lunes, 1 de noviembre de 2010

Mujeres cautivas, conciencias arrasadas (I) - M. Virginia O. de Gristelli

Mujeres cautivas, conciencias arrasadas (I)
M. Virginia O. de Gristelli


No ver los sensacionales destrozos que ha causado el pensar que el mundo es bueno, que el demonio no es un «león rugiente, que busca a quien devorar», y que los términos «enemigos» o «combate» resultan altisonantes en un alma que ansía la paz de Cristo para toda la Creación, no ver las taras que ha traído a miles de almas este tipo de razonamiento, es sencillamente necedad, y aunque «el número de los necios sea infinito»(Ecl. 1, 15), no es consuelo para quienes aman la Verdad, considerando que ésta es el fin del universo, Alfa y Omega, porque su nombre es Cristo.


Sobre el XXV Encuentro de Mujeres Autoconvocadas (I)


“No se vive ya más que para sí mismo. La emancipación
femenina (...) no quiere liberarse del hombre, sino
del hijo, de la carga de los hijos, y la emancipación
masculina de esa misma época rechaza, a su vez,
los deberes para con la familia, la nación y el Estado”.
(Oswald Spengler)

“Todos los que militáis / debajo de esta bandera,
ya no durmáis, no durmáis, / pues que no hay
paz en la tierra”.
(Sta. Teresa de Jesús)*


Enterarse del tema: Hace días ha finalizado el XXV Encuentro de Mujeres Autoconvocadas que se desarrolla hace 25 años en la Argentina, esta vez realizado en Paraná. Este tipo de Encuentros es en realidad convocado, orquestado, difundido sobre todo a través de una estrecha y aceitada red de organizaciones feministas de izquierda, no sólo de partidos políticos sino de agrupaciones universitarias e “independientes” (sic), como “la expresión más importante de las luchas que venimos desarrollando desde nuestros lugares de inserción: fábricas, talleres, casas, barrios, escuelas, hospitales, universidades, ciudades. En ellos intercambiamos las experiencias entre todas las mujeres de un punto a otro del país” (http://www.25encuentromujeres.com.ar/site/), abordando durante esos días problemáticas vinculadas según ellas a la “violencia, la discriminación laboral, la trata de niñas, la exclusión de los espacios de poder, problemáticas que se hacen carne en las mujeres de toda laya, adquieren otro cariz en la puesta en común que deriva en experiencia, en acuerdo, en debate polémico, en organización y acción”.

Por supuesto que cada término debe ser leído en clave feminista, comprendiendo aborto, anticoncepción, homosexualidad “sin represión”, derecho a asesinar al hijo hasta quién sabe qué mes de vida bajo la excusa de “estado puerperal” (como de hecho ya se encuentra con media sanción legislativa en nuestro país), etc. etc…

Dicho en pocas palabras, una de las iniciativas de subversión cultural masiva de mayor relieve en los últimos años, que podría compararse a lo que, en el terreno “artístico-degenerativo”, ha sido el fenómeno de “Woodstock” con todas sus variantes americanas. El fin es el mismo, y ambos fenómenos pueden inscribirse en el contexto gramsciano de cultura “de masas” tendiente a cambiar radicalmente el sentido común y por supuesto, el orden social cristiano, principal enemigo.

Algunos medios se han dignado a hablar de ello, comentando los habituales destrozos que las huestes dudosamente femeninas dejaron en la ciudad que las recibió -como es su malsana costumbre-, la Jerarquía ha repudiado sus vandalismos y prepotencia, y alguno que otro asistente, ha dejado sus impresiones sobre los hechos para memoria de lo que queda de civilización, borroneada por la democracia liberal. Se agregan episodios a cuál más repugnante, desde las escupidas o desnudos frente a los templos, la quema de banderas, rotura de instalaciones educativas durante los “talleres”, agresiones a las asistentes católicas o a quienes huelan a ello, sólo por “portación de cara limpia” o de un poco de sentido común en los debates.

Pero parece que en la opinión pública, de la anécdota no pasa, escandalosa y lamentablemente, y el hecho se asume como un corso necesario, casi inevitable, al que hay que “dejar pasar” corriéndonos a un lado, tapándonos los oídos y los ojos, y conteniendo la respiración como niños asustados ante la tormenta, esperando inocentemente que vuelva a salir el sol. Y esto, quienes “se enteran”. Porque como en todo circo, hay números que pasan desapercibidos entre los fuegos artificiales, y así se comprende que se pueda disimular hasta un elefante. Porque la verdad es que luego de 25 años, aún hay muchos argentinos, y muchos católicos, que todavía no se enteran siquiera de qué se trata todo esto, como apenas se han enterado de las implicancias de la reciente aprobación del homomonio.

El problema es que el sol de la patria va opacando su brillo, y los despojos son mucho más profundos que las paredes sucias o la basura regando las calles. Porque las blasfemias no pueden taparse con pintura, y las almas laceradas por la mentira y la muerte no pueden barrerse ni siquiera con huracanes de tiempo.

En tanto, da por lo menos pena que muchos católicos, crean que están verdaderamente comprometidos con la fe y la “comunidad” porque tienen siempre lista la guitarra para ponerse a cantar que “un nuevo sol se levanta”. Perdón por ser aguafiestas, pero me permito advertir que la luz no viene por ese ingenuo (y sin duda estéril) optimismo que fue una de las señales inequívocas del progresismo postconciliar. No ver los sensacionales destrozos que ha causado el pensar que el mundo es bueno, que el demonio no es un “león rugiente, que busca a quien devorar”, y que los términos “enemigos” o “combate” resultan altisonantes en un alma que ansía la paz de Cristo para toda la Creación, no ver las taras que ha traído a miles de almas este tipo de razonamiento, es sencillamente necedad, y aunque “el número de los necios sea infinito” (Ecl. 1, 15), no es consuelo para quienes aman la Verdad, considerando que ésta es el fin del universo, Alfa y Omega, porque su nombre es Cristo.


Conociendo al enemigo: Respecto del tema que nos ocupa, nos parece de una magnífica actualidad aquella advertencia de Donoso Cortés “Y no me digas que no quieres combatir; porque en el instante mismo en que me lo dices, estás combatiendo (…) No te canses en buscar asilo seguro contra los azotes de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo…”. Pero desgraciadamente son muchos los que se ahogan en la encrucijada, y no acaban de enterarse de que no hemos venido a la vida a pasear, a tomar sol, o a labrarnos “un futuro profesional” sin sobresaltos.

Nos parece, pues, urgente, que los argentinos (y a los hermanos americanos que huelan iniciativas similares, que ya les llegarán) se vayan enterando, como se enteran de algunas de las últimas novedades mundanas (secuestros, inflación, campañas políticas), de que hace ya 25 años un grupo de mujeres mal llamado autoconvocadas (porque quien las convoca y arrea como ganado son en primer lugar, el padre de la mentira, y luego los sinnúmeros partidos y grupúsculos de izquierda, operantes como alimañas en todos los rincones donde encuentran restos de suciedad) pulula alternativamente, cada año, por diferentes ciudades de nuestra patria realizando un “encuentro” tendiente a contactar, mentalizar y movilizar a todo sujeto que no tenga suficientes raíces en el sentido común, en el orden natural, o en la fe verdadera, y que lamentablemente, no son pocos. Y fidelísimas a Voltaire, que proclamaba “Miente, miente, que algo queda”, y “muerte a la infame” (refiriéndose en modo blasfemo a la Iglesia), van sembrando pacientemente su ponzoña porque no tienen sus miras en un miope inmediatismo sino que tal vez saben que los grandes frutos se cosechan con paciencia. La Argentina católica tiene enemigos, por supuesto, y éstos son los espíritus inmundos, pero tienen bajo su mando a legiones de esclavos, a quienes, para poder rescatar (ejerciendo una obra de misericordia urgente y necesaria, no optativa) es preciso primero reconocer como tales: como esclavos, pero como a un agresor drogado, primero se lo repele, y luego se lo pone en tratamiento, porque no es dueño de sí, y no parece razonable someter a la sociedad, ni siquiera por unas horas, al frenesí de siervos enajenados. Sólo podrá esa sociedad liberarlos si ella misma es libre, y la auténtica libertad sólo se conoce en la Verdad.

La pobreza crece, y nos preocupamos. La ignorancia abunda, y nos inquietamos. Miramos con estupor el avance de las leyes contranatura y creemos que con juntadas de firmas o protestas masivas todo puede solucionarse por arte de magia… En tanto, acontecimientos como el que nos ocupa son prácticamente ignorados en el horizonte de la evangelización-misión, del testimonio, de la defensa no sólo de principios fundamentales y de nuestros templos, sino de los más indefensos, y pienso aquí no sólo en los bebés potencialmente asesinados como fruto del lavaje de cerebro de esta gente, sino de las miles de mujeres que son arriadas (repito este término, pues es el único que cuadra) sin saber casi adónde van o qué discuten, pero que “como las llevan casi gratis…”. Esa es la pura verdad.

Hay que estar dentro de los debates que suponen los “talleres” para escuchar a mujeres indígenas de más de 50 años, seguramente analfabetas, preguntar con absoluta candidez “¿Alguien puede explicarme qué es exactamente un aborto?. Yo me hice 6, pero no me lo explicaron...”; a lo que una activista le responde con la idiotez de la “interrupción del embarazo”. Hay que ver caras de jóvenes de no más de 15 años portando consignas abortistas, pero con la mirada llena de interrogantes cuando oyen insultar infernalmente a las católicas. Y hay que ver las vacilaciones y estupor de muchos rostros cuando se logran decir cuatro verdades que nunca habían oído, y les hacen “tambalear toda la estantería”, para comprender que es indispensable que los pastores, que los misioneros, que los católicos de a pie comprendan que este campo no se le puede dejar más arar al enemigo, y que es urgente tener misericordia de los miles de almas cautivas de la mentira, de la violencia, de la soledad, que son devoradas por la cultura de la muerte, para transformarse ulteriormente ellas mismas en promotoras del odio y de la esclavitud, creyendo que abogan por la libertad. No todas están perdidas, sin duda. Pero es preciso comprender que durante estos días se libra un “tiempo fuerte”, una batalla intensiva entre el Reino y el infierno, descaradamente, y si hay auténtico celo apostólico, y si hay fe, no puede un católico argentino en esos días “no estar enterado”. Y así como el fin de semana de la Peregrinación a Luján todos los templos unen sus intenciones a este acontecimiento festivo, celebrándolo, sería bueno que los días del Aquelarre, en cada punto de nuestra patria nos unamos sinceramente con todas nuestras posibilidades, ya sea asistiendo, o ya espiritualmente con todas las misas, vigilias, penitencias, para librar honrosamente unidos esa batalla.

Y considerando, pues, que nuestra lucha no se enfrenta solamente con hombres carnales, sino que va ante todo contra “los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos” (Ef 6,12), no podemos adulterar la propia Palabra de Dios renegando, opacando, o soslayando nuestro deber de «combatir los buenos combates de la fe» (1 Tim 6, 12). Ahora bien, esto, nos dice el Apóstol, sólo será posible a condición de revestirnos “de la armadura de Dios” (Ef 6, 13), tomando el escudo que nos defienda de “los encendidos dardos del Maligno”, atreviéndonos principalmente a dar testimonio de la verdad, es decir, a blandir “la espada del espíritu” (6,16-17), “la espada de doble filo” (Heb 4,12), que es la verdad de Cristo.


* Como nos parece apta para ir desglosándola, encabezaremos diferentes apartados de este artículo con otras tantas estrofas de la misma composición de Santa Teresa de Avila.


M. Virginia O. de Gristelli
C. F. San Bernardo de Claraval








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