miércoles, 13 de octubre de 2010

Benedicto XVI, “ni un mero reformista ni un simple continuista absoluto”

Benedicto XVI, “ni un mero reformista ni un simple continuista absoluto”


Como se sabe, el Arzobispo Kurt Koch tuvo la tarea de pronunciar las dos relaciones principales en el encuentro de Benedicto XVI con sus ex-alumnos dedicado a la hermenéutica del concilio Vaticano II. La agencia Gaudium Press ha publicado un resumen de los temas expuestos por Mons. Koch en el pasado mes de agosto. Dado su gran interés, reproducimos también aquí el artículo de Anna Artymiak, corresponsal de Gaudium Press en el Vaticano.

Ciudad del Vaticano (Viernes, 08-10-2010, Gaudium Press)- El Papa Benedicto XVI es "el mayor interprete" del Concilio Vaticano II y quiere realizar "una hermenéutica de renovación en la continuidad de la Iglesia como único sujeto", esto es, "de una reforma que no vuelva al pasado, sino que, al contrario de eso, aún estando en continuidad con la tradición, pueda responder a la nueva situación del mundo".

La frase anterior es la síntesis de dos discursos que el arzobispo suizo Kurt Koch profirió en el Ratzinger Schülerkreis -tradicional encuentro del Santo Padre con sus ex-alumnos- del día 28 de agosto pasado en Castel Gandolfo. Este año se cumplen 45 años de la conclusión del Concilio Vaticano II. Un largo período que hace reflexionar sobre cómo son realizadas sus directrices, pero también cómo se debe interpretar de manera justa y correcta los propios documentos. Justamente el tema de la hermenéutica del Concilio Vaticano II estuvo en el centro de las discusiones del encuentro.

En sus alocuciones, el arzobispo Kurt Koch, que desde el 1º de julio es el nuevo presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos, abordó la persona del Papa Ratzinger, con sus decisiones sobre la liturgia y su modo de entender y realizar el Vaticano II, en una luz muy diferente y opuesta a aquella difundida sobre lo que el público piensa del Santo Padre - un "mero" tradicionalista que se encaminaría en una dirección opuesta al Concilio.

En el Schülerkreis, el prelado suizo presentó dos temas: "El Concilio Vaticano II entre tradición e innovación. La hermenéutica de la reforma entre la hermenéutica de la discontinuidad y la hermenéutica de la continuidad histórica", y "'Sacrosanctum Concilium' y reforma post-conciliar de la liturgia. Continuidad y discontinuidad a la luz de la hermenéutica de la reforma". Conforme Mons. Koch, aún hoy, después de casi 50 años del Concilio Vaticano II, todos advierten la necesidad de su correcta interpretación y por tanto es "gravemente equivocado", según el arzobispo, considerar al pontífice como un tradicionalista que quiere llevar la Iglesia a retroceder en relación al Concilio.


Dos fases en el período post-conciliar

Para aclarar las discusiones en torno a la cuestión de la posición del Santo Padre en relación al Concilio Vaticano II, el arzobispo suizo realizó una breve explicación respecto al período post-conciliar. Conforme al prelado, el mismo puede ser dividido en dos fases: la primera, caracterizada por una gran euforia por las grandes esperanzas y expectativas creadas por el Concilio; y la segunda, en la cual se sucedió una actitud de profunda desilusión. Así, explicó Mons. Koch, nacieron dos corrientes de pensamiento opuestas en la interpretación del Concilio Vaticano II: la tradicionalista y la progresista.

La primera, expresándose en la hermenéutica de una continuidad absoluta según la cual el Vaticano II no debe decir nada de nuevo, sino apenas confirmar todo aquello que ya fue dicho por la tradición. La segunda, a su vez, expresándose en la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura, que ve, al contrario, una total ruptura con la tradición, para dar inicio a una Iglesia toda nueva.

La visión de la hermenéutica del Santo Padre, a su vez -según el presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos- es aquella de una reforma en la continuidad. O sea, un medio término. El problema, conforme el arzobispo, es que los documentos conciliares no fueron todavía percibidos y recibidos bien y plenamente, por esto, Benedicto XVI desea una reforma de la reforma post-conciliar, en vez de proclamar un tercer Concilio Vaticano.

La cuestión principal, para Mons. Koch, es definir lo que se entiende con la palabra "reforma". "El Santo Padre la ve como una renovación interna en la continuidad y no como un cambio que causa una ruptura con el pasado. La verdadera reforma es aquella que une siempre la fidelidad a la tradición con una nueva dinámica. Infelizmente, el católico normal recibió la reforma post-conciliar como si fuese la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura", dijo.

Contrariamente, explicó el presidente del Pontificio Consejo de la Unidad de los Cristianos, el Vaticano II fue el Concilio de la reforma de la Iglesia, pero no de su reformación, "esto es, su objetivo no era aquel de crear una ruptura con la tradición y la historia, sino de hacer una 'actualización' y un 'resourcement', o sea, renovar extrayendo de las fuentes de la tradición", dijo.

Según el prelado, del punto de vista lingüístico erróneamente se distingue entre Iglesia pre-conciliar e Iglesia post-conciliar, como si la primera fuese una cosa diferente de la segunda y no la misma única Iglesia en la continuidad de su tradición de dos mil años. Citando las palabras del Cardenal Walter Kasper, el arzobispo notó que no existe una Iglesia "dividida" y nacida de la ruptura, sino "una sola Iglesia renovada en el espíritu" y "arraigada en la tradición viva".

En este sentido, destacó Mons. Koch, el Papa Benedicto XVI representa una eclesiología litúrgica que ve la existencia de la Iglesia en una Iglesia que se basa en el culto y que en la liturgia tiene su forma concreta. "Con todo, la Constitución de la liturgia Sacrosanctum Concilium no fue entendida por la consciencia media de los católicos ni por tantos teólogos", afirmó el arzobispo, para quien la liturgia es un desarrollo orgánico y su historia no es una serie de rupturas, sino de autopurificación y madurez.


Una verdadera naturaleza misionera

Conforme el arzobispo, la mentalidad de la hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura sustenta que la Constitución debería anunciar el final del tiempo medieval, y la reforma litúrgica del Papa Ratzinger ve una continuidad sistemática e ininterrumpida, que debe ser el resultado de un proceso espiritual que lleve a la conversión. "Los cristianos deben comprender el misterio de la cruz y que la verdadera naturaleza es aquella misionera, no aquella tradicionalista o progresista", resaltó.


"El Concilio no abolió absolutamente los antiguos libros"

Según Mons. Koch, hay evidentes incomprensiones al entender los actos papales de Benedicto XVI, sobretodo aquellos que dicen respecto a dos de sus decisiones: el Motu Propio de 2007 Summorum Pontificum, que permite el uso del misal de 1962 de Juan XXIII de Misa Tridentina como un rito romano extraordinario; y la de 2009, donde el Pontífice revoca la excomunión de cuatro obispos lefebvrianos. "Esa revocación es la prueba evidente de la fuerte voluntad del Santo Padre de buscar superar las divergencias internas y de mantener la unidad dentro de la Iglesia Católica, partiendo de la constatación de que en su historia de dos mil años siempre existió la multiplicidad de las liturgias", afirmó.

Para el arzobispo, hay ciertos aspectos propuestos por la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia y por la reforma litúrgica post-conciliar que son erróneamente evaluados. "El Concilio no abolió absolutamente los antiguos libros, ni el latín como la lengua de la liturgia, sino propuso una renovación de los textos y los ritos litúrgicos. Los Padres conciliares no querían ninguna ruptura con la forma de la liturgia romana vigente en la época, sino, al contrario, querían mantener una saludable tradición y contemporáneamente abrirse al progreso", aseguró.

Según el prelado, entre los aspectos que no fueron bien recibidos se encuentra también, por ejemplo, la cuestión de la dirección del celebrante de la Misa. "En la antigua tradición cristiana, era vigente la dirección versum orientem que significaba que la luz del mundo es el Cristo resucitado. A partir del momento en que fue propuesta la dirección versum populum se perdió el profundo y antiguo significado de la dirección de la oración cristiana. Por tanto, el Santo Padre propuso colocar la cruz sobre el altar para recordar al celebrante y a todos los fieles que el Cristo muerto y resucitado es el centro de la acción litúrgica".

Por causa de la reforma post-conciliar, continúa Mons. Koch, se perdió también el significado del sacrificio en la liturgia que es percibida hoy sólo como una escena y no como la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. El arzobispo, de hecho, observa cómo el misterio pascual no está muy presente en la celebración de hoy, contrariamente a lo que deseaba la Constitución sobre la liturgia.

Entre otros aspectos indicados por Mons. Koch, está la "activa participación de todos los fieles para reafirmar que ésta tiene un papel muy importante en la acción litúrgica". De hecho, según el arzobispo, la Constitución sobre la liturgia habla de la importancia de una activa participación, principalmente de aquella que brota del corazón. "Durante el Concilio Vaticano II, fue preparada una renovación litúrgica, principalmente para Francia y Alemania que, sin embargo, al final no fue acogida por la reforma", comentó. El arzobispo cree que hoy sea necesario volver a este tema y espera que sea actuada una renovación litúrgica.







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