jueves, 30 de diciembre de 2010

Para muchos, la Navidad ha perdido su sentido originario - Mons. Héctor Aguer

Para muchos, la Navidad ha perdido su sentido originario
Mons. Héctor Aguer


La Plata (Buenos Aires), 29 Dic. 10 (AICA).- “Para muchos contemporáneos nuestros la Navidad ha perdido su sentido originario. La celebran también –por lo menos incluyéndola en la genérica designación de las fiestas de fin de año- personas que carecen de fe pero observan esa especie de liturgia profana que se ha impuesto como un fenómeno cultural obligado. Hay algo de ilusorio en esos festejos: una promesa y augurios de bienestar, de felicidad, de éxito; una esperanza barata que –se sabe- difícilmente podrá cumplirse. Después del tumulto de estos días la vida retomará su ritmo y todo seguirá igual”. Así lo expresó monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en la homilía de la misa de Nochebuena celebrada en la catedral Nuestra Señora de los Dolores.

El prelado señaló que “probablemente, en muchos, detrás de esa expectativa forzada y un tanto ingenua de optimismo anida la nostalgia de una esperanza verdadera, la aspiración a algo nuevo y grande que en realidad sólo puede hallarse en el encuentro con el Dios vivo que se nos hace cercano en Jesucristo. Pero para que esa gran esperanza cobre forma e ilumine significativamente la vida es preciso abrirse al don de Dios con sencilla disponibilidad y gratitud anticipada”.

“El espíritu de la Navidad -subrayó- tiene que abrirse paso en el hombre contemporáneo entre los escollos del consumismo, que enferma diversamente a ricos y pobres, del encierro en el egoísmo personal o sectorial, de la seducción utópica de una justicia a conquistar por la violencia. No se puede experimentar la alegría de esta noche sin pureza de corazón”.

En ese sentido, explicó que “la alegría cristiana no consiste en un seguro contra todas las tristezas contra el dolor físico y moral y las innumerables dificultades de la vida. Constituye, eso sí, una especie de clima espiritual, un fondo de serenidad que permite afrontar con fortaleza cualquier contrariedad y sobrellevar sin sucumbir alternativas dramáticas e incluso la tragedia”. Y agregó que “en Navidad no mejoran mágicamente las circunstancias adversas que pueden afectarnos y las calamidades sociales del mundo en que vivimos. Pero si sabemos reconocer la señal que Dios nos brinda esta noche, si podemos interpretar ese signo del niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre, cambia ciertamente nuestra posición ante la vida. La alegría será entonces una expresión espontánea de la esperanza que depositamos en él, en el Dios de la vida, nuestro Creador y Redentor”.

El pastor platense sostuvo asimismo que “la gracia del Dios Salvador nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos para vivir en el tiempo presente con sobriedad, justicia y piedad. Estas actitudes constituyen el sostén moral de la esperanza y de la consiguiente alegría; implican una decisión que responda al favor recibido, a la magnitud de la gracia; son un programa de vida. Sobriedad, justicia y piedad. Podríamos también traducir: moderación y equilibrio; rectitud y respeto; amor de Dios y sentido de las realidades sagradas. Es lo que hace falta para vivir humanamente, para que el mundo no quede librado a la dialéctica del poder, a los caprichos y pasiones de quienes ignoran a Dios y le niegan el culto que le es debido”.





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