”.

Los motivos del porqué Bergoglio no quiere imponer su autoridad directamente, dando la cara, en este tema solo parece encontrar una explicación plausible: llevar la contraria a Cristo es más fácil cuando la mayoría del cuerpo Episcopal te apoya. Psicológicamente no se está solo ante tal paso y si muchos hablan siempre habrá quien vea la voz de Dios en el barullo.

Este mecanismo defensivo y perverso, para ser evitado, exigiría obligar al Papa a que se pronuncie directa y expresamente sobre todos estos temas puestos en la mesa de la discusión pública. Ya el Cardenal Burke ha reclamado recientemente al Santo Padre que salga de ese silencio omisivo. “El Papa no tiene faringitis y debe hablar”. Pero en vano. Al contrario, diversas personalidades de la Iglesia –impulsoras, o condescendientes, de esas medidas aperturistas– trasladan la perfecta sintonía del Papa con ellos y, por ende, con esas posturas aperturistas. “Es el Papa quien lo quiere” dirá el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina [NdE: Mons. José María Arancedo], “y nosotros estamos con él”.

Por ello el Sínodo era la estación más importante en la red que lleva al giro perverso de la Iglesia, porque de él debía emanar un documento de trabajo que recogiera todas las “bondades” del cambio pastoral, de la apertura, de la tolerancia. Porque no debía ser el Papa quien comprometiera su oficio, sino que la totalidad de los Padres Sinodales, en ese abstracto y doloso sustantivo de totalidad que no se sabe cuántos la componen, habría de marcar las directrices educativas con las que habrían de trabajar los Obispos, Pastores, Catequistas y Medios de Comunicación, para vender a las abandonadas almas de los ingenuos fieles que ya existe un “a partir de ahora”, un nuevo paradigma de cristiandad no sometida a la moral exógena y falaz de unos fariseos rigoristas que se empeñan en poner pesados fardos.

Y si bien el discurrir del Sínodo está siendo más contestatario de lo que se quería, el largo brazo del Papa aún sigue maniobrando para que no todo se pierda en su estrategia de confusión y pueda ver la luz un documento aperturista y favorecedor de las nuevas andaduras pastorales.

Sin embargo ya es notorio que la primavera pretendida se ha convertido en una Primavera de Praga. Los tanques puede que pasen, pero en la retina quedará la imagen de algunos valientes defendiendo la Verdad.

¿Qué hará el Papa ante esa contestación? El tiempo juega a favor del Santo Padre. Acabado el Sínodo, cada cual irá a su lado, y dispersado el enemigo caerá su fuerza. Desde la Santa Sede bastará con elevar la voz unida de aquellos que estén con él, con sus reformas aperturistas a fin de que durante este año próximo la labor educativa de esa catequesis perversa pueda concluir en un verdadero documento programático de apertura, pero no por decisión del Papa reinante, sino por concesión a las Conferencias Episcopales a las que habrá de dotarse de potestades doctrinales para decidir el alcance de la apertura. Y esto, nuevamente, nos situaría ante un Cisma de hecho al crearse tantas Iglesias como Conferencias Episcopales decidieran.

Lo terrible de todo esto es que la situación actual nos está obligando a estar vigilantes, tal es la cercanía de los pasos Papales al borde del abismo de lo herético, porque de dar tal paso, nuevamente no sólo rompería un hito en la Iglesia bimilenaria sino que abriría la espita a todo lo peor. Por ello, en mi modesta opinión, lo correcto no es esconder el ruido de sables en aras de una falsa piedad y amor a la Iglesia, sino poner el foco en tal escándalo no vaya a ser que al verse el Santo Padre continuamente iluminado no haga por vergüenza lo que haría por agrado.








Comentario: Estas son palabras certeras que merecen ser reflexionadas. Seriamente reflexionadas...

Remarquemos que el discurso del Papa Francisco en la clausura del Sínodo de la Familia es un intento de quedar bien con todo el mundo diciendo que “no se puede cambiar la doctrina”, pero que “no se puede ser rígidos”. La calculada ambigüedad de siempre –propia del Jesuitismo descarrilado y decadente de estos tiempos–, para llevar las aguas a su molino. 

Pero esto ha sido sólo el primer asalto. Ya se están preparando los siguientes. Lo decimos porque muchos han subestimado el potencial destructor de Bergoglio. Es capaz de esto y mucho más... Sobre todo apoyado en sus grandes colaboradores, entre los que se destacan Mons. Víctor Manuel "T(r)ucho" Fernández y Mons. José María Arancedo... (por lo menos se han destacado estos días).

Rogamos a los Cardenales y Obispos fieles a Cristo y a Su Iglesia que continúen librando el Buen Combate... ¡No están solos! Dios y una gran parte del pueblo de Dios –sacerdotes, religiosos y laicos– los acompaña y lucha con ustedes.





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