Apártate de mi, Satanás
Antonio Caponnetto
El siguiente artículo forma parte del libro de reciente aparición: “Francisco. Antología. Significativas declaraciones de personalidades del mundo católico sobre el actual pontificado”, Buenos Aires, Santiago Apóstol, 2015.
La escena, no por muy conocida, deja de causarnos asombro y sobresalto. Nos la cuenta San Mateo en el capítulo dieciséis de su Evangelio.
Ya estaba Jesús en Cesárea de Filipo, cerca del Mar de Galilea y al pie del monte Hermón. Ya había multiplicado panes y peces, y había rebautizado al pescador Simón llamándolo Pedro, ofreciéndole a la par la jefatura visible de la Iglesia y las llaves del Reino (Mt XVI, 13-20). Los grandes manantiales que alimentan al río Jordán hacían llegar su música, como un laúd inmenso con encordados de agua.
De pronto, el Señor anuncia su inminente pasión, y los muchos sufrimientos y suplicios que el trance le acarreará. El relato, por cierto, debió ser estremecedor e hiriente. Tanto, que movido por un impulso entre oscuro e insondable, mezcla de cielo y de azufre, Pedro lo aparta de la escena a Jesús, lo conmina a retirar lo dicho, asegurándoles que nada malo de cuanto anuncia podrá sucederle a Él.
La respuesta y la reacción de Cristo ha pasado a la historia, y no debemos olvidarla jamás: “¡Quítateme de delante, Satanás! ¡Un estorbo eres para Mí, porque no sientes las cosas de Dios sino la de los hombres” (Mt XVI, 22-23). Y abruptamente le cortó la palabra y le clavó la vista.