jueves, 6 de mayo de 2010

Un dudoso moralismo de los que se ensañan contra el Papa - Mons. Héctor Aguer

Un dudoso moralismo de los que se ensañan contra el Papa
Mons. Héctor Aguer


La Plata (Buenos Aires), 5 May. 10 (AICA).- “En los días que corren arrecian los ataques que vienen apuntando contra la figura del Papa Ratzinger desde el comienzo de su pontificado. Se ha pretendido descalificarlo haciendo una caricatura de su anterior oficio de ‘defensor de la ortodoxia’, como si el empeño de tutelar la doctrina de la fe fuera algo desusado en la Iglesia o no correspondiera a las urgencias más hondas de un mundo necesitado de la verdad y del amor que tienen su fuente en Dios”. Así lo expresa el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en un artículo publicado por el diario “El Día” el pasado 30 de abril.

Tras señalar que “la impugnación ha partido, algunas veces, de personas y grupos que adoptaron una hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura para interpretar el Concilio Vaticano II en contra de la gran tradición eclesial”, advierte que “luego, cualquier oportunidad ha parecido propicia para criticar presuntas ‘gaffes’ y crear equívocos, difundidos por una turba mediática superficial y prejuiciada”.

En ese sentido, sostiene que “los ‘flashes’ de la comunicación globalizada simplifican el discurso, buscan acentuar las contradicciones, reales o aparentes, incitan a la confrontación y con frecuencia responden a una posición tomada, anticatólica” y subraya: “No hace falta acudir a una teoría de la conspiración para sospechar que detrás de este fenómeno se mueven fuerzas oscuras y poderosos intereses”.

El pastor platense destaca que “Joseph Ratzinger se ha distinguido siempre por su vigor intelectual, su vastísima cultura, su sensibilidad artística, y más íntimamente por la sencillez de su trato, por su mansedumbre y afabilidad. Su obra teológica tiene un valor innegable, no sólo como exposición actualizada de la fe católica, sino también porque implica una reivindicación del papel de la razón y de su capacidad para descubrir la verdad y hacer de ella el fundamento de una vida con sentido plenamente humano y de un orden social que se erija sobre los pilares de la justicia y la solidaridad. Estas características se reflejan también en su magisterio desde la cátedra de Pedro”.

Al recordar que el motivo más reciente de los ataques “ha sido el descubrimiento de casos de pedofilia de los cuales se han hecho culpables, en las últimas décadas, sacerdotes de diversos países”, aclara que “en esta perversión la patología consiste en una compulsión de dominio que lleva al comportamiento criminal contra niños y adolescentes; en la inmensa mayoría de los casos los autores son hombres casados y el abuso se verifica, a menudo, dentro de la propia familia”.

Si bien reconoce que “es mucho más grave el delito cuando los culpables son sacerdotes”, sin embargo, considera “llamativo que sólo se hable de ellos y no se afronte en profundidad el vergonzoso problema que abarca al mundo entero”.

En cuanto a la actitud del Papa frente a los casos de pedofilia en la Iglesia señala que “se ha ubicado con claridad del lado de las víctimas” y también que, “mucho antes de que estos hechos lamentables se hicieran públicos, él había determinado con mayor rigor los procedimientos a seguir para juzgar según las leyes eclesiásticas a los autores de tan graves pecados”.

Por eso asegura que “esta triste realidad es aprovechada con otra intención: minar la credibilidad de la Iglesia y en especial su misión de orientar el sentido moral de la sociedad”.

“Es notable observar que se ensañan contra el Papa los promotores del aborto y la eutanasia, los que intentan alterar la esencia del matrimonio y desbaratar completamente la familia, los que en nombre de una libertad sin contenido, sin referencia a valores objetivos y universales, niegan que exista una naturaleza de la persona humana. Un dudoso moralismo, en suma, el de aquellos que destruyen los fundamentos del orden moral y se atreven a arrojar la primera piedra”, concluye.



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