miércoles, 23 de diciembre de 2009

Navidad: Liturgia y Tradiciones

Navidad:
Liturgia y Tradiciones


En el tema principal desarrollado por la liturgia de Navidad encontramos los elementos básicos de la teología y de la pastoral de la fiesta. La Navidad no es sólo un recuerdo de un suceso histórico. Constantemente la liturgia subraya que el hecho del nacimiento de Jesucristo está ordenado a la Redención, a la Pascua, a la Parusía. Según la terminología de los antiguos, la Navidad es una memoria (misterio), cuyo centro es la muerte y resurrección de Jesucristo, siempre presente y operante, como alma de toda celebración litúrgica.

Alrededor de la liturgia de Navidad se ha formado, en el decurso de los siglos, una serie de costumbres folklóricas que han contribuido a crear un ambiente festivo en la intimidad de las familias y en las calles de aldeas y ciudades. Ya en el Siglo V se compusieron cantos populares sobre el misterio de la Encarnación, inspirados en la teología y la liturgia de Navidad. Cuando, en el siglo XIII, San Francisco de Asís y sus discípulos propagan la devota práctica de construir "belenes" en las iglesias y en las casas, se extienden los villancicos de Navidad, caracterizados por el tono sensible e ingenuo de sus letras y de sus melodías que se refieren preferentemente a los sentimientos de la Virgen y de los pastores ante la pobreza que Dios ha escogido al tomar un cuerpo humano.

Como para expresar visiblemente el significado de la "iluminación" obtenida por el nacimiento de Jesucristo, desde antiguo se introdujo el hábito de encender fuegos durante la noche de Navidad, reemplazando tradiciones precristianas. El alumbrado extraordinario de los lugares públicos durante el tiempo de Navidad se ha inspirado en esos usos.

Desde el siglo XVI, en los países nórdicos, se empiezan a reunir en torno a un árbol -el árbol de Navidad-, signo de la gracia alcanzada por la Encarnación y por la muerte en el árbol de la cruz de Jesucristo, en contraposición del pecado que se originó en el árbol del paraíso.

También, se destinó para el día de Navidad la práctica de cambiarse regalos y felicitaciones; práctica sugerida por la que existía en Roma el día primero del año, llamada estrenas. Al principio, se simbolizaba que era el niño Jesús quien ofrecía los regalos; y más adelante, serían los Reyes Magos quienes distribuyen los dones, y no tanto por Navidad cómo por la Epifanía, en que se conmemora el hecho de la entrega de sus obsequios a Jesucristo.

Por último, durante la octava de Navidad se celebran las "memorias" de los Santos Esteban, Juan Evangelista e Inocentes, como las más antiguas, a las que Oriente añadía la de los Santos Pedro y Pablo.


sábado, 12 de diciembre de 2009

La tilma de Juan Diego - Oscar Schmidt

La tilma de Juan Diego
Oscar Schmidt


La conservación de casi 500 años de la tilma original es un verdadero fenómeno inexplicable


Investigaciones científicas realizadas en la tilma de Juan Diego

En 1929 el fotógrafo Alfonso Marcué González descubre una figura humana microscópica en el ojo derecho de la Virgen. Desde entonces, el misterio de esas pupilas interroga a la ciencia.

En el año 1936 el Obispo de México hace analizar tres fibras del manto por el que posteriormente sería premio Nobel de Química del año 1938 y 1949, el Dr. Richard Khun (de origen judío).

Este descubrió que la pintura no tenía ningún origen vegetal, ni mineral, ni animal, ni ningún otro elemento de los 111 conocidos, por lo que dedujo que la pintura no es de origen conocido.

Muchos oftalmólogos han analizado los ojos de María desde entonces, y también fotógrafos y científicos. Uno de los hombres que más energías ha dedicado a tratar de dilucidar el misterio que encierran esas imágenes es el científico peruano José Aste Tonsmann, experto de IBM en procesamiento digital de imágenes. Hace 22 años decidió investigar la posible existencia de más figuras, y halló otras doce, en adición a la figura que se había descubierto originalmente.

Los ojos de Guadalupe constituyen uno de los grandes enigmas para la ciencia en estos momentos, como han constatado los estudios que el ingeniero José Aste Tönsmann realizó para el Centro de Estudios Guadalupanos de México. Este graduado en ingeniería en sistemas ambientales por la Universidad de Cornell, ha estudiado durante más de veinte años la imagen impresa de la Virgen en ese tosco tejido hecho con fibras de maguey de Juan Diego, el indígena que recibió las apariciones que cambiarían decisivamente la historia de México.

En febrero de 1979 el Dr. José Aste culminó con dos años de trabajo intensivo y descubrió lo que hasta ahora ha sido uno de los fenómenos inexplicables más grandes de todos los tiempos (¡los que tenemos fe lo llamamos simplemente un milagro!). Por computadora el Dr. Aste agranda la imagen de la pupila del ojo derecho e izquierdo en forma digitalizada, y descubre doce personas que están siendo observadas por los ojos de la Imagen de la Virgen de Guadalupe. Pero allí no termina la sorpresa, ya que al agrandar la pupila del Obispo Juan de Zumarraga otras mil veces más, o sea 1 milímetro de la imagen se agranda primero 2500 veces y luego la pupila del obispo 1000 veces más y allí aparece nuevamente la imagen del indio Juan Diego mostrando la Tilma con la Imagen de la Virgen de Guadalupe, retratada en los ojos del obispo. Dos veces se retrata la imagen: una vez en los ojos de María, y luego en los ojos del obispo retratados en los ojos de María. O sea que esta imagen se observa en el tamaño de un cuarto de micrón, que es la 1/4 parte de un millonésimo de milímetro.

¡Esto hizo que el Doctor Aste Tonsmann no durmiera por varios días maravillado de algo tan increíble! No es para menos, los milagros deben maravillarnos. En caso contrario, ¿qué sentido tiene que Dios los realice?


Trece personajes en los ojos de la Virgen

Si bien sus dimensiones son microscópicas, el iris y las pupilas de los ojos de la imagen tienen impresa al menos la imagen sumamente detallada de trece personajes. Las mismas personas están presentes tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, con diferentes proporciones, al igual que sucede en los ojos de un ser humano que refleja los objetos que tiene en frente. El reflejo transmitido por los ojos de la Virgen de Guadalupe es la escena en la que Juan Diego mostraba al obispo fray Juan de Zumárraga y a los presentes en la estancia el manto con la misteriosa imagen. Era el 9 de diciembre de 1931.

La técnica que ha utilizado para su estudio el ingeniero Aste Tönsmann es la del proceso digital de imágenes usado por los satélites y por las sondas espaciales para transmitir informaciones visivas. El científico, de hecho, ha trabajado durante años en IBM en procesamiento digital de imágenes. Según las conclusiones del estudio, nos encontramos ante una imagen «que no ha sido pintada con mano de hombre». Ya en el siglo XVIII varios científicos realizaron pruebas científicas que mostraban cómo era imposible pintar una imagen así en un tejido de esa textura. De hecho, con el pasar del tiempo, las fibras del «ayate» (o tilma) que utilizaban los indios se degradan. Normalmente no deberían durar más de veinte años. Sin embargo, la imagen está impresa desde hace 470 años.

Richard Kuhn, premio Nobel de Química (recordó Aste Tönsmann), hizo análisis químicos en los que se pudo constatar que la imagen no tiene colorantes naturales, ni animales ni mucho menos minerales. Dado que en aquella época no existían los colorantes sintéticos, la imagen, desde este punto de vista, es inexplicable. En 1979 los estadounidenses Philip Callahan y Jody Smith estudiaron la imagen con rayos infrarrojos y descubrieron con sorpresa que no había huella de pintura y que el tejido no había sido tratado con ningún tipo de técnica. Aste Tönsmann se pregunta, «¿Cómo es posible explicar esta imagen y su consistencia en el tiempo sin colores y con un tejido que no ha sido tratado?. Es más, ¿cómo es posible que, a pesar de que no haya pintura, los colores mantengan su luminosidad y brillantez?».

El ingeniero peruano explica que «Cahallan y Smith han mostrado cómo la imagen cambia ligeramente de color según el ángulo de visión, un fenómeno que se conoce con el término de iridiscencia, una técnica que no se puede reproducir con manos humanas». El investigador comenzó a desarrollar su estudio en 1979. Agrandó los iris de los ojos de la Virgen hasta alcanzar una escala 2.500 veces superior al tamaño real y, a través de procedimientos matemáticos y ópticos, logró identificar todos los personajes impresos en los ojos de María. En los ojos de la Reina del Cielo –revela– se encuentran reflejados los testigos del milagro guadalupano, el momento en que Juan Diego mostraba la tilma al obispo. Los ojos de la Virgen tienen así el reflejo que hubiera quedado impreso en los ojos de cualquier persona en esa posición, quinientos años atrás.

Se puede individualizar a un indio sentado, que mira hacia lo alto mientras parece tener entre sus manos un instrumento musical indígena; el perfil de un hombre anciano, con la barba blanca y la cabeza con calvicie avanzada, como el retrato del obispo Juan de Zumárraga realizado por Miguel Cabrera para representar el milagro; un hombre más joven, con toda probabilidad el intérprete Juan González; un indio de rasgos marcados, con barba y bigote y un gorro típicamente indígena, que abre su propio manto ante el obispo: ¡sin dudas se trata de Juan Diego!. Una mujer de rostro oscuro, una sierva negra que estaba al servicio del obispo; un hombre de rasgos españoles que mira pensativo acariciándose la barba con la mano.

En el centro de las pupilas, además, a escala mucho más reducida se puede ver otra «escena», totalmente independiente de la primera. Se trata de una familia indígena compuesta por una mujer, un hombre, y algunos niños. En el ojo derecho, aparecen otras personas de pie detrás de la mujer.

Hasta aquí llega la ciencia, fue la conclusión de Aste Tönsmann. Cómo se ha realizado algo así no es posible descifrarlo con métodos científicos. En definitiva, en los ojos de la imagen de la Virgen de Guadalupe está impresa una especie de instantánea de lo que sucedió en el momento en que tuvo lugar el milagro.

Frente a toda esta evidencia, la ciencia puede mostrar la realidad indiscutible presente en la Imagen, no su origen. ¡Para esto hace falta la fe!


Milagros alrededor de la tilma, desde siempre

El día 26 de Diciembre de 1531 (pocos días después del milagro) iba un grupo transportando la tilma al cerro del Tepeyac. En la misma iban muchos indios festejando, como era la costumbre de los chichimecas, jugando con los arcos y las flechas y danzando. A uno de ellos se le disparó accidentalmente una flecha, con tan mala suerte que atravesó la garganta de un indio que iba caminado acompañando el manto. El mismo murió en el acto en que la flecha le atravesó la yugular.

Luego de haberle extraído la flecha delante mismo del manto, el indio revivió y sólo le quedo la cicatriz hasta el día en que murió. A raíz de este impresionante hecho 9.000.000 de indios se convirtieron al cristianismo.

En el año 1751 el retrato fue analizado por Miguel Cabrera junto con José Ibarra, y comprobaron que en la Imagen no hay rastros de pintura mirando por detrás, y por delante era visible la pintura pero no había rastros de pinceladas de ningún tipo. En el año 1791 en el lado derecho superior cae ácido muriático haciendo un agujero de cerca de 10 centímetros de diámetro. En 30 días el sector dañado se reconstituyó sólo sin que nadie hubiera hecho algo para remendarlo, cocerlo o entretejerlo. Hoy en día queda la aureola de la mancha y sólo con instrumental preciso se pueden rastrear aún restos de ácido muriático en la Tilma.

En el siglo XVIII se hizo una réplica lo más parecida al original y se pudo comprobar que el poncho confeccionado con las mismas fibras de maguey se hizo polvo en sólo 15 años. La conservación de casi 500 años de la tilma original es un verdadero fenómeno inexplicable.

El día 14 de noviembre de 1921 el pedrero Luciano Pérez, un español anarquista, depositó un arreglo de flores al lado de la Tilma de Juan Diego.

En ellas había colocado una carga de dinamita que destruyó todo alrededor, mas la Tilma no sufrió absolutamente ningún daño.

En el año 1956 el oftalmólogo Dr. Torruela Bueno descubre que al acercarse al ojo para realizarle un fondo de ojo, la pupila se cierra y al apartar la luz se dilata nuevamente, como si fuera el ojo humano de una persona viva. En julio de 1956 el Dr. Lavoignet después de 8 meses de trabajos, descubre el fenómeno óptico de la "triple imagen de Purkinge-Samson", que es el fenómeno óptico que hace que en el ojo humano se formen las tres refracciones del objeto visto.

Al acercar el lente para hacer un fondo de ojo, observaron una vez más que con la luz la pupila se contraía y al retirarla se dilataba nuevamente.

El 7 de mayo de 1979 los científicos Jody Brand Smith, profesor de estética y de filosofía en el Pensacola College, y Phillip Serna Callahan, biofísico de la Universidad de Florida y especialista en pintura y miembros de la NASA, analizan la tilma sin encontrar pintura en el original de la imagen. Prueban que no es fotografía pues no ha se ha impresionado al tejido. También descubren que la tilma conserva sin ninguna explicación la temperatura del cuerpo humano, de alrededor de 36,6 a 37º. Al acercarse a ver la tela a menos de 10 centímetros, no se ve nada más que las fibras del manto, los colores ya no son visibles, desaparecen. Es imprescindible alejarse para ver la imagen de María. Los científicos de la NASA descubren también que al pasar un rayo láser por la tela, colocándola de costado, el mismo pasa sin tocar la pintura ni la tela. De este modo comprueban que la pintura está suspendida en el aire, por tres décimas de milímetros, o sea que la misma no está pegada en el manto, sino tan solo suspendida en el aire.

¡Suspendida en el aire, sobre la tela de fibra de maguey, pero sin tocarla!

El 22 de diciembre de 1981 el padre Mario Rojas descubre en el Observatorio Laplace de la ciudad de México, que las estrellas del manto corresponden al Solsticio de invierno del día 12 de diciembre de 1531, que pasó por México a las 10.26 de la mañana. O sea que a esa hora Juan Diego desplegó el poncho y en esa hora de ese día los astrónomos han comprobado tal acontecimiento al analizar la disposición estelar de las estrellas que aparecen en el Manto de María.

También un ginecólogo, al colocar el estetoscopio debajo de la cinta de armiño donde se ve que la Virgen se encuentra encinta, se da cuenta que siente ruidos de latidos rítmicos. Los cuenta y se lleva la sorpresa de que son de 115 a 120 pulsos en un minuto, que vienen a ser los latidos del corazón del Niño Jesús, y corresponden en dicha cantidad a los de un niño real.

¿Qué más debe hacer Dios para convencernos de la Presencia tangible del mundo sobrenatural frente a nosotros?. Estos llamados a la fe son tan rotundos, tan contundentes, que sorprende que el mundo siga su curso como si nada ocurriese. ¡Despertemos, despertemos!. ¿Qué acto de Dios falta para que nos decidamos a poner nuestros ojos EL?


Entrevista al Doctor José Aste Tonsmann

Cuando el ojo humano observa, los objetos que está mirando se reflejan en su retina. «Yo estoy reflejado ahora mismo en su ojo», explica el doctor Aste en esta entrevista. «Dependiendo de que el objeto esté más cerca o más lejos del ojo, se reflejará a mayor o menor tamaño en el globo ocular», explica. «Y eso es lo que ocurre con los ojos de la Guadalupana: la imagen que aparece recogida en sus dos retinas es la del momento en que la Virgen se impresionó en la tilma de Juan Diego».

-Esas figuras, ¿no pueden ser obra humana?
-José Aste Tonsmann: No, por tres motivos. En primer lugar, no son visibles al ojo humano, salvo una: la del español, que es la más grande. Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas. En segundo lugar, los pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen tienen. Ocurre lo mismo con la imagen de la Virgen: no está pintada, y nadie sabe aún cómo se estampó sobre la tilma de Juan Diego.

-¿Y el tercero?
-José Aste Tonsmann: Las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué artista haría eso?. Además, su tamaño varía de un ojo al otro, dependiendo de lo cerca que estuviera el personaje del ojo izquierdo o derecho de la Virgen.

-¿Qué proceso siguió en su experimento?
-José Aste Tonsmann: Primero se toman unas fotografías de los ojos. Después se digitalizan. Son leídas por el ordenador, y se realizan ampliaciones y filtrado de las imágenes.

-¿Quiénes aparecen en los ojos?
-José Aste Tonsmann: Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Fray Juan de Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego); una mujer negra (una esclava); un español con barba; y por último, una familia indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más, que pueden ser abuelos o tíos.

-¿Cómo sabe que el resto de figuras corresponde a la esclava, al traductor, etc.?
-José Aste Tonsmann: Hay constancia histórica. El anciano que aparece en los ojos de la Virgen guarda gran parecido con los cuadros del obispo Zumárraga que hay de la época. Sobre la esclava negra, Zumárraga dice en su testamento que le da la libertad, e incluso sabemos que se llamaba María. En el Archivo de Indias se conserva el acta de embarque del obispo cuando marchó al Nuevo Mundo.


Fuente: reinadelcielo.org



domingo, 6 de diciembre de 2009

Homilía para los miembros de la Comisión Teológica Internacional - Benedicto XVI

Homilía para los miembros de la Comisión Teológica Internacional
Benedicto XVI
Capilla Paulina, martes 1º de diciembre de 2009


Queridos hermanos y hermanas,

Las palabras del Señor, que hemos escuchado en el pasaje evangélico, son un desafío para nosotros, los teólogos, o tal vez, para decirlo mejor, una invitación a un examen de conciencia: ¿Qué es la teología? ¿Qué somos nosotros, los teólogos? ¿Cómo hacer verdadera teología? Hemos escuchado que el Señor alaba al Padre porque ha ocultado el gran misterio del Hijo, el misterio trinitario, el misterio cristológico, a los sabios y a los doctos – ellos no lo han conocido – y lo ha revelado a los pequeños, a los nèpioi, a aquellos que no son doctos, que no tienen una gran cultura. A ellos se les ha revelado este gran misterio.

Con estas palabras, el Señor describe sencillamente un hecho de su vida; un hecho que comienza ya en los tiempos de su nacimiento, cuando los Magos de Oriente preguntan a los competentes, a los escribas, a los exegetas, el lugar del nacimiento del Salvador, del Rey de Israel. Los escribas lo saben porque son grandes especialistas; pueden decir enseguida dónde nace el Mesías: ¡en Belén! Pero no se sienten invitados a ir: para ellos, sigue siendo un conocimiento académico que no toca su vida, quedan fuera. Pueden dar información pero la información no se convierte en formación para la propia vida.

Luego, durante toda la vida pública del Señor, encontramos lo mismo. Es inaccesible para los doctos comprender que este hombre no docto, galileo, pueda ser realmente el Hijo de Dios. Sigue siendo inaceptable para ellos que Dios, el grande, el único, el Dios del cielo y de la tierra, pueda estar presente en este hombre. Conocen todo, conocen también Isaías 53, todas las grandes profecías, pero el misterio permanece escondido. Es revelado, en cambio, a los pequeños, desde la Virgen hasta los pescadores del lago de Galilea. Ellos conocen, como también el centurión romano conoce bajo la cruz: éste es el Hijo de Dios.

Los hechos esenciales de la vida de Jesús no pertenecen sólo al pasado sino que están presentes, de diversos modos, en todas las generaciones. Y así también en nuestro tiempo, en los últimos doscientos años, observamos lo mismo. Hay grandes eruditos, grandes especialistas, grandes teólogos, maestros de la fe, que nos han enseñado muchas cosas. Han penetrado en los detalles de la Sagrada Escritura, de la historia de la salvación, pero no han podido ver el misterio mismo, el verdadero núcleo: que Jesús era realmente Hijo de Dios, que el Dios trinitario entra en nuestra historia, en un determinado momento histórico, en un hombre como nosotros. ¡Lo esencial les ha permanecido oculto! Se podrían citar con facilidad grandes nombres de la historia de la teología de estos doscientos años, de los cuales hemos aprendido mucho pero que no ha sido abierto a los ojos de su corazón el misterio.

En cambio, también en nuestro tiempo están los pequeños que han conocido tal misterio. Pensemos en santa Bernadette Soubirous, en Santa Teresa de Lisieux, con su nueva lectura de la Biblia, “no científica”, sino entrando en el corazón de la Sagrada Escritura; hasta los santos y beatos de nuestro tiempo: santa Josefina Bakhita, la beata Teresa de Calcuta, san Damián de Veuster. ¡Podríamos nombrar muchos!

Pero, a partir de todo esto, nace la pregunta: ¿por qué es así? ¿Es el cristianismo la religión de los necios, de las personas sin cultura, no formadas? ¿Se extingue la fe donde se despierta la razón? ¿Cómo se explica esto? Tal vez debamos mirar una vez más la historia. Sigue siendo cierto lo que Jesús ha dicho, lo que se puede observar en todos los siglos. Y, sin embargo, hay una “especie” de pequeños que son también sabios. A los pies de la cruz está la Virgen, la humilde esclava de Dios y la gran mujer iluminada por Dios. Y está también Juan, pescador del lago de Galilea, aquel Juan que la Iglesia llamará justamente ‘el teólogo’ porque realmente ha sabido ver el misterio de Dios y anunciarlo: con ojos de águila entró en la luz inaccesible del misterio divino. Así, también después de su resurrección, el Señor, en el camino hacia Damasco, toca el corazón de Saulo, que es uno de los sabios que no ven. Él mismo, en la primera carta a Timoteo, se define ignorante en aquel tiempo, a pesar de su ciencia. Pero el Resucitado lo toca: se queda ciego y, al mismo tiempo, se convierte realmente en alguien que ve, comienza a ver. El gran sabio se vuelve un pequeño, y precisamente por eso ve la necedad de Dios que es sabiduría, sabiduría más grande que todas las sabidurías humanas

Podríamos continuar leyendo toda la historia de este modo. Sólo una observación más. Estos eruditos sabios, sofòi y sinetòi, en la primera lectura, aparecen de otro modo. Aquí sofia y sínesis son dones del Espíritu Santo que reposan en el Mesías, en Cristo. ¿Qué significa? Se ve aquí un doble uso de la razón y un doble modo de ser sabios o pequeños. Hay un modo de usar la razón que es autónomo, que se pone por encima de Dios, en toda la gama de las ciencias, comenzando por las naturales donde un método apto para la investigación de la materia es universalizado: en éste método Dios no entra, por lo tanto, Dios no existe. Y así, finalmente, también en teología: se pesca en las aguas de la Sagrada Escritura con una red que permite pescar sólo peces de una cierta medida, y todo aquello que está más allá de esta medida, no entra en la red y, por lo tanto, no puede existir. Y así, el gran misterio de Jesús, del Hijo hecho hombre, se reduce a un Jesús histórico: una figura trágica, un fantasma sin carne y hueso, un hombre que ha quedado en el sepulcro, se ha corrompido y es realmente un muerto. El método sabe “pescar” ciertos peces pero excluye el gran misterio, porque el hombre se hace él mismo la medida: tiene esta soberbia que, al mismo tiempo, es una gran necedad porque absolutiza ciertos métodos que no son aptos para las grandes realidades; entra en este espíritu académico que hemos visto en los escribas, los cuales responden a los Reyes magos: no me conmueve; sigo cerrado en mi existencia, que no se conmueve. Es la especialización que ve todos los detalles pero no ve ya la totalidad.

Y hay otro modo de usar la razón, de ser sabios, que es el del hombre que reconoce quién es; reconoce la propia medida y la grandeza de Dios, abriéndose en la humildad a la novedad del actuar de Dios. De este modo, precisamente aceptando la propia pequeñez, haciéndose pequeño como es realmente, llega a la verdad. De este modo, también la razón puede expresar todas sus posibilidades, no se apaga, sino que se amplía, se hace más grande. Se trata de otra sofia o sínesis, que no excluye el misterio, sino que es precisamente comunión con el Señor en el cual reposan la prudencia y la sabiduría, y su verdad.

En este momento, queremos rezar para que el Señor nos conceda la humildad verdadera. Que nos dé la gracia de ser pequeños para poder ser realmente sabios; que nos ilumine, nos haga ver su misterio del gozo del Espíritu Santo, nos ayude a ser verdaderos teólogos, que pueden anunciar su misterio porque hemos sido tocados en la profundidad de nuestro corazón y de nuestra existencia. Amén.



Homilía del Papa Benedicto XVI en la Santa Misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, Capilla Paulina, martes 1º de diciembre de 2009



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domingo, 22 de noviembre de 2009

Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús - Pío XI


Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús
Ordenada por Pío XI para el día de Cristo Rey


Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.

Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron. Conceded, oh Señor, incolumidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz: ¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud, a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos!

Amén.



sábado, 14 de noviembre de 2009

Anglicanorum coetibus - Benedicto XVI

Anglicanorum coetibus
acerca de la institución de Ordinariatos personales para los anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia católica
Benedicto XVI


Texto de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus que acaba de ser publicada por la Santa Sede. En ella se instituyen los ordinariatos personales para los anglicanos que regresen a la plena comunión con la Iglesia Católica.


CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA
ANGLICANORUM COETIBUS
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
ACERCA DE LA INSTITUCIÓN DE ORDINARIATOS PERSONALES PARA LOS ANGLICANOS QUE ENTRAN EN LA PLENA COMUNIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA


En estos últimos tiempos, el Espíritu Santo ha impulsado a grupos anglicanos a pedir varias veces e insistentemente ser recibidos, también corporativamente, en la plena comunión católica y esta Sede Apostólica ha acogido benévolamente su pedido. El Sucesor de Pedro, de hecho, que tiene del Señor Jesús el mandato de garantizar la unidad del episcopado y de presidir y tutelar la comunión universal de todas las Iglesias [1], no puede no predisponer los medios para que tal santo deseo puede ser realizado.

La Iglesia, pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo [2], ha sido instituida por Nuestro Señor Jesucristo como “el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” [3]. Toda división entre los bautizados en Jesucristo es una herida a lo que la Iglesia es y a aquello por lo que la Iglesia existe; de hecho “no sólo se opone abiertamente a la voluntad de Cristo sino que es también escándalo para el mundo y daña la más santa de las causas: la predicación del Evangelio a toda creatura” [4]. Precisamente por esto, antes de derramar su sangre por la salvación del mundo, el Señor Jesús ha orado al Padre por la unidad de sus discípulos [5].

Es el Espíritu Santo, principio de unidad, quien constituye a la Iglesia como comunión [6]. Él es el principio de la unidad de los fieles en la enseñanza de los Apóstoles, en la fracción del pan y en la oración [7]. La Iglesia, sin embargo, por analogía con el misterio del Verbo encarnado, no es sólo una comunión invisible, espiritual, sino también visible [8]; de hecho, “la sociedad dotada de órganos jerárquicos, y el cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia dotada de bienes celestiales, no han de considerarse como dos cosas, porque forman una realidad compleja, constituida por un elemento humano y otro divino” [9]. La comunión de los bautizados en la enseñanza de los Apóstoles y en la fracción del pan eucarístico se manifiesta visiblemente en los vínculos de la profesión de la integridad de la fe, de la celebración de todos los sacramentos instituidos por Cristo y del gobierno del Colegio de los Obispos unidos con su cabeza, el Romano Pontífice. [10]

La única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo profesamos como una, santa, católica y apostólica, “subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, aunque pueden encontrarse fuera de ella muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica”. [11]

A la luz de tales principios eclesiológicos, con esta Constitución Apostólica se provee una normativa general que regule la institución y la vida de los Ordinariatos Personales para aquellos fieles anglicanos que desean entrar corporativamente en plena comunión con la Iglesia Católica. Tal normativa está complementada por las Normas Complementarias emanadas por la Sede Apostólica.

I. § 1. Los Ordinariatos Personales para Anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia Católica son erigidos por la Congregación para la Doctrina de la Fe dentro de los confines territoriales de una determinada Conferencia Episcopal, después de haber consultado a la misma Conferencia.

§ 2. En el territorio de una Conferencia de Obispos, pueden ser erigidos uno o más Ordinariatos, según las necesidades.

§ 3. Cada Ordinariato ipso iure goza de personalidad jurídica pública; es jurídicamente equiparable a una diócesis. [12]

§ 4. El Ordinariato está formado por fieles laicos, clérigos y miembros de Institutos de Vida Consagrada o de Sociedades de Vida Apostólica, originariamente pertenecientes a la Comunión Anglicana y ahora en plena comunión con la Iglesia Católica, o bien aquellos que reciben los Sacramentos de la Iniciación en la jurisdicción del Ordinariato mismo.

§ 5. El Catecismo de la Iglesia Católica es la expresión auténtica de la fe católica profesada por los miembros del Ordinariato.

II. El Ordinariato Personal está regido por las normas del derecho universal y de la presente Constitución Apostólica y está sujeto a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a los otros Dicasterios de la Curia Romana según sus competencias. Está también regido por las Normas Complementarias y otras eventuales Normas específicas dadas para cada Ordinariato.

III. Sin excluir las celebraciones litúrgicas según el Rito Romano, el Ordinariato tiene la facultad de celebrar la Eucaristía y los otros Sacramentos, la Liturgia de las Horas y las otras acciones litúrgicas según los libros litúrgicos propios de la tradición anglicana aprobados por la Santa Sede, a fin de mantener vivos en el interior de la Iglesia Católica las tradiciones espirituales, litúrgicas y pastorales de la Comunión Anglicana, como don precioso para alimentar la fe de sus miembros y riqueza para compartir.

IV. Un Ordinariato Personal está confiado al cuidado pastoral de un Ordinario nombrado por el Romano Pontífice.

V. La potestad (potestas) del Ordinario es:

a. ordinaria: unida por el mismo derecho al oficio conferido por el Romano Pontífice, para el fuero interno y el fuero externo;

b. vicaria: ejercida en nombre del Romano Pontífice;

c. personal: ejercida sobre todos aquellos que pertenecen al Ordinariato.

Ésta es ejercida en modo conjunto con la del Obispo diocesano local en los casos previstos por las Normas Complementarias.

VI. § 1. Aquellos que han ejercido el ministerio de diáconos, presbíteros u obispos anglicanos, que responden a los requisitos establecidos por el derecho canónico [13] y no están impedidos por irregularidades u otros impedimentos, [14] pueden ser aceptados por el Ordinario como candidatos para las Sagradas Órdenes en la Iglesia Católica. Para los ministros casados, se han de observar las normas de la Encíclica de Pablo VI Sacerdotalis Coelibatus, n. 42, [15] y de la Declaración In June [16]. Los ministros no casados deben atenerse a la norma del celibato clerical según el can. 277, § 1.

§2 El Ordinario, en plena observancia de la disciplina del celibato clerical en la Iglesia latina, pro regula admitirá sólo a hombres célibes al orden del presbiterado. Podrá pedir al Romano Pontífice, como una derogación del can 277, §1, admitir caso por caso al Orden Sagrado del presbiterado también a hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede.

§ 3. La incardinación de los clérigos estará regulada según las normas del derecho canónico.

§ 4. Los presbíteros incardinados en un Ordinariato, que constituyen su presbiterio, deben cultivar también un vínculo de unidad con el presbiterio de la Diócesis en cuyo territorio desarrollan su ministerio; deberán favorecer iniciativas y actividades pastorales y caritativas conjuntas, que podrán ser objeto de acuerdos estipulados entre el Ordinario y el Obispo diocesano local.

§ 5. Los candidatos a las Sagradas Órdenes en un Ordinariato serán formados junto a los otros seminaristas, especialmente en los ámbitos doctrinal y pastoral. Para tener en cuenta las necesidades particulares de los seminaristas del Ordinariato y de su formación en el patrimonio anglicano, el Ordinario puede establecer programas para desarrollar en el seminario o también erigir casas de formación, unidas a facultades de teología ya existentes.

VII. El Ordinario, con la aprobación de la Santa Sede, puede erigir nuevos Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica y promover a los miembros a las Sagradas Órdenes, según las normas del derecho canónico. Institutos de Vida Consagrada provenientes del Anglicanismo y ahora en plena comunión con la Iglesia Católica, pueden ser sometidos a la jurisdicción del Ordinario por mutuo acuerdo.

VIII. § 1. El Ordinario, según la norma del derecho, después de haber oído el parecer del Obispo diocesano del lugar, puede, con el consentimiento de la Santa Sede, erigir parroquias personales, para el cuidado pastoral de los fieles pertenecientes al Ordinariato.

§ 2. Los párrocos del Ordinariato gozan de todos los derechos y están sujetos a todas las obligaciones previstas en el Código de Derecho Canónico, que, en los casos establecidos en las Normas Complementarias, son ejercidos en mutua ayuda pastoral con los párrocos de la Diócesis en cuyo territorio se encuentra la parroquia personal del Ordinariato.

IX. Tanto los fieles laicos como los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, que provienen del Anglicanismo y desean formar parte del Ordinariato Personal, deben manifestar esta voluntad por escrito.

X. § 1. El Ordinario es asistido en su gobierno por un Consejo de gobierno, regulado por Estatutos aprobados por el Ordinario y confirmados por la Santa Sede. [17]

§ 2. El Consejo de gobierno, presidido por el Ordinario, está compuesto por al menos seis sacerdotes y ejerce las funciones establecidas en el Código de Derecho Canónico para el Consejo Presbiteral y el Colegio de Consultores y aquellas especificadas en las Normas Complementarias.

§ 3. El Ordinario debe constituir un Consejo para los asuntos económicos, según la norma del Código de Derecho Canónico y con las funciones establecidas por éste. [18]

§ 4. Para favorecer la consulta de los fieles, en el Ordinariato debe ser constituido un Consejo Pastoral. [19]

XI. El Ordinario debe ir a Roma cada cinco años para la visita ad limina Apostolorum y, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en comunicación también con la Congregación para los Obispos y la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, debe presentar al Romano Pontífice un informe sobre el estado del Ordinariato.

XII. Para las causas judiciales, el tribunal competente es el de la Diócesis en que tiene domicilio una de las partes, salvo que el Ordinariato haya constituido un tribunal propio, en cuyo caso el tribunal de segunda instancia será el designado por el Ordinariato y aprobado por la Santa Sede.

XIII. El Decreto que erigirá un Ordinariato determinará el lugar de la sede del Ordinariato mismo y, si lo considera oportuno, también su iglesia principal.

Queremos que estas disposiciones y normas nuestras sean válidas y eficaces ahora y en el futuro, no obstante, si fuese necesario, las Constituciones y las Ordenanzas Apostólicas emanadas por nuestros predecesores, y toda otra prescripción, incluso las dignas de particular mención y derogación.


Dado en Roma, junto a San Pedro, el 4 de noviembre de 2009, Memoria de San Carlos Borromeo.



BENEDICTUS PP . XVI



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Notas
[1] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Cost. dogm. Lumen gentium, 23; Congregación per la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 12; 13.

[2] Cf. Cost. dogm. Lumen gentium, 4; Decr. Unitatis redintegratio, 2.

[3] Cost. dogm. Lumen gentium 1.

[4] Decr. Unitatis redintegratio, 1.

[5] Cf. Gv 17,20-21; Decr. Unitatis redintegratio, 2.

[6] Cf. Cost. dogm. Lumen gentium, 13.

[7] Cf. Ibidem; At 2,42.

[8] Cf. Cost. dogm. Lumen gentium, 8; Carta Communionis notio, 4.

[9] Cost. dogm. Lumen gentium, 8.

[10] Cf. CIC, can. 205; Cost. dogm. Lumen gentium, 13; 14; 21; 22; Decr. Unitatis redintegratio, 2; 3; 4; 15; 20; Decr. Christus Dominus, 4; Decr. Ad gentes, 22.

[11] Cost. dogm. Lumen gentium, 8; Decr. Unitatis redintegratio, 1; 3; 4; Congregación per la Doctrina de Fe, Dich. Dominus Iesus, 16.

[12] Cf. Juan Pablo II, Const. Ap. Spirituali militum curae, 21 aprile 1986, I § 1.

[13] Cf. CIC, cann. 1026-1032.

[14] Cf. CIC, cann. 1040-1049.

[15] Cf. AAS 59 (1967) 674.

[16] Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración del 1° abril 1981, en Enchiridion Vaticanum 7, 1213.

[17] Cf. CIC, cann. 495-502.[18] Cf. CIC, cann. 492-494.[19] Cf. CIC, can. 511.






jueves, 12 de noviembre de 2009

Magisterio es el punto de referencia ineludible en la Iglesia - Benedicto XVI

Magisterio es el punto de referencia ineludible en la Iglesia
Benedicto XVI


VATICANO, 04 Nov. 09 (ACI).- En la Audiencia General de este miércoles que dedicó, ante unos 35 mil fieles, a la controversia que sostuvieron en el siglo XII San Bernardo de Claraval y Abelardo, el Papa Benedicto XVI resaltó que de este evento se debe aprender que el Magisterio, al que recurrieron, es el punto de referencia ineludible en la Iglesia.

El Santo Padre recordó en primer lugar que la teología es "la búsqueda de una comprensión racional, por cuanto sea posible, de los misterios de la Revelación cristiana creídos por fe: la fe que busca la inteligibilidad". Pero, mientras San Bernardo, representante de la teología monástica, "pone el acento en la fe, Abelardo (representante de la teología escolástica) insiste en la comprensión por medio de la razón".

"Para Bernardo la fe misma está dotada de una íntima certeza, fundada en el testimonio de la Escritura y en la Enseñanza de los Padres de la Iglesia", explicó.

San Bernardo, prosigue el Papa, destaca que en la unión mística entre el alma humana y Dios, la primera goza "de una gran serenidad y dulzura". "Como he recordado en la catequesis dedicada a la doctrina de San Bernardo, la teología para él no puede más que nutrirse de la oración contemplativa, en otros términos de la unión efectiva del corazón y de la mente con Dios".

Para este santo abad, "la fe está protegida e iluminada por el Magisterio eclesial" y sostiene que "la teología tiene un sólo objetivo: promover la experiencia viva e íntima de Dios".

Por su parte, Abelardo, "a quien se debe el término teología tal y como lo entendemos hoy, se ocupó primero de filosofía y después aplicó los resultados alcanzados con esta disciplina a la teología". Era "un espíritu religioso, pero su personalidad era inquieta y su existencia estuvo llena de sorpresas: contestó a sus maestros, tuvo un hijo con una mujer culta e inteligente: Eloisa, fue sometido a condenas eclesiásticas, aunque murió en plena comunión con la Iglesia, a cuya autoridad se sometió con espíritu de fe".

"El uso excesivo de la filosofía hizo peligrosamente frágil la doctrina trinitaria de Abelardo" y "también en ámbito moral su enseñanza no carecía de ambigüedad: insistía en considerar la intención del sujeto como la única fuente para describir la bondad o malicia de los actos morales, olvidando el significado objetivo y el valor moral de las acciones", indicó Benedicto XVI.

"Este es un aspecto muy actual para nuestra época, en la que la cultura se caracteriza a menudo por una tendencia creciente al relativismo ético". Pero "tampoco hay que olvidar los grandes méritos de Abelardo, que contribuyó decididamente al desarrollo de la teología escolástica", ni "algunas de sus intuiciones, como la de que en las tradiciones religiosas no cristianas hay ya una preparación a la acogida de Cristo, al Verbo divino".

Al hablar luego de lo que se puede aprender de este debate, el Papa afirmó que "ante todo, la necesidad de una sana discusión teológica en la Iglesia, especialmente cuando las cuestiones debatidas no están definidas por el Magisterio, que es, siempre, un punto de referencia ineludible".

"San Bernardo, pero también el mismo Abelardo, reconocieron siempre y sin ningún tipo de duda a la autoridad. Además, las condenas que este último experimentó nos recuerdan que en el ámbito teológico debe haber siempre un equilibrio entre lo que podemos llamar los principios arquitectónicos que nos dio la Revelación y que conservan por lo tanto su importancia prioritaria y los interpretativos sugeridos por la filosofía, es decir, por la razón y que tienen una función importante, pero solo instrumental".

"Cuando ese equilibrio se rompe -continuó- la reflexión teológica corre el peligro de viciarse con los errores y entonces el Magisterio debe ejercer el necesario servicio a la verdad que le es propio".

Además, dijo el Papa, "es necesario poner en evidencia que, entre las motivaciones que hicieron que Bernardo 'se volviera' contra Abelardo para solicitar la intervención del Magisterio, se ve también la preocupación por salvaguardar la fe de los creyentes sencillos y humildes, quienes son defendidos cuando están en riesgo de ser confundidos o mal conducidos por las opiniones demasiado personales y las argumentaciones teológicas prejuiciados, que podrían hacer peligrar su fe".

Finalmente Benedicto XVI destacó que "la confrontación teológica entre Bernardo y Abelardo concluyó con una plena reconciliación. Prevaleció en ambos lo que importa realmente cuando nace una controversia teológica, es decir, salvaguardar la fe de la Iglesia y hacer triunfar la verdad en la caridad".

viernes, 23 de octubre de 2009

La historia y María Antonieta - Rubén Calderón Bouchet

La historia y María Antonieta
Rubén Calderón Bouchet


El 16 de Octubre se cumplió un aniversario de la muerte de María Antonieta, símbolo de la realeza humillada por la revolución. Rubén Calderón Bouchet la evoca a raiz de profundas y simples reflexiones sobre la historia.


Partimos de un hecho que es imposible discutir: el pasado no puede ser vivido en la memoria por mucha fidelidad que ésta ponga en el sostenimiento de sus recuerdos y, el acto mismo de recordar, es hacer una cierta selección de las circunstancias vividas que sólo retiene algunos aspectos de una realidad que se complace en escapar por todas las pendientes como un estanque desbordado.

Si pretendemos, más allá de la memoria personal, traer a la mente pasajes de una época que no hemos vivido y a la que podemos asomarnos a través de las memorias o documentos dejados por otros, la posibilidad se hace todavía más difícil y resulta absolutamente imposible escapar a las exigencias de evocar una suerte de sueño creado casi totalmente por la fantasía. Trato de atenuar la extensión del adverbio totalmente por respeto a los documentos que dirigen la faena de la imaginación y permiten distinguir lo que consideramos una obra histórica de una ficción novelesca en la que los pormenores del suceso son el producto de nuestra capacidad creadora.

Sarmiento vio desfilar por la ciudad de San Juan a los soldados de Facundo. Hasta que punto sus prejuicios, sus temores, las ideas que con el transcurso del tiempo y el carácter de sus estudios se forjó sobre la personalidad de Facundo, influyeron sobre esa visión que tiene todo el aspecto de ilustrar el tema de la barbarie en su famosa lucha por la civilización y el progreso. Una visión objetiva del pasado en la que no aparezca para nada el calor de las pasiones que alimentan nuestros recuerdos o la evocación de sucesos que no hemos vivido personalmente pero ante los cuales no permanecemos indiferentes, es absolutamente imposible y, si por casualidad se diera, la frialdad de los hechos evocados harían caer el libro de nuestras manos como si estuviéramos leyendo una guía telefónica.

La historia es vida y su persistencia en el presente desde el cual se la evoca es tanto más patente cuanto más vital la recepción hecha por el historiador. Pero aquí conviene distinguir entre la continuación de un discurso partidario y la exposición hecha por un analista capaz de descubrir el sesgo pasional de los protagonistas y exponer sus puestas con la vivacidad del que puede ponerse en todas o casi todas las situaciones, que el complejo ámbito de la historia permite vivir. Michelet tenía todas las condiciones requeridas para meternos en un trozo de la historia de Francia y hacernos vivir apasionadamente los momentos evocados por su pluma. Pero era fundamentalmente un orador y un orador que continuaba el discurso de Dantón y convertía la toma de La Bastilla en el símbolo de una gigantomaquia en la que luchaban dos fuerzas míticas: el Pueblo y la Opresión.

Como los que combaten en la realidad son hombres y no entelequias, el discurso de Michelet pudo ejercer un fuerte influjo en los que todavía estaban bajo la sugestión de tales entidades, pero dejan completamente fríos a los que quieren, más allá de los símbolos, penetrar en los entresijos de las auténticas nociones humanas. Si, entendemos: el pueblo y la opresión, pero también sabemos que la Bastilla era una cárcel para gente selecta y en donde nunca hubo hombres del pueblo propiamente dicho, por eso conviene hacer unos retoques al discurso de Michelet y bregar por un poco más de claridad en la reconstitución del evento.

Esto indudablemente puede lograrse y basta penetrar con alguna sagacidad en la documentación existente y evitar, dentro de lo que nos es posible, asumir una actitud decididamente partidaria. Es cierto: el punto de mira de las estrellas, no es el de los hombres, pero es aquí donde el catedrático debe apelar a la ironía para poder responder, con una sonrisa, de la posible parcialidad de su enfoque. Fui siempre un enamorado de María Antonieta y nunca, en mi fuero íntimo, me permití dudar de la honesta integridad de su conducta pero es indudable que el Conde de Fersen vivió más cerca de ella que yo y su enamoramiento pudo ser menos platónico que el mío. No obstante, asumo la responsabilidad de que pudo existir entre ambos, un sentimiento de noble abnegación por parte del caballero y de una discreta complacencia sentimental por parte de la dama.

Historiadores tan decentes como Bernard Fäy ponen en rigurosa duda la existencia de tan sublimes relaciones, pero yo no, y apelo a esa página de amor que escribió Edmundo Burke para recordarla en el esplendor de su juventud, cuando era una niña de quince o dieciséis años y apareció ante sus ojos en el marco luminoso de un Versalles que todavía no había conocido el dolor del vejámen revolucionario.

“It is now sixteen or seventeen years old I saw the queen of France, then the dauphiness, at Versaiiles; and surely never lighted on this orb, which she hardly seemed to touch, a more delightful vision!”.

Claro, Burke era irlandés y esta raza ha sido completamente arruinada por su persistencia en seguir siendo católica cuando ya el asunto no era de estación. Se me dirá que Burke fue protestante y esto es muy cierto, pero hijo de una católica estuvo siempre comprometido un poco con la mentalidad papista y si no, que lo diga esa página sobre la desdichada reina de Francia y muchas otras que jalonan sus reflexiones sobre la Revolución Francesa y que obedecen a un punto de mira irrevocablemente contrario al de cualquier buen protestante.

Persisto en mis trece: no cualquiera pude evocar una reina sin cometer algunas felonías típicas de la mentalidad demo liberal tan cara a nuestra época. Hollywood las fabrica a piacere y la pobre muchacha que las encarna a su debido tiempo y que ha sido criada en algún pupilaje harto complaciente con las debilidades sexuales, no encuentra ningún inconveniente en suponer que la primera dama del Reino de Francia era de tan frágil arcilla como ella misma y estaba siempre dispuesta a complacer a un súbdito con la dádiva de un órgano que le había sido dado para su solaz y capricho.

¿Es que parir un rey es tan diferente a parir un quidam cualquiera? Aquí resulta conveniente poner un poco de atención a eso que llamamos los condicionamientos culturales y que generalmente nos sirven para justificar algunas manías homosexuales en detrimento de esa fijación en el sexo que atribuimos a dichos condicionamientos. Pero si es la cultura la que nos hace hombres y mujeres, ¿por qué no pensar que puede también forjar reyes y reinas, con saludables diferencias en sus actitudes específicas?.

No ve quien quiere sino quien puede y esta afirmación que se impone por el peso de su evidencia, se complica un poco sin perder veracidad, cuando trasladamos nuestra visión al campo de los hechos históricos. A prima facie los acontecimientos que nos ofrecen los datos existentes, pocos o muchos, no difieren esencialmente de aquellos que nos toca presenciar en nuestra vida cotidiana: hombres y mujeres movidos por sus ambiciones, sus orgullos, sus apetitos o sus temores, debatiéndose en un ámbito cuyo decorado puede ser muy diferente al que frecuentamos, sin que el cambio del marco se traslade a la naturaleza de los protagonistas.

No obstante las notas comunes de nuestros comportamientos, tenemos que tomar en consideración las preferencias valorativas de cada época y saber apreciar los signos que impone la educación recibida en los diversos grados de la escala social. Si carecemos de la sensibilidad que se precisa para distinguir tales matices, la monocromía de nuestra visión del pasado será transferida a un cuadro carente de la vivacidad y colorido propios de la vida real.

El orgullo como el desprecio son sentimientos que todos podemos sentir con más o menos fuerza, pero para apreciar sus beneficios morales hay que verlos encarnados en un hombre poseedor de una escala de valores en quien la altivez, la soberbia de la vida y el desprecio por las actitudes ruines y bajas se hace sentir como un don que jerarquiza y eleva, sin detrimento de la generosidad y la modestia cuando la ocasión lo requiere. No puede despreciar quien no estima y la calidad de sus desprecios tiene que medirse por el valor de sus estimaciones. Nuestro Señor despreció todos los ofrecimientos que el Tentador le hizo en el desierto, pero no despreció ni al leproso, ni a la pecadora, ni al pobre publicano avergonzado de su mísera condición. Despreció a los mercaderes del templo y a los doctores de la Ley que pretendían confundirlo con sutilezas de rábulas, pero no despreció al centurión romano que le pidió por la salud de su esclavo. La nobleza de un hombre se mide más por la calidad de sus desprecios y pude decirse sin temor de cometer un desatino: dime qué cosas desprecias y te diré quien eres.

Se dice que el orgullo es una exagerada estimación de sí mismo y, en tanto exagerada, tal estimación, resulta defectuosa, pero si caemos en el vicio contrario: una actitud despectiva con respecto a nuestra propia dignidad, muchas veces inspirada por el mismo orgullo que suele caer en esos juegos a dos bandas, la situación moral es mucho peor. El desprecio por sí mismo es difusivo y tiene una tendencia inconcebible a extenderse a todos los demás creando un clima de bajeza en el que resulta fácil percibir la presencia invertida del orgullo.

Las sociedades sanas han sabido cultivar ciertos orgullos que, bien administrados, juegan un papel honroso en la distribución de las jerarquías que un buen orden moral impone. Sentirse orgulloso de pertenecer a una familia de honor y de prestigio no es una vanidad superflua y en muchas oportunidades sirve de estímulo para inspirar una conducta en consonancia con esos antecedentes. El “self made man” no es de confiar y en los antiguos regímenes se tenía muy en cuenta el peso de la familia y en poca consideración a los advenedizos. En Roma para ser alguien había que apelar a la manifestación de “los rostros” o sea a las máscaras mortuorias de los antepasados que se hacía desfilar para acentuar el valor de un prestigio naciente.

Hoy es fácil abominar de todos estos ritos y adscribirlos para siempre a los perjuicios de una mentalidad obsoleta. No olvidemos que el hombre antiguo era mucho más social que nosotros y muchos de esos usos que llamamos despectivamente “prejuicios”, eran las defensas vivientes de un orden civil que nuestro individualismo burgués ya no conoce. El noble era educado como noble y el rey y la reina como reyes y en esta educación, en este condicionamiento cultural, se imponía un código que los historiadores tienen que comprender si pretenden tener una idea adecuada de lo que efectivamente sucedía en el Antiguo Régimen.

Hay dos historiadores franceses que encarnan, respectivamente, dos mentalidades diferentes al pasado de su propia nación: Numa Denis Fustel de Coulanges y Jules Michelet. Ambos han sufrido el influjo de las ideas liberales y del positivismo científico que fueron las enfermedades de la inteligencia francesa del siglo XIX, pero Fustel, más atento y mejor dispuesto para con la verdadera Francia que Michelet, supo ver en el Antiguo Régimen virtudes que Michelet, más burgués y republicano, no consideró dignas de una valoración adecuada. Hasta en el estilo con que presentaron sus estudios se puede apreciar la diferencia: muy clásico y contenido el de Fustel de Coulanges, romántico y muy oratorio el de Michelet, ilustran esas dos vertientes de la espiritualidad francesa que en ocasiones se mezclan para nuestro desconcierto y nos obligan a modificar nuestros esquemas valorativos: Barbey escribía como un romántico y pensaba como un clásico, al revés de Anatole France que escribía como un clásico, pero rendía inesperado tributo a los dioses de la revolución.

No obstante cuando Anatole volvía sus ojos al pasado, el espíritu clásico predominaba en él y así tratara de una escritora como Mme La Fayette o de una actitud como de una galantería en el gran siglo de Luis XVI, sabía apreciar con exquisita fineza los matices más refinados de las nobles costumbres de la cortesía francesa.

Hemos entrado a empellones en el siglo del consumismo y la historia nos viene preparada a salsa norteamericana con una gruesa dosis de erotismo democrático y otra no menor de deformaciones bien dispuestas para satisfacer nuestras exigencias igualitarias.

Un gentilhombre es una suerte de bailarín que hace malabarismos con una espada de utilería y una dama, una muchacha enjaezada como una carroza de carnaval y que lanza miradas lánguidas a través de sus falsas pestañas.

Los trajes están bien copiados y las ceremonias imitadas sobre la base de excelentes pinturas, pero los gestos delatan el teatro y el deseo de mostrar una sociedad que trata de acentuar las diferencias de clases con posturas de cómica superioridad.


viernes, 2 de octubre de 2009

Reivindicación del latín - Ian Gibson

Reivindicación del latín
Ian Gibson


Una recomendación de lectura puede cambiarle la vida a una persona, o modificarle sustancialmente. Una de las que influyó poderosamente en mí, cuando tenía quince años, y que sigo agradeciendo, fue El camino hacia Roma (1902), del prolífico escritor británico (con padre francés) Hilaire Belloc. No se trataba del camino de la fe en el sentido metafórico sino de un viaje a pie a la Ciudad Santa emprendido por su autor, férvido creyente, eso sí, desde el este de Francia. Si no me equivoco, en Belfort. Lo que recuerdo sobre todo de aquel libro, más que la descripción del peregrinaje en sí, con sus múltiples encuentros, peripecias y anécdotas, es el acendrado elogio que allí hace Belloc de la liturgia latina. Del latín de la misa, que se oía igual, aunque con distinto acento y variable belleza, en cualquier punto del orbe y hasta en el lugar más recóndito y alejado de las convencionales rutas turísticas.

Yo, que procedía del protestantismo, donde el latín se había rechazado siglos atrás como reacción contra la hegemonía de Roma, no podía sino darle la razón a Belloc. Que la Iglesia católica siguiera conservando en sus ritos y cánticos el idioma en que se habían expresado Virgilio y Horacio (si no Jesucristo) era un hecho humano, cultural y didáctico de inmensa relevancia. Oídas y repetidas las arcanas palabras una y otra vez, mes tras mes y año tras año, hasta los fieles de formación intelectual más pobre asimilaban paulatinamente, sin precisar la intervención de ningún libro de gramática, voces, frases y ritmos del antiguo idioma del Imperio. Se trataba de la lingua franca de la cristiandad. Además, ¿qué trabajo costaba, sobre todo para quienes hablaban romance en una de sus variantes, entender «introibo al altare Dei», «ite missa est» o «stabat Mater»?

El argumento del bueno de Belloc (quien, por cierto, no le hacía ninguna gracia a George Bernard Shaw) me resultaba entonces de una lógica irrefutable. Además, me parecía que, al mantener el latín de la misa, la Iglesia católica no solo contribuía a la conservación de un tesoro universal, sino que, al mismo tiempo, estimulaba y reforzaba el estudio del idioma en las escuelas. Tal estudio, en mi colegio –y me atrevería incluso a decir que en casi todos los de aquella época, tanto en mi país nativo como fuera– resultaba arduo y aburrido. El latín clásico suponía para cualquier escolar un indigesto embrollo de complejas desinencias e insolubles marañas sintácticas. No parecía tener nada que ver con la vida moderna ni prometer utilidad alguna. El argumento de que su adquisición clarificaba y agilizaba los procesos mentales nos dejaba fríos. No nos explicaban que, en realidad, el latín no era para nada una lengua muerta, pese a lo que siempre se decía, puesto que de ella procedían el español, el portugués, el francés, el italiano y otros idiomas (añádase el catalán), hablados por muchos millones de personas. Nadie nos decía que el latín, así entendido, era una lengua viva, vivísima, y que cierta familiaridad con ella, aunque solo fuesen sus rudimentos, podría facilitar nuestro acceso a otros idiomas.

Y a nadie tampoco se le pasaba por las mientes plantear la posibilidad de enseñarlo empezando, no ya con el latín clásico, tan difícil, sino con el mucho más sencillo latín vulgar, el de la Biblia Vulgata o incluso el de la tan injustamente olvidada literatura medieval. La enseñanza del latín en las escuelas era entonces, en realidad, un desastre, y su aprendizaje se convertía en un calvario. ¿A quién le podía sorprender la falta de interés que provocaba en los alumnos?

Vino luego el abandono por parte de la Iglesia, hay que suponer que con el sincero afán de llegar más directamente a la gente llana. Se trataba, me parece a mí, de otro desastre, quizá todavía mayor. ¿Por qué no compaginar, como solución de compromiso, el uso del latín con el idioma vernácula de cada comunidad? Con tan tajante empeño se ha roto una tradición milenaria y se ha contribuido a empobrecer a los fieles y al mundo entero. Me parece lamentable. Sin latín no se puede entender nada de la civilización occidental. Recuerdo la primera página del Ulises de Joyce, donde hay una parodia de la misa latina. Recuerdo también –son dos ejemplos modernos surgidos más o menos al azar– a Luis Buñuel, otro buen latinista (cualidad que se nota en La Vía Láctea), debido a haber sido, como el genio dublinés, aventajado alumno de los jesuitas.

Removiendo carpetas doy con un recorte, correspondiente al año 2000, en el que un distinguido profesor de la Universidad de Málaga, José Palacios, comentaba la melancólica situación que atravesaba el latín en las aulas españolas. Se matriculaban menos alumnos que nunca para dicha asignatura y, de los medievalistas de nuevo cuño, poquísimos optaban por estudiar clásicas. Resultado: cada vez menos personas capaces de leer con la necesaria pericia algunas de las fuentes latinas primordiales del pasado español (las mozárabes, por ejemplo). Palacios defendía fervorosamente, por ello, la necesidad de mantener y propiciar el latín en la segunda enseñanza. Otras muchas quejas se han oído desde entonces en este mismo sentido, pero mucho me temo que, en todos los casos, se trata únicamente de vox clamantis in deserto. Una lástima.


Ian Gibson
El Periódico.com 23/08/09
Fuente: http://www.catapulta.com/


Nota catapúltica: el firmante, un destcado hispanista, no es falangista, ni carlista, ni mucho menos un “lefebvrista”. Por eso su artículo tiene doble valor.




miércoles, 30 de septiembre de 2009

Solidez de familias cristianas para responder a relativismo - Benedicto XVI

Solidez de familias cristianas para responder a relativismo
Benedicto XVI


VATICANO, 25 Sep. 09 (ACI).- Al recibir esta mañana a los prelados de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil del sector nordeste 1-4, el Papa Benedicto XVI exhortó a trabajar por la solidez de las familias cristianas, basadas en el matrimonio entre un hombre y una mujer, y que se constituyan en respuesta viviente ante las seducciones del relativismo.

En su discurso, el Santo Padre señaló que los informes de los prelados tocaban con insistencia la cuestión del "asedio que sufre la familia" y subrayó que "a pesar de todas las influencias negativas" el pueblo de la región nordeste de Brasil "continua abierto al Evangelio de la vida".

La Iglesia "no se cansa de enseñar que la familia tiene su fundamento en el matrimonio y en el plan de Dios", pero "en el mundo secularizado impera la incertidumbre más profunda al respecto, especialmente desde que la sociedades occidentales legalizaron el divorcio. El único fundamento reconocido parece ser la subjetividad individual que se manifiesta en la voluntad de convivir", continuó.

Benedicto XVI afirmó luego que "en esta situación disminuye el número de matrimonios porque nadie quiere comprometer su vida sobre premisas tan frágiles e inconstantes, se multiplican las uniones de hecho y aumentan los divorcios. Sobre esta fragilidad se consuma el drama de tantos niños privados del apoyo de los padres, víctimas del malestar y el abandono y se expande el desorden social".

"La Iglesia no puede permanecer indiferente ante la separación y el divorcio de los cónyuges, ante la ruina de los hogares y las repercusiones del divorcio en los hijos que, para su instrucción y educación, necesitan referencias extremamente precisas y concretas, es decir de padres determinados y seguros que participan de forma diversa en su educación".

"Este es el principio –prosiguió Benedicto XVI– que la práctica del divorcio está socavando y comprometiendo con la denominada familia alargada y móvil, que multiplica los 'padres' y las 'madres' y hace que hoy la mayoría de los que se sienten huérfanos no sean hijos sin padres, sino hijos que tienen padres en demasía".

Esta situación, añadió, "con sus inevitables interferencias y cruce de relaciones no puede dejar de generar conflictos y confusiones internas, contribuyendo a crear en los hijos una tipología alterada de familia, asimilable de algún modo a la convivencia, a causa de su precariedad".

El Papa subrayó luego que "la Iglesia está firmemente convencida de que la verdadera solución de los problemas actuales que encuentran los casados y que debilitan su unión es el regreso a la solidez de la familia cristiana, lugar de confianza mutua, de don recíproco, de respeto de la libertad y de educación para la vida social".

"Con toda la comprensión que la Iglesia siente frente a algunas situaciones, los casados de segunda unión no son como los de la primera: aquella es una situación irregular y peligrosa que es necesario resolver, en fidelidad a Cristo, encontrando con la ayuda del sacerdote un camino posible para poner a salvo a cuantos están involucrados".

El Papa invitó a los prelados a animar a sus sacerdotes y a los centros pastorales "a acompañar a las familias para que no se dejen seducir por los estilos de vida relativistas que promueven algunas producciones cinematográficas y televisivas y otros medios de comunicación".

"Tengo confianza en el testimonio de los hogares que sacan energías del sacramento del matrimonio para superar las pruebas. A partir de familias como esas se debe restablecer el tejido de la sociedad", concluyó.


jueves, 24 de septiembre de 2009

Modo más respetuoso de comulgar es de rodillas y en la boca - Cardenal Juan Luis Cipriani

Modo más respetuoso de comulgar es de rodillas y en la boca
Cardenal Juan Luis Cipriani


LIMA, 21 Sep. 09 (ACI).- En la homilía de la Misa dominical que presidió en la Catedral de la ciudad, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani, señaló que "el modo más respetuoso de recibir la Eucaristía es de rodillas y en la boca. Hay que recuperar el respeto y reverencia que merece la Eucaristía, porque el amor a Jesús es el centro de nuestra vida cristiana, te juegas el alma".

En su homilía, el Purpurado explicó que este modo de comulgar es el más solemne y recomendado, por lo que los fieles que participaron de la Misa recibieron la comunión con estas indicaciones, explica la nota del Arzobispado de Lima.

El Cardenal animó también a los fieles a contemplar a Cristo Eucaristía en las más de 70 capillas de Adoración al Santísimo que se han construido en la Arquidiócesis de Lima, promovidas con ocasión del Año de la Eucaristía y la Misión Continental, convirtiendo así a la capital del Perú en una "ciudad Eucarística".

"Lima es una ciudad Eucarística con más de 70 capillas de Adoración al Santísimo, lugar donde está expuesto el Señor y al que tu puedes saludar, porque él te escucha y te ayuda. Hay que adorarlo y dejar que tu corazón se llene de gozo y de la belleza de su sabiduría", mencionó.

Paz entre Perú y Chile

De otro lado y en su programa radial sabatino "Diálogos de Fe", el Cardenal Cipriani se refirió a las tensiones entre Perú y Chile y advirtió que no es bueno "estar en los medios de comunicación ventilando situaciones; y, mucho menos, dejando que las pasiones de unos y otros, normales y corrientes, estén creando una situación totalmente fuera de lugar".

"Lo mejor –dijo el Arzobispo Primado– es bastante silencio y una mayor intensificación de las relaciones internas, para que como seres racionales y seres prudentes, pero con la verdad –la cual no se puede dejar de lado– se dialogue. Pero no en este esquema de me compro un submarino, yo me compro dos. Me compro un tanque, yo tengo tres. Realmente, pensar que en este siglo XXI este sea el lenguaje"

"Creo que hay que callar las armas, callar la discusión en la prensa y reflexionar un poco más hacia dentro. Como se ha dicho ahora, una justicia requiere de solidaridad, de dignidad y no de exacerbar", los ánimos, alentó.

"No se olviden, las campañas políticas siempre han tenido un aliado, que es las dificultades internacionales. Siempre quien quiere aprovechar de una situación de coyuntura política, levanta problemas internacionales. Esto es viejo, viejísimo. No caigamos tontamente, cuando ambos países, uno antes y otro después, están cercanos a unas elecciones", señaló.

Solidaridad y respeto a la vida

Al comentar la necesidad de la solidaridad en la sociedad actual, el Arzobispo señaló que "hay que ser solidarios con ese inicio de la vida que se da en el primer instante de la concepción. La humanidad entera, los legisladores, los medios de comunicación y todos con ese respeto sagrado a lo que es ese instante del inicio de la concepción".

"Me cuesta pensar que un señor sea solidario con un sueldo; y simple y llanamente reparte unas pastillas para matar esa reciente concepción, a través por ejemplo de la pastilla del día siguiente", alertó

"Me cuesta esfuerzo pensar que una persona fríamente manipula vidas y después va a ser generoso o solidario cuando haya que aumentar un sueldo. No entiendo. Dejen de maltratar la vida del no nacido y verás que empezamos a pensar diferente", concluyó el Cardenal.




domingo, 20 de septiembre de 2009

El relativismo como camino a la intolerancia - Fernando Pascual

El relativismo como camino a la intolerancia
P. Fernando Pascual, LC


El relativismo cree que la verdad, en uno o en varios ámbitos del saber, sería inalcanzable para los hombres. Por lo mismo, considera “teóricamente” a todas las opiniones como iguales.

Por ejemplo, negar que Dios exista valdría lo mismo que afirmar que Dios existe, pues ni los ateos ni los creyentes pueden probar que su postura sea “verdadera”.

En realidad, el relativismo desencadena una continua lucha de poder en la que se imponen los más fuertes sobre los más débiles. Porque si la verdad fuese inalcanzable, en el mundo de los hombres seguirán siempre en pie juegos de poder, más peligrosos cuando la verdad ha quedado relegada al ámbito de lo inalcanzable. Es entonces cuando “vale” sólo quien domina a los otros desde su punto de vista, que es lo mismo que decir desde sus deseos, sus gustos, su prepotencia, su avaricia, sus ambiciones, sean o no sean verdaderas, buenas o justas.

Es por eso que el relativismo, a pesar de sus apariencias inocentes y benignas, conduce al egoísmo y a la prepotencia, a la lucha y a la mentira, a la intolerancia y a la marginación del diverso.

El Evangelio, por el contrario, nos abre a la verdad, nos aparta del egoísmo, nos purifica de las mentiras.

Por eso también nos enseña el camino de la humildad, del servicio, del amor. Porque la verdad lleva a amar, y amar implica desear el verdadero bien del amado. “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,34-35).

Existen, por desgracia, grupos dentro de la misma Iglesia que, en nombre de un falso diálogo, promueven el relativismo, y así se apartan de la verdad, de la justicia, del amor. Algunos de esos grupos han llegado al absurdo de apoyar la legalización del aborto o de la eutanasia, han defendido el “derecho” a la esterilización o a los anticonceptivos.

Cuando estamos lejos de Dios, que es amor, todo es posible, incluso apoyar los males más aberrantes. En cambio, cuando vivimos cerca de Dios, avanzamos hacia el Amor verdadero, y buscamos vivir según los Mandamientos del Señor.

Cada católico está llamado a enseñar ese Amor, a mostrar a los hombres el verdadero Evangelio de Cristo, que nos recuerda la entrega del Hijo, en la obediencia al Padre, para rescatarnos del pecado, para librarnos del error, para conducirnos a la Verdad, que es Amor.

Esa es la gran tarea de ayer, de hoy y de siempre: vivir en la Verdad, como Iglesia, bajo la guía de Pedro y de los Obispos sucesores de los apóstoles. Sólo desde esa Verdad que nos viene de Dios superaremos los riesgos del relativismo y podremos promover un diálogo lleno de amor y respeto hacia cada uno de nuestros hermanos los hombres.



jueves, 17 de septiembre de 2009

"Decálogo" para leer la Biblia - Mario de Gasperín

"Decálogo" para leer la Biblia
Mons. Mario de Gasperín


MÉXICO D.F., 13 Sep. 09 (ACI).- El Obispo de Querétaro, Mons. Mario de Gasperín, lanzó un "Decálogo" para la correcta lectura de la Biblia, que debe insertarse, explicó, "en la gran corriente eclesial que conduce y guía el Espíritu Santo".

"La Escritura es el libro de la comunidad eclesial", recordó el Prelado; y precisó que por ello "nuestra lectura, aunque sea a solas, jamás podrá ser en solitario. Muchos a través de los siglos la han leído, meditado, vivido, transmitido. Los mejores intérpretes de la Biblia son los santos".

Asimismo, Mons. Gasperín, subrayó que no se debe olvidar que "el centro de la Santa Escritura es Cristo; por eso, todo debe leerse bajo la mirada de Cristo y cumplido en Cristo. Cristo es la clave interpretativa de la Santa Escritura".

De igual manera, el Prelado enfatizó que para sacar provecho de la Biblia ésta "debe leerse y meditarse con el mismo Espíritu con que fue escrita. El Espíritu Santo es su autor principal y su principal intérprete. Hay que invocarlo siempre antes de comenzar a leerla y al final, dar gracias".

Finalmente, el Obispo de Querétaro resaltó que "todo texto bíblico tiene un contexto histórico donde se originó y un contexto literario donde se escribió"; y advirtió que cualquier texto bíblico fuera de este contexto histórico y literario, "es un pretexto para manipular la Palabra de Dios. Esto es tomar el nombre de Dios en vano".


Decálogo para leer con provecho la Biblia

Septiembre: mes de la Biblia

1. Nunca creer que somos los primeros que han leído la Santa Escritura. Muchos, muchísimos a través de los siglos la han leído, meditado, vivido, transmitido. Los mejores intérpretes de la Biblia son los santos.

2. La Escritura es el libro de la comunidad eclesial. Nuestra lectura, aunque sea a solas, jamás podrá ser en solitario. Para leerla con provecho, hay que insertarse en la gran corriente eclesial que conduce y guía el Espíritu Santo.

3. La Biblia es “Alguien”. Por eso se lee y celebra a la vez. La lectura mejor de la Biblia es la que se hace en la Liturgia.

4. El centro de la Santa Escritura es Cristo; por eso, todo debe leerse bajo la mirada de Cristo y cumplido en Cristo. Cristo es la clave interpretativa de la Santa Escritura.

5. Nunca olvidar que en la Biblia encontramos hechos y dichos, obras y palabras íntimamente unidas unas con otras; las palabras anuncian e iluminan los hechos, y los hechos realizan y confirman las palabras.

6. Una manera práctica y provechosa de leer la Escritura es comenzar con los santos Evangelios, seguir con los Hechos y las Cartas e ir entreverando con algún libro del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Jueces, Samuel, etcétera... No querer leer el libro del Levítico de corrido, por ejemplo. Los Salmos deben ser el libro de oración de los grupos bíblicos. Los profetas son el “alma del Antiguo Testamento: hay que dedicarles un estudio especial.

7. La Biblia se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas. Por eso, es bueno leer los lugares paralelos. Es un método entretenido, pero muy provechoso. Un texto esclarece al otro, según aquello de San Agustín: “El Antiguo Testamento queda patente en el Nuevo y el Nuevo está latente en el Antiguo”.

8. La Biblia debe leerse y meditarse con el mismo Espíritu con que fue escrita. El Espíritu Santo es su autor principal y es su principal intérprete. Hay que invocarlo siempre antes de comenzar a leerla y al final, dar gracias.

9. Nunca debe utilizarse la Santa Biblia para criticar y condenar a los demás.

10. Todo texto bíblico tiene un contexto histórico donde se originó y un contexto literario donde se escribió. Un texto bíblico, fuera de su contexto histórico y literario, es un pretexto para manipular la Palabra de Dios. Esto es tomar el nombre de Dios en vano.


+ Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro


lunes, 10 de agosto de 2009

Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola (IV) - P. Alfredo Sáenz

Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ
Parte IV (22 al 28)


Los ejercicios Espirituales de San Ignacio son una herramienta maravillosa que aprovechamos magníficamente de la mano del R. P. Alfredo Sáenz, S.J. ¡Ojalá esta recopilación nos ayude a tender más fuertemente a la unión con Dios!.


Producción: Manuel y Stella Schiavoni.
Galeón Producciones Radiotelevisivas.


Video 22: La Crucifixión 1



Video 22: La Crucifixión 2



Video 23: La Resurrección 1



Video 23: La Resurrección 2