lunes, 19 de julio de 2010

¿Qué está pasando en la Iglesia Católica? - Carlos Daniel Lasa

¿Qué está pasando en la Iglesia Católica?
Dr. Carlos Daniel Lasa


Las manifestaciones vertidas por algunos miembros del clero católico en los últimos días, a propósito de la ley del matrimonio gay en Argentina, seguramente ha sorprendido a no poca gente. ¿Es que era pensable, acaso, que un sacerdote católico defendiera la homosexualidad llegándola a calificar hasta de «evangélica» en tanto expresión de amor?. Ahora bien, esta realidad, ¿a qué se debe?, ¿por qué algunos miembros del clero católico asumen posiciones que están en las antípodas mismas de lo que siempre enseñó la Iglesia Católica?.

Creemos que la clave la podemos encontrar en el Documento[1] de un grupo de curas de la diócesis de Quilmes (Bs. As.) referido, precisamente, a la posición de la Iglesia Católica frente al matrimonio homosexual. En el mismo, en el punto 2, se afirma: «Ante el planteamiento de que un eventual matrimonio entre parejas del mismo sexo atenta contra la “ley natural”, nos preguntamos: ¿A qué se llama “natural” en estas discusiones?. ¿No estará aquí una de las dificultades para poder clarificar este debate?. “Ley natural”, “naturaleza”, “orden natural”, ¿no son expresiones a ser revisadas y actualizadas?. ¿Pueden entenderse estas expresiones de manera absoluta, fijista y sin la dinámica propia de nuestra condición humana?. Si en la historia de la Iglesia se consideraba “natural” el cauce de un río y se impedía canalizarlo, o se consideraba “natural” la esclavitud, ¿no estaremos ante una concepción claramente cultural?. La concepción de “ley natural”, ¿no es más propia del helenismo que de la Biblia?»[2]. Como podemos apreciar, en el parágrafo citado se abandona la idea de «ley natural» para reemplazarla por la de «concepción cultural». Pero dicho abandono es a consecuencia, a nuestro juicio, de lo afirmado al final de la cita, esto es, la separación de la filosofía griega de la Sagrada Escritura. En la afirmación de este principio radica, a nuestro juicio, la causa más profunda de que la actual crisis en la que está inmersa la Iglesia Católica.


P. Eduardo De la Serna


El filósofo italiano Giovanni Gentile entendió que la única manera de salvar al catolicismo era ponerlo en consonancia con la modernidad (aggiornarlo, se diría hoy); y entendía a esta modernidad como el camino del pensamiento que marchaba hacia la radical inmanencia. Pero para esto había que «modificar» sustancialmente el catolicismo. Ello se lograba de una sola manera: quitarle todo elemento heleno, todo vestigio de platonismo ya que este componente equivalía a un «racionalismo estático, intelectualista, gobernado por el ideal de una verdad absoluta, eterna, objetiva, ante la cual el hombre es espectador»[3]. Como podemos observar, el hombre no podrá aceptar, bajo ningún punto de vista, una verdad objetiva, por cuanto dicha aceptación equivaldrá a renunciar a ser protagonista de su propia vida, a ser libre. En consecuencia, la aceptación de una filosofía que reconozca una trama en lo real gobernada por finalidades que no dependan de la voluntad humana deberá ser rechazada.

Pero entonces, ¿qué ponemos en el lugar que antes ocupaba la filosofía griega?. La respuesta es simple: una filosofía que asegure esa concepción de libertad como indeterminación absoluta[4]. Esa filosofía se debe caracterizar por sostener que la realidad es un continuo fluir, un hacerse eterno (ley, ésta, que también afectará al ser del hombre). Y si todo cambia, los conceptos que nos formamos acerca de las cosas también deben cambiar. Deben ser, se nos dice hoy, «resignificados». Pero, ¿en función de qué otro parámetro les vamos a ir otorgando nuevo significado?. En función de las exigencias humanas, de aquello que queremos. Si atendemos al documento al que aludiéramos precedentemente, allí se propugna una revisión y actualización del concepto de ley natural en función, obviamente, de las nuevas exigencias planteadas por la humanidad en nuestro tiempo –una de las cuales es el deseo de establecer relaciones maritales entre personas del mismo sexo–.

Pues bien, esta furia de la resignificación se extiende a todo, incluidos los mismos dogmas de la fe católica (a los cuales también hay que «reacomodar» en función de aquello que queremos) e incluso a la naturaleza de la misma Iglesia. Nicolás Alessio, uno de los sacerdotes de Córdoba (Argentina) en abierta oposición al Magisterio de la Iglesia, afirmaba, frente a la pregunta de un periodista «Pero para crear otro modelo de Iglesia, ¿no es inevitable el conflicto?», Alessio respondió: «–Sí, el choque es inevitable, el conflicto con la autoridad eclesiástica es inevitable. Lo que decía es que no tenemos como prioridad un problema eclesial. Nuestra prioridad hoy es estar al lado de los excluidos, al lado de las víctimas, ser fieles a un evangelio que tiene que ser liberador, concientizador. Ahora, esto tarde o temprano nos va a enfrentar contra esta Iglesia que no quiere este discurso». Y a la pregunta, «¿Qué propuestas tienen para ese nuevo modelo de Iglesia?», el mismo sacerdote respondió: «–Muchísimas. Por lo pronto hay que plantear otra manera de evangelizar. No podemos evangelizar al estilo de “yo tengo la verdad y vos me la tenés que creer”. El mensaje no puede ser desde un lugar de hegemonía de la verdad, sino que debemos evangelizar en un diálogo interreligioso. Para nosotros por ejemplo todos los dioses son verdaderos. Y tiene que haber otra manera de celebrar. La gente necesita rezar a sus muertos, dar gracias por el nacimiento de sus hijos, pero hay que celebrar de otra manera. La Iglesia no puede seguir manteniendo ritos que la gente no entiende, que son lejanos de la vida. Y otra manera de vivir la comunidad, no como una monarquía, sino una comunidad circular, democrática, podríamos decir»[5].


P. José Nicolás Alessio


El mismo Alessio, en el reportaje citado, señala que en el seno de la Iglesia existen «rupturas que se dan en la mayoría de los temas, y se dan muchas veces de manera dramática… Se da en los temas teológicos, en los bíblicos, en los de moralidad sexual, en los temas políticos. Esta fractura se da sin virulencia, pero son rupturas muy profundas. De hecho acá en Córdoba nos estamos reuniendo un grupo de curas en actividad y otros curas que no están en actividad, y ahí hemos expresado claramente que queremos otro modelo de Iglesia. Y la adhesión de una enorme cantidad de gente común que adhiere a esta idea de ser una Iglesia diferente, de pensar otro modo de vivir la fe, recorre el país a lo largo y a lo ancho, y recorre en definitiva toda Latinoamérica».

Pero si siguiéramos la línea argumentativa de los curas de Quilmes, de los sacerdotes de Córdoba, de todos aquellos que piensan lo mismo pero que no lo manifiestan todavía, ¿cuál sería el contenido de la fe católica?. La respuesta resulta obvia: el contenido no sería fijo sino variable y dependerá de las exigencias de orden socio–histórico establecidas por la comunidad[6]. Así, entonces, no existirá más una ruptura entre el pensar de la Iglesia y el mundo sino que, por el contrario, estaremos ante un todo homogéneo sin fisuras.

La situación gravísima que hoy atraviesa la Iglesia es, a nuestro juicio, producto de este rechazo de la filosofía helena (que Juan Pablo II la denomina filosofía del ser[7]) y su reemplazo por una filosofía de la praxis o del devenir que es introducida a través del sociologismo. Este último considera que todas las concepciones del mundo son expresión de las situaciones histórico–sociales y, por ende, aquellas sólo se pueden entender a la luz de estas últimas. La filosofía, entendida como el conocimiento del orden eterno de las cosas, ya no tiene cabida en las presentes circunstancias. A partir de este «nuevo» (sic!) pensar, la Iglesia, tal como la conocemos hoy, no sería más que el producto de determinada situación histórico–social y, por eso mismo, debe ser cambiada y adaptada para que responda a las actuales demandas.

Observemos el modo y la intensidad en que esta mentalidad ha penetrado en vastos sectores de la Iglesia. ¿No se piensa, acaso, que la moral católica debe ser «puesta al día», lo que equivale a quitar o silenciar aquellos aspectos de la misma que puedan resultar chocantes a la sensibilidad contemporánea?. ¿No se propone, en la liturgia, música adaptada a los gustos actuales como si no existiese criterio objetivo alguno que regulase el canto sagrado?. ¿No se nos insta, de modo continuo, desde los púlpitos, a dejar de lado la inteligencia en la vivencia de la fe?. Todo esto nos conduce a darle la razón a Alessio cuando afirma que en el seno de la actual Iglesia anida una profunda ruptura que se manifiesta en los temas teológicos, en los bíblicos, en los de moralidad sexual, en los temas políticos. A nuestro juicio, insistimos una vez más, la causa de la quiebra hay que encontrarla en el abandono de una filosofía del ser (léase, metafísica) y su reemplazo por una filosofía de la praxis o del devenir que termina diluyendo todo contenido objetivo de la fe católica. Esta realidad conduce a la imposibilidad de llevar a cabo un intellectus fidei, una intelección del misterio cristiano y, junto con ello, al derrumbe de una vida de características propiamente cristianas. Juan Pablo II lo expresa con toda claridad: «… un pensamiento filosófico que rechazase cualquier apertura metafísica sería radicalmente inadecuado para desempeñar un papel de mediación en la comprensión de la Revelación»[8].

Consideramos que la Iglesia Católica debe, urgentemente, recuperar la fe en el Poder de Dios y no en el poder de la historia. Para ello, el pensamiento católico debiera repensar la relación de teoría y praxis con el fin de fundar la segunda –praxis– en la primera –teoría– y no permitir que la praxis absorba por completo a la teoría. Fuera de un horizonte metafísico, sucederá esto último y, en ese caso, la Iglesia terminará ocupándose, como cualquier otra institución humana, de fines meramente seculares (promoción social, económica, etc.). El mundo secular estará muy contento con ello, y la promoverá y felicitará. Sin embargo, habrá traicionado su mismísima esencia por cuanto el elemento sobrenatural que la constituye intrínsecamente habrá desaparecido.



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Notas
[2] Todo lo destacado nos corresponde.
[3] Giovanni Gentile. Il modernismo e i rapporti fra religione e filosofia. En Opere, XXXV, Sansoni–Firenze, terza edizione riveduta, p. 36.
[5] Tomado de Gen periodístico. Periodismo de investigación.
[6] No agregamos ningún adjetivo a comunidad (ni católica ni cristiana) porque ya no sabemos qué es aquello que la determinaría como tal.
[7] Cfr. Encíclica Fides et Ratio
[8] Fides et Ratio N° 83.








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